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la nave de los locos / OPINIÓN

Drácula y la insaciable banca moderna

Volvemos de vacaciones y otro banco anuncia despidos. Le han cogido el gusto a echar personal y cerrar oficinas. No todas pero sí una gran mayoría de las entidades financieras maltratan a sus clientes, sobre todo si son personas mayores. El Gobierno de los ricos, en lugar de defender el interés general, consiente los desmanes de los banqueros a cambio de futuros favores  

6/09/2021 - 

A principios de la década pasada comía en Bimbi algunos sábados. Varias veces coincidí con Bautista Soler, recientemente fallecido, en una de las cafeterías con más solera de València. Su llegada no pasaba desapercibida a los clientes. Al verlo entrar, los camareros se deshacían en atenciones, tratándolo con familiaridad. Como periodista económico no llegué a tratarlo. Sabía que era un promotor importante y que era dueño de los cines Lys, y sólo por esto se hubiese ganado mi simpatía.

Por su condición de promotor, Bautista Soler debió de negociar mucho con los bancos. Habría sido interesante conocer su opinión sobre ellos. Antes del verano, varios bancos aplicaron nuevos recortes a las plantillas y anunciaron más cierres de oficinas. En septiembre, el Sabadell ha anunciado que volverá a soltar lastre, y eso que aprobó un ERE en 2020. Son insaciables. Cada dos o tres años, con o sin el pretexto de una fusión, el sector prescinde de personal y elimina sucursales. La cifra de despedidos en la banca supera los 120.000 desde la crisis de 2008. Desde entonces se han cerrado 23.000 oficinas, más de la mitad de la red.  

Maltrato financiero a los mayores

Al regresar de vacaciones, algunos os habréis encontrado cerrada vuestra oficina bancaria. Esto os ocasionará molestias, sobre todo si sois personas mayores, por quienes las entidades financieras carecen de miramientos. Seréis afortunados si os queda alguna sucursal en el barrio. Hay más de un millón de españoles —la mayoría de edad avanzada— que no disponen de servicios financieros en sus pueblos. A la España vaciada no llega el tren pero tampoco los cajeros automáticos.

Allí donde aún tiene presencia física, la banca, con algunas excepciones, maltrata a sus clientes imponiéndoles unos horarios de caja irracionales –por lo general, sólo hasta la once de la mañana- y limitándoles la cantidad de efectivo que pueden sacar.

Foto: EFE/Cristian Hernández
La banca funciona de manera inversa a cualquier empresa. Los clientes se tienen que adaptar a ella, y no al revés. Para sacar nuestro dinero debemos pedirles permiso. Luego te toman por estúpido vendiéndote sus milongas tecnológicas, esas aplicaciones tan chulas para operar desde casa o el trabajo, que sólo buscan reducir costes y que el cliente asuma tareas de un empleado. Y, como son la mar de modernos, puede que te hayan asignado un asesor o gestor que te llamará cada seis meses para preguntarte cómo te va la vida. A la última que lo hizo la mandé a tomar viento. Espero que no vuelva a intentarlo, por su bien.

Papá Estado acudirá al rescate

La banca siempre gana. No hay verdad más cierta. Si le van bien las cosas y engorda la cuenta de resultados, reparte dividendos entre los accionistas. Si vienen mal dadas, cuenta con que papá Estado acudirá a su rescate, como pasó con Bankia. Su nacionalización costó 22.424 millones de euros a los contribuyentes. ¿Cuánto se ha recuperado de ese dinero? Apenas 3.000 millones. ¿Alguien ha respondido por ello?

"Los bancos gozan de completa impunidad. Se saben a salvo de cualquier contingencia. No en vano tienen al Estado de su parte"

Los bancos gozan de completa impunidad. Se saben a salvo de cualquier contingencia. No en vano tienen al Estado de su parte. En el último recorte de oficinas y empleo, el Gobierno de los ricos, representante legítimo de las élites, no movió ni un dedo por frenarlo o limitar su alcance. No lo ha hecho ni lo hará cuando se anuncien nuevos despidos colectivos en 2002 o 2023. No lo hará porque banqueros y políticos forman una sociedad de intereses mutuos. Cada uno se cobra los favores prestados. Yo hago la vista ante tus desmanes, y tú financias mi campaña electoral o me abres la puerta para ser consejero de una de tus sociedades cuando deje de ser un cargo público.  

Regalos enviados por el diablo

Como no soy un liberal castrado que defiende las virtudes del libre mercado, los banqueros están lejos de caerme simpáticos. Nunca diré, para salvarles la cara, que contribuyen al crecimiento económico con el crédito. Al contrario; los banqueros, los pedagogos modernos y lo sinfluencers que posan con boquita de piñón, son regalos del diablo. No mentaré a sus madres, como hace Arturo Pérez-Reverte, porque las madres no son culpables de los pecados de los hijos. Pero a veces pienso que si Bram Stoker viviera hoy convertiría a Drácula en un banquero moderno. Su amigo íntimo y actor Henry Irving compartiría, a buen seguro, esta inteligente decisión.

Poderosos, temibles y arrogantes, aunque sin el porte de un Mario Conde, algunos banqueros españoles se comportan como vampiros que dejan exhaustas a sus víctimas, chupándoles hasta la última gota de la sangre, como esos pobres viejos que hacen colas de una hora, muchas veces en la calle, para cobrar su raquítica pensión.


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