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Eduard Navarro: «Queremos ayudar a las empresas a dar el salto a EEUU»

Eduard Navarro nació en València pero se crió en Estados Unidos, donde hizo carrera como financiero. Nunca perdió el vínculo con su tierra y en 2014 decidió volver para, a través de Net de Gerrers, atraer capital americano hacia las empresas valencianas

| 25/03/2020 | 15 min, 31 seg

VALÈNCIA. Eduard Navarro (València, 1979) es un hombre de mundo. Valenciano de origen -la familia de Castelló de Rugat, es sobrino del escultor Evarist Navarro-, pasó su infancia y juventud en Estados Unidos donde cursó estudios de Arquitectura en la prestigiosa Universidad de Columbia (Nueva York), una de las pocas fundadas antes de la independencia del país. Apasionado del urbanismo y del diseño de las ciudades, con tan solo veinte años contrató a unos amigos y montó una promotora dedicada a los grandes terrenos. Sin embargo, con los años descubrió su verdadera vocación: el mundo financiero. Fue en 2014 cuando decidió fundar Net de Gerrers, una gestora de productos financieros alternativos que evoca sus orígenes familiares y busca tender puentes entre el capital americano y empresas españolas que a su vez puedan implantarse en EEUU.

«Queremos reducir las barreras de mercados inicialmente inaccesibles, como EEUU o Reino Unido, para que las empresas puedan tener acceso con facilidad a entornos ricos en oportunidades», explica. Entre sus proyectos más sonados destacan la Torre Eólica, en la Marina de València, o el rescate de InTempo, el rascacielos más famoso de Benidorm. Muy centrado en sus inicios en la inversión del negocio inmobiliario, ahora busca completar su abanico de inversión entrando en el venture capital y el private equity; es decir, en el capital riesgo —toma de participaciones en empresas— en sus diferentes etapas. «El ladrillo sigue siendo importantísimo, pero hay que mirar más cosas», señala.

Y lo quiere hacer en casa, en València, siempre presente en su vida. «Quizás nunca me fui. Siempre tuve a la ciudad en mi identidad. Ha sido siempre mi pequeña patria. He tenido la suerte de sentir ese arraigo desde muy joven y me ha proporcionado una estabilidad de raíz que da sentido a mucho de lo que hago y a lo que me dedico», señala. Un player que se consolida en la city financiera local tras dejar la vertiginosa velocidad de Nueva York -no del todo, porque Net de Gerrers ha abierto allí una filial- y la monotonía de Arabia Saudí, donde lideró el plan director de la nueva ciudad económica del rey Abdullah y trabajó para la promotora estatal del país. 

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— La mayor parte de su vida ha vivido en Estados Unidos, observando Valencia desde lejos. ¿Que llevó tu familia allí?

— Vivíamos ya desde pequeños entre Estados Unidos, Alemania y España. Teníamos, por aquel entonces, una casa en Kansas City. Cuando mi abuelo falleció nos mudamos definitivamente a Estados Unidos, al estado de Georgia. Tenía diez años. Casi como experimento, vivimos dos años en el norte del estado de Georgia, en un pequeño pueblo llamado Adairsville. Luego ya nos mudamos a Atlanta. Al principio fue un shock, la distancia cultural en ese tiempo se notaba mucho más y la libertad del pueblo y ciudad españolas no existía porque se requería el coche para todo. Ese fue el despertar de una de mis grandes pasiones, el urbanismo, el diseño de las ciudades y el espacio construido. Después de cursar estudios en Atlanta y París, a los veinte años recibí la noticia de que me habían aceptado en la Universidad de Columbia. Ahí empezó mi duradera relación con Nueva York.

— ¿Qué diferencias encontró con España?

— En aquel entonces se notaban muchas diferencias, incluso en la manera de vestir. Todo eso ha cambiado. Todo está globalizado y las comunicaciones permiten estar en todos los sitios en poco tiempo. Se mantienen las diferencias culturales, pero no tanto las diferencias de capacidad económica que, quizás, era lo más evidente. La entrada del euro, la financiación y la globalización han regularizado las diferencias más aparentes en poder adquisitivo. 

— ¿Por qué vuelve a València?

