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con su obra 'la pequeña'

Eduardo Ortega gana el II Premio de Composición SGAE – CullerArts para violín

28/03/2022 - 

VALÈNCIA. El compositor e intérprete Eduardo Ortega (Madrid, 1978) ha conquistado el II Premio Internacional de Composición SGAE – CullerArts para violín con su obra La Pequeña. Convocado por la Fundación SGAE, a través del Consejo Territorial de la SGAE en la Comunidad Valenciana, este galardón persigue estimular la creación de nuevo repertorio para violín y reconocer el talento de sus compositores. La partitura ganadora será de obligado estudio e interpretación para los semifinalistas de la IV edición del Concurso Internacional de Violín CullerArts, que tendrá lugar el próximo mes de septiembre de la mano del Ayuntamiento de Cullera (Valencia). Además, Ortega recibirá un premio en metálico de 2.000 euros.

Al certamen se presentaron un total de 68 obras (casi el doble que en la primera edición), procedentes de Argentina, Austria, Alemania y toda España, si bien el jurado, integrado por Jenny Guerra (violinista), Cristóbal Soler (director de orquesta y director artístico de CullerArts) y Francisco Asís (compositor y miembro del Consejo Territorial de la SGAE de la Comunidad Valenciana), escogieron como ganadora La Pequeña. Se da la casualidad que, a principios de este mismo año 2022, Eduardo Ortega se hizo también con el tercer premio del VIII Concurso de Composición y Arreglos para Big Band de la Fundación SGAE y la Asociación de Jazz Ool-Ya-Koo. “Ha sido un comienzo de año muy emocionante. Para mí, escribir música es una necesidad, es mi pasión, y ver reconocido mi trabajo con estos dos premios supone una motivación extraordinaria para seguir componiendo. No puedo más que agradecer a la Fundación SGAE que desarrolle iniciativas tan necesarias para los músicos como estas”, manifestó el autor al recibir el pasado día 24 de marzo, de manos del presidente de la Fundación SGAE, Juan José Solana, el galardón del II Premio de Composición SGAE – CullerArts para violín.  

El jurado del certamen de violín destacó que La Pequeña revela un notorio “dominio del instrumento y de su lenguaje técnico, de sus posibilidades tímbricas, por parte del autor, y se muestra como una pieza coherente, dotada de un discurso y estructura formal que se sostiene sin depender exclusivamente de efectos técnicos para dotarla de calidad”. Eduardo Ortega, por su parte, la define como una obra “exigente a nivel técnico. Requiere energía, calma, técnica y sensibilidad por parte del intérprete; es decir, herramientas de trabajo habituales en la vida del violinista y cuya presencia considero imprescindible en una obra enfocada a ser interpretada en un concurso de violín”, explica.

Conexión con las raíces

Por su quinto cumpleaños, Eduardo Ortega pidió de regalo a sus padres un violín. Poco antes había asistido a un concierto en el Teatro Real de la Orquesta Sinfónica de Madrid, donde su madre oficiaba de violinista, y quedó irremediablemente embelesado por aquella música que escuchaba desde el foso. Aquello marcó, sin duda, el rumbo de su vida y, por eso, decidió rendir merecido tributo a su madre con La Pequeña. “Nació en una casa en mitad de la huerta murciana y desde allí comenzó sus estudios de violín, en unas condiciones mucho menos privilegiadas que las mías, por no decir directamente imposibles, hasta llegar a formar parte de la Orquesta Sinfónica de Madrid, donde tocó los repertorios más exigentes, compartiendo escenarios con cantantes y directores de renombre universal. Para mí, ella ha sido un referente y mi principal apoyo durante mis años de formación. Además, el sonido de su violín es uno de mis primeros y más hermosos recuerdos”, señala Ortega.

Johann Sebastian Bach y Eugène Ysaÿe, “dos referentes absolutos que marcan la vida de cualquier violinista”, según el compositor madrileño, impregnan prácticamente cada nota de la partitura de La Pequeña. Pero no son los únicos: con un pie en el mundo clásico y otro en el resto de universos sonoros, Eduardo Ortega admite también la presencia de esencias propias del jazz, el flamenco, el country o el folk. Sin reservas ni complejos. “Me gusta el caos creativo como herramienta de composición. Lo considero necesario. En algún momento del proceso de escritura, la intuición actúa libremente y brotan todas aquellas influencias que forman parte de ti. Es una conexión con tus raíces”, apunta. De este modo, si bien La Pequeña exhibe “claras alusiones a la polifonía de Bach y a las propuestas de Ysaÿe, hay también pasajes con un claro aire flamenco, otros inspirados en las primeras improvisaciones que hacía cuando de joven empezaba a jugar con el country, algunos más profundos aprendidos del personalísimo discurso jazz de Miles Davis… He disfrutado mucho trabajando con todas esas tendencias y viendo cómo se daban la mano y aportaban coherencia al discurso, una razón de ser, de estar y de convivir por necesidad. Nada es gratuito”, concluye.

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