LOS RECUERDOS NO PUEDEN ESPERAR

El 11-S y en medio de todo, los Strokes

11/09/2016 - 

VALENCIA. El 11-S fue probablemente el primer acontecimiento decisivo en el curso de la Historia que tuvo una difusión en tiempo real a escala global. Se hace difícil pensar en alguien que no tenga un recuerdo de lo que estaba haciendo cuando saltó la noticia. Para colmo del absurdo, para los aficionados a la música la tragedia coincidió con una efeméride musical relacionada con Nueva York, la llegada de The Strokes.

Habíamos quedado en el Museo Erótico de Madrid. Quisiera saber el