— El 2008 fue un caos para EEUU. Para capear la crisis, un amigo me propuso montar una empresa de arquitectura. Fue una idea romántica y tuvo momentos bonitos, pero la cabra tira al monte y en esos momentos es donde decidí enfocar todos mis esfuerzos hacia el mundo financiero. Diseñé mi primer fondo y me asocié con el exgobernador del Estado de Georgia que se presentaba de nuevo para gobernador. Sin embargo, en Nueva York se palpaba un aire diferente y lúgubre, así que decidí irme a Arabia Saudí, donde fui residente oficial tres años (de 2011 a 2013). Empecé en una empresa de construcción privada, pero me invitó a subir a su equipo Emaar Saudi Arabi, la promotora estatal, pidiéndome que gestionase el desarrollo de diez kilómetros cuadrados alrededor de una de las cuatro estaciones de alta velocidad diseñadas por Norman Foster. Una vez en el equipo, el CEO me pidió que liderase la actualización del plan director de la nueva ciudad económica del rey Abdullah, el proyecto más grande de Oriente Medio con 168 kilómetros cuadrados y varios miles de millones de dólares de presupuesto. A la vez, empecé a estructurar una firma de gestión de productos alternativos que luego se convertiría en Net de Gerrers. Consciente de que debía escoger un lugar para cimentar las bases de la futura firma y refundar una sede familiar, me decidí por Valencia. 

«Quizás nunca me fui de Valencia; siempre la tuve en mi identidad. Ha sido siempre mi pequeña patria»

— ¿Por qué Net de Gerrers?

— El nombre es un guiño a València, a mi familia de Castelló de Rugat, que se conoce popularmente como Castelló de les Gerres y que son los tinajeros. Por tanto, Net de Gerrers significa nieto de tinajeros. La empresa la tenía ideada desde hacía años, pero no fue hasta 2014 cuando se constituyó. Aterricé en València con la idea de crear una aceleradora de empresas en La Marina. Tuvimos reuniones con gente de Madrid y Navarra, con el conseller de Economía de entonces, Máximo Buch, y la alcaldesa Rita Barberá. Pero, a pesar del apoyo de la Administración, no había en ese momento un ecosistema emprendedor en España ni suficiente volumen para mover los hilos que hacían posible la entrada de capital extranjero. En cambio, sí hubo un reclamo desde la parte inmobiliaria.

— ¿Hay mucha diferencia entre invertir en España y hacerlo en Estados Unidos?

— El ambiente anglosajón y capitalista norteamericano respecto a España es bastante diferente. Para empezar, tienes dos códigos de derecho que parten de dos campos diversos: allí es por tradición y aquí por normativas. Por ejemplo, en EEUU, un contrato tiende a ser una cosa muy farragosa y amplia y el español es más ligero porque atiende a una normativa subyacente. En EEUU podemos constituir una entidad y abrir una cuenta y tenerla registrada en una misma tarde, aunque depende del Estado. En Georgia, por ejemplo, te hacen hasta los estatutos de forma automática.

— ¿Cuál es el valor diferencial de Net de Gerrers?

— La mirada en la inversión. Somos ‘fabricantes’ de producto financiero alternativo propio, no elegimos fondos. Estamos en infraestructuras, capital riesgo en crecimiento (venture capital), capital riesgo expansión (private equity) y queremos estar en derivados, pero desde Nueva York. Nuestra ventaja competitiva es reducir las barreras de inversión desde el marco anglosajón hasta cualquier parte de la hispanidad. Hoy por hoy, hay diez billones (millones de millones) de dólares en activos bajo gestión en productos alternativos que abarcan todo lo no cotizado: inmobiliario, infraestructuras, capital riesgo, derivados, divisas... El 54% de esos activos, según algunas consultoras, está concentrado en EEUU,  el 33% está en Europa, pero muy gestionado desde Londres, y menos del 2% llega a la comunidad de habla hispana, pese a que somos setecientos millones de personas y el cuarto bloque económico global. Por tanto, nos llega muy poco capital profesional. En España hay excesos de liquidez, pero poco producto suficientemente válido para el binomio riesgo-retorno. Nuestro objetivo es poder ir a los ‘caladeros’ de capital institucional norteamericano para levantar capitales de inversión.

— ¿De dónde proviene todo ese capital?

— Con una búsqueda corta de potenciales inversores de fondos nuevos, detectamos 34 entidades que nos parecían interesantes: 31 de ellas estaban en EEUU y de las cuales dieciocho, ubicadas en Nueva York. Hay una concentración brutal en norteamérica, pero es normal porque es el Carrefour global; es la capital del mundo y allí cruza todo. 

— Entonces, ¿todo el dinero es americano?

