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en la frontera / OPINIÓN

Eduardo Zaplana

5/06/2022 - 

Eduardo Zaplana era hasta hace bien poco el paradigma de una carrera con escasos parangones en la vida política española: una carrera meteórica y plagada de éxitos que arrancó en la Alcaldía de Benidorm (a la que accedió engatusando a una tránsfuga) hasta llegar a la Presidencia de la Generalitat Valenciana, 1995, en un clima de confrontación en el que la izquierda echó el resto para frenar su ascenso: Joan Romero, instrumentalizando a Eliseu Climent, Acció Cultural del País Valencià, fue el gestor intelectual de una especie de frente amplio, el Bloc de Progrés Jaume I, para alertar del ascenso de la derecha; en el lote iba Unión Valenciana, el partido ultramontano de Vicente González Lizondo, el mismo que al poco tiempo se merendó Zaplana en un plis plas. “No debiste salir de Cartagena, forastero”: este era el eslogan base en torno al cual se construyeron decenas de variantes. Zaplana representado como un charnego: chungo.

Contra viento y marea, peleando también contra toda la vieja guardia del PP (antes AP), Eduardo Zaplana fue el constructor, principios de los noventa, de toda una arquitectura política que se resumió en un giro de 180 grados para el devenir del centroderecha de la Comunidad Valenciana. Y gestó un partido moderno, liberal, con amplitud de miras y sin complejos, fichando incluso a personajes que venían de la izquierda como es el caso de Diego Such en Alicante, o de José Sanmartín y Rafael Blasco en València. A los dos primeros los nombró consellers en su primer gobierno. Al tercero, que en sus años mozos llegó a militar en el FRAP, lo designó conseller de Empleo, luego de Bienestar Social, en su segundo gobierno, 1999. Blasco, una manzana podrida de ambición; y de corrupción. Pero entonces no lo sabíamos.

Acuñó el concepto de “poder valenciano”, eslogan que lo situó en el centro de mira de la política nacional, y repitió hasta la saciedad la necesidad de vertebrar la Comunidad Valenciana desde su “condición” de alicantino: dudo que nunca la provincia del sur haya estado tan representada en el Consell de la Generalitat como en aquellos años. Intentó pacificar la envenenada guerra lingüística creando la Acadèmia Valenciana de la Llengua, enfrentándose, o acallando, a la retro-derecha de Unión Valenciana, a Lo Rat Penat, o a poderosos lobbys como lo era entonces el diario Las Provincias con María Consuelo Reyna a la cabeza. Tomen nota la tropilla de discípulos que ha dejado: desde Carlos Mazón a Macarena Montesinos, pasando por José Antonio Rovira, todos ellos resucitados y en primerísima línea del PP. También fue el primer presidente autonómico en España en reconocer las parejas de hecho del mismo sexo aunque luego, ya como portavoz del PP en el Congreso, y tras haber sido ministro relevante con José María Aznar, le tocó el papelón de recurrir ante el Constitucional la ley de Zapatero de matrimonios igualitarios.

Luces, también sombras: tan liberal él, forjó un holding público, atenazando a las cajas de ahorro (CAM, Bancaja, su peculiar banca pública), que a la postre generó no pocos berrinches y no pocas ruinas: Terra Mítica, Ruina Mítica; paradigma. Privatizó, externalizó si se prefiere, la red de Inspección Técnicas de Vehículos (ITV), puso en marcha el llamado “modelo Alzira” en el ámbito sanitario, y reforzó exponencialmente las embajadas comerciales del Instituto Valenciano de la Exportación, IVEX, ente público que había creado su predecesor, Joan Lerma. Ximo Puig va a revertir ahora la gestión privada de las ITV y ha desmantelado prácticamente los hospitales públicos de gestión privada (Torrevieja el último). Sea como fuere, removió los cimientos de la gestión política con un discurso novedoso y, a veces, poderoso.

Sombras y ciénagas. El Juzgado de València que ve el “caso Erial” ha finalizado la instrucción con lo cual el procesado Zaplana (y otros) se sitúa en puertas del juicio oral. Un presunto desvío de 20 millones de euros a costa precisamente de la privatización de las ITV y del Plan Eólico de 2003 con el clan de Juan Cotino, que en paz descanse, y sus sobrinos, Vicente y José, como nexo de una retahíla infinita de pelotazos, testaferros y paraísos fiscales. Los Cotino: a Dios rogando y con el mazo dando. Organización criminal, blanqueo de capitales, cohecho, prevaricación y falsedad documental. ¿Cómo pudo caer tan bajo? ¿Qué pensarán en su fuero interno sus discípulos? ¿Por qué tanta codicia si tenía la vida resuelta? ¿Qué necesidad tenía de robar a espuertas, presuntamente, con un curriculum y una posición tan destacada? La codicia, pecado capital. Y el querer vivir como los de la jet-set sin ser del todo de la jet-set. No es un juicio moral, Dios me libre. Es la constatación de que la estupidez puede derivar en estupidez desenfrenada: enorme paradoja en un personaje que ni era ni es estúpido. Maldita corrupción: esto sí que es un juicio moral. También político. Y también periodístico.

Se nos ha ido María Dolores Bouvard, Loli, fundadora de la sección en Elche de Amnistía Internacional. La empecé a tratar a partir de 1997, cuando me hice cargo de la jefatura de Informativos de Radio Elche/Cadena Ser y ella puso en marcha la citada sección. Y ahí se forjó una amistad sincera. Corajuda, socarrona, divertida (mucho) e infatigable. “Tu eres nuestra Simone de Beauvoir” le decía a veces, jugando con un apellido tan ilustre como el suyo (su padre era ingeniero de origen suizo). Por los derechos humanos, contra la pena de muerte, dando voz a la disidencia y a los excluidos. Loli era un terremoto. Militó en el partido de Tierno Galván. Pasados los años militó en sí misma (sabia) y en AI. Siempre le pesó un poco su proyección social por ser la viuda de Cayetano Sempere, un personaje en Elche (eso rara vez lo decía en público). Como yo había sido asesor del PP, como jefe de Gabinete del conseller de Industria en el primer Consell de Zaplana, a veces me preguntaba: “Zardoya.... ¿pero tú eres de derechas?”. Le corroía la duda. “No Loli, sabes perfectamente que soy ácrata y heterodoxo”. Se partía de la risa. Luego ya dejó de preguntar/etiquetar. Nos vinculaba algo mucho más profundo: el amor/pasión por la libertad. Palabras mayores. Lo he escrito en una red social: ahora estará en El Cielo persiguiendo a torturadores, maltratadores y canallas de todo tipo y color que se pasan por el arco de triunfo los derechos humanos. Besazos, Loli.

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