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DOCE AÑOS DESPUÉS

Dylan, el Never Ending Tour y València: una historia de cuentas pendientes

Bob Dylan regresa a València tras una ausencia de más de una década, como última parada de su gira española en 2019

27/12/2018 - 

VALÈNCIA. ¿Qué es el dinero? Un hombre tiene éxito si se levanta por la mañana y se acuesta por la noche y, entre una cosa y la otra, ha hecho lo que quiere hacer. Algo así respondía Bob Dylan en una de las citas que componen su infinito fardo de declaraciones esculpidas para sobrevivirle. A él y a todos los demás. Y lo cierto es que es una de las que más se aproximan a su realidad, al menos desde que abandonó el gélido Duluth. A Dylan se le puede echar en cara que tocara para Juan Pablo II, algunos de sus discos de los 80, incluso su peligroso coqueteo con la intrascendencia en la segunda década del siglo XXI. Lo que no se le puede reprochar es su eterna capacidad para encontrar siempre cosas nuevas que hacer, ni su habilidad para conseguir hacerlo por encima de todos. Él es el primero de esa cola.

Más de 50 años después de aquel primer volantazo que le granjeó una considerable sarta de insultos bíblicos, Dylan sigue haciendo de la independencia su más apreciado timón. Fue a finales de los 80 cuando pensó que, por qué no, qué tenía de malo empezar una gira de conciertos sin conocer la fecha final. Es más, qué importa: la gira no va a tener una fecha fijada. Desde entonces, Dylan siempre ha mantenido que no fue él quien bautizó al Never Ending Tour, y no le falta razón; sin embargo, fue él quien dio el pistoletazo de salida a la rumorología épica en los 90 cuando Adrian Deevoy le preguntó en una entrevista en Q y él la validó -sin entusiasmo, como ha hecho desde entonces a la hora de referirse a la gira-.

Bob Dylan actuará el 7 de mayo en la Plaza de Toros de València, última para de una intensa gira española. Presumiblemente las entradas, que salen a la venta el viernes 28 de diciembre, volarán con la velocidad con la que el norteamericano revoluciona su estilo desde hace más de medio siglo.

Un Never Ending Tour como salvavidas artístico

El Never Ending Tour por el que le preguntó Deevoy a Bob Dylan arrancó a finales de los 80, la peor época para muchos de los artistas que habían sido referentes en los 60 y los 70. Lógico, si tenemos en cuenta la convulsión de la década. Le pasó algo similar a Johnny Cash, enredado además en una relación poco recomendable con su discográfica. Tanto para él, como para Dylan y muchos otros músicos, los 80 se terminaron revelando como una época de la que simplemente tratar de salir con vida y con el prestigio no demasiado dañado. Dylan lo consiguió, en parte porque su discografía durante ese periodo fue irregular, pero también porque supo adaptar su discurso evolucionista a los nuevos tiempos.

Su último disco de los 70, Saved (1979), continuó la inercia de todos sus trabajos hasta la fecha y se situó en el puesto número 3 de la lista norteamericana. Sin embargo, cruzar la frontera de los 80 para Dylan fue como entrar en un territorio desconocido para él; Shot Of Love (1981), Infidels (1983), Burlesque Empire (1985), Knocked Out Loaded (1986) y Down In The Groove (1988) -momento en el que arranca oficiosamente el Never Ending Tour- fueron el termómetro perfecto de la popularidad del cantante en su país: todos ellos se ubicaron entre el 20 y el 61 de las listas de Estados Unidos.