— En este contexto tiende a serlo aunque hay otras instituciones como son los fondos soberanos como el noruego o el de Dubai (Emiratos); pero donde hay una mayor concentración para invertir en private equity o real estate (inmobiliario) es en Estados Unidos.

— ¿Cuánto ha invertido Net de Gerrers en el sector inmobiliario?

— Hemos invertido en inmobiliario unos 120 millones de euros con un valor de desinversión de 320 millones de euros. Eso nos ha permitido no solo cosechar económicamente esa producción sino nuestra trayectoria. 

— Por cierto, ¿cómo fueron esos inicios en el sector inmobiliario?

— Nuestra trayectoria ha sido curiosa. Invertimos proyecto por proyecto y gestionábamos la parte financiera. Empezamos con Atocha 55, donde se produjo el asesinato de los abogados laboralistas. También hicimos otro en Alcalá de Henares con 250 viviendas, y en Barcelona, Ibiza, València o Altea. El más vistoso fue la transacción de InTempo en Benidorm, pero eso fue curtirse en compra de deuda fallida.

— ¿Siguen viendo interesante la promoción inmobiliaria?

— Hace más de un año que no hacemos promoción inmobiliaria porque los ciclos no están tan claros y, desde el marco financiero vemos más interesantes otro tipo de productos. Estamos trabajando mucho en deuda fallida, en rentabilidades de EEUU para ofrecerlas en España y también en renta española pero con el valor añadido de promoción para renta. Pero hace falta ampliar la mirada sobre lo que es el sector financiero. Una diferencia entre EEUU y España es que allí la abuela le da al nieto una acción de Coca-Cola y aquí te da un ‘ladrillo’. Las dos cosas son perfectamente válidas pero creo que, con la liquidez que existe a nivel global, y en España, dada la concentración con un 10% del PIB solo en ‘ladrillo’, hay que ir más allá. El sector inmobiliario sigue siendo importantísimo, pero hay que mirar otras cosas.

— ¿Qué otros negocios pueden ser interesantes?

— En infraestructuras buscamos ampliar nuestra posición en concesiones de peaje y transporte en toda la geografía de la hispanidad. Ha salido recientemente la compra del túnel de Envalira (Andorra). También está la posibilidad de hacer un vehículo para renovables en España, tanto solar como eólica. Seguimos trabajando en venture capital y private equity. València tiene una curiosa concentración de startups y tecnología, pero es un sector tan nuevo que, aunque California está marcando muchísimo la dirección de cómo debe funcionar y Nueva York le está secundando, queda mucho por hacer.

— ¿Cómo ve el ecosistema emprendedor en España en general y en la Comunitat en particular?

— Cuando vinimos no había un sistema emprendedor y hoy existe. Hay muchos tickets (operaciones) entre los 200.000 y los 300.000 euros, pero detectamos que las empresas llegan a los dos o tres millones de euros y no hay concentración. Nosotros estamos diseñando un vehículo de capital riesgo en empresas en crecimiento con algún vínculo con la Comunitat Valenciana y otro de capital riesgo en expansión. En el caso del venture capital estamos diseñando un vehículo de entre 75 y 130 millones de euros sin apalancar y en private equity de 200 millones con apalancamiento para la Comunidad Valenciana. Nosotros aportaremos el acompañamiento en varios estadios de su capital, eso quiere decir que habrá segundos y terceros vehículos para sus momentos de mayor crecimiento. Queremos proteger al emprendedor porque su función no es captar capital y, sin embargo, dedican una gran parte de su tiempo a eso. A veces tienen carencias operativas puntuales y nuestro empuje es sacar esos productos al mercado norteamericano, que es una barrera de entrada para las empresas españolas y, sin embargo, para nosotros es parte de nuestro ADN. 

— ¿En qué se fija al invertir en un proyecto?

— En el caso de las empresas de venture capital nos centraremos en los proyectos que ya tienen una operativa de empresa, incluso clientes y que tienen ingresos, pero no tienen un Ebidta positivo. Lo que buscamos es una ventaja competitiva sostenible; es decir, que no tengan competencia real. Esa es nuestra primera mirada y se demuestra en la posibilidad de crear una competencia monopolística con un equipo directivo ágil, capacidad de crecimiento y que tenga un mercado objetivo lo suficientemente grande como para asumir ese riesgo. Muchas veces los fallos vienen dados por la capacidad operativa en la gestión y la falta de capitales. Las empresas mueren por esas razones en la mayoría de los casos. Lo que pretendemos es aliviar esos dos componentes apoyando operativamente a las empresas para garantizar una mayor probabilidad de éxito. En cambio, en private equity las empresas valencianas no siempre tienen el alcance para acceder al mercado estadounidense. De ahí que nuestra idea sea la de apoyarlas a dar ese salto proporcionando capital para su expansión. 

—¿Cómo se puede sortear la política proteccionista de Donald Trump?

— Ese tipo de cierres tienden a ser artificiales. Hay muchas maneras de sortear esas barreras que tienden a levantarse y caerse conforme sopla el viento de la política. Además, muchas veces no hace falta que envíes, sino que puedes producir allí. Hay tres súper mercados: China, Europa y EEUU, que son 300 millones de personas con mucha facilidad de crédito para consumir, con lo cual, ya sea por servicios o por producto, las empresas españolas deberían tener presencia allí, ¿y por qué no las Valencianas?

«El modelo no es seguir a Madrid y Barcelona sino apuntar más alto si de verdad quieres posicionarte en el mundo financiero»

— ¿Es València una plaza financiera de verdad?

— Madrid y Barcelona son fantásticas, pero igual que sucede en el mundo hispanohablante, hace falta tener un concepto propio de lo que es el mundo financiero y hacerlo a través de vehículos y productos propios. València perfectamente puede ser un centro de esa innovación. El modelo no es seguir a Madrid y Barcelona sino apuntar más alto si de verdad quieres posicionarte en el mundo financiero. La banca tradicional ha cambiado muchísimo y se ha hiperconcentrado y el sector financiero está evolucionando. Es una oportunidad grande para innovar y eso es lo que nosotros pretendemos hacer. No solo con tecnologías, en lo que concierne al alcance y los procesos, sino también en cuanto a la interacción de los ahorros de la población en general y de las instituciones. València puede ahí tomar un rol importante. Estar en una ciudad del extrarradio financiero y pretender ser una de las primeras gestoras de capitales globales es algo que te proporciona una mirada particular, pero también de la globalización. 

— En su opinión, ¿qué le falta a València para dar ese paso?

— No hay que tener miedo porque el miedo es el enemigo. No le falta nada más, en València hay capital desde Orihuela hasta Peñíscola y empresas potentes e internacionales con muchas ganas. Nosotros tenemos vocación de estar en València, que es más difícil que en Estados Unidos por su normativa, organización y por el sistema impositivo, pero aquí estamos con ese propósito.

— ¿Falta cultura financiera?

— Sí, pero no solo en València sino que es algo que sucede en el mundo hispano.

— ¿Cree que el Brexit provocará alguna deslocalización del capital en Europa?

— El Brexit sigue siendo un tópico y me enfocaría más en una mirada de Occidente. Si tenemos que hablar de futuro, habrá movimientos a corto plazo alrededor del Brexit, Cataluña o del sucesor de Angela Merkel, pero nuestra mirada es más a largo plazo. ¿Hacia dónde vamos? El optimismo que se veía tan solo hace quince años con la tecnología, con Europa, el sentido de un avance como sociedad, hoy no es palpable. En la rabiosa actualidad nos preocupa el coronavirus o si Trump pone aranceles contra los chinos. En este contexto, el Brexit y los otros asuntos son consecuencias de esta falta de futuro y el mundo hispanohablante lleva muchos años sin una mirada de futuro. Nos hace falta liderazgo, y eso no es ni derecha ni izquierda.

— ¿Ese concepto de hispanidad pasaría por reforzar los lazos con Latinoamérica como se planteó hace años el Gobierno español?

— Hay muchos mitos que desmontar. Un intento hace quince años para mí no es válido; yo estoy hablando de una trayectoria que estamos llevando ya 200 años. La idea de hispanidad no se puede labrar solo desde España, sino que tiene que ser en conjunto, igualitaria y tiene que reconocer los lazos en común y no puede estar económicamente mermada de ideologías de izquierdas y derechas. Estados Unidos eso lo muestra de una manera bastante atractiva. Puedes tener unas tendencias más liberales o conservadoras y, sin embargo, siempre eres americano. Aquí eso se traduce de una manera corta. No tiene que ver con el color de la bandera. Esa idea de hispanidad no puede recaer sobre tópicos antiguos.  

* Este artículo se publicó originalmente en el número 63 (marzo 2020) de la revista Plaza

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