La resaca de los 80 le duró a Dylan prácticamente hasta finales de los 90. Con Oh Mercy (1989) levantó un poco la cabeza, pero volvió a caer con los cuestionables Under The Red Sky (1990), Good As I Been To You (1992) y World Gone Wrong (1993), con el que tocó fondo oficialmente. Para entonces, Dylan ya había diagnosticado su situación, y salía a una media de un centenar de conciertos por año aproximadamente; en ellos, el cantante deconstruía sus grandes éxitos, que son incontables, y los filtraba entre los repertorios de turno. Mientras, continuaba tratando de dar con la tecla de los nuevos tiempos. Y la encontró en 1997, con la publicación de Time Out Of Mind, que se colocó en el Top 10 de la Billboard 200.

Time Out Of Mind y el nuevo Dylan

Aquel disco recuperó la temperatura del termómetro norteamericano para Dylan y le marcó un camino del que no se ha desviado desde hace 20 años. En Time Out Of Mind, Dylan volvía a interpretar sus propias canciones -no lo hacía desde hacía más de un lustro tras dos discos de versiones folk-, lo que le dio otro empujón a unas composiciones que mezclaban acidez con un sabor agrio a derrota no consumada. ‘Love Sick’, ‘Tryin’ to Get to Heaven’, ‘Make You Feel My Love’ y ‘Not Dark Yet’ desprendían la amargura de un nuevo Dylan que, para interpretar su angustioso resurgir, echaba mano del blues más clásico.

Canción por canción, aquel disco se sostendría en un combate contra cualquiera de los trabajos que publicó en los últimos 20 años. Time Out Of Mind rescató a Dylan para la actualidad y el cantante resurgió en el siglo XXI explorando la beta del blues con fulgor: Love And Theft (2001) continuó la senda, y Modern Times (2006) y Together Through Life (2009) le devolvió los números 1 que no alcanzaba desde el maravillo Desire de 1976. Mientras, por supuesto, el Never Ending Tour continuaba su camino paralelo hasta hoy.

Dylan y València: relación agridulce

La del 7 de mayo será la cuarta visita de Bob Dylan a València desde 1995. Se prodiga con menos frecuencia que unas elecciones generales. A pesar de eso, el del 95 fue el único concierto para el que consiguió vender todas las entradas; entonces, pergeñó un repertorio imparable, lleno de clásicos como ‘I’ll Be Your Baby Tonight’, ‘Just Like A Woman’, ‘Mr. Tambourine Man, ‘Don’t Think Twice, It’s All Right’ o ‘Knockin’ On Heaven’s Door’. Algo similar a lo que hizo en su segunda visita al Velódromo Luis Puig, en 1999; entonces, apenas tocó dos canciones de su último disco -el mencionado Time Out Of Mind- en un recital en el que no se agotó el papel.

Peor le fue, en cuanto a respuesta de público, en el que ha sido su último concierto hasta la fecha en València. Su concierto en los Jardines de Viveros, un día antes de la visita del Papa, dejó un sabor agridulce. Media entrada y ambiente frío a pesar de que el setlist tenía todo lo que un seguidor -y no tan seguidor- de Dylan podría haber pedido a priori: una selección de las más famosas canciones del compositor de Duluth durante los años sesenta -incluidas ‘Like a Rolling Stone’ y ‘The Times They Are A-Changin’-. El Dylan del siglo XXI, ese que reversiona sus propias canciones, todavía no ha recibido la bendición del público valenciano -tampoco es que la busque ni la necesite-. Hasta cierto punto, incluso es normal que hayan pasado 12 años hasta que un promotor se ha atrevido a volver a ofrecérselo a València.

Seis años después de aquella visita, Dylan pisó la Comunitat para su intervención más surrealista en territorio valenciano como parte del cartel del Festival Internacional de Benicàssim de 2012; lo de pisar es un decir, porque la leyenda dice que el ínclito cantante apenas tocó suelo valenciano, pues subió al escenario directamente desde el vehículo que le trasladó al recinto. El norteamericano ofreció un concierto descafeinado y fuera de sitio, a pesar de que el setlist -repleto de blues y rock- parecía pensado para tratar de adecuarse al ritmo del festival. Y sin permitir primeros planos en las pantallas.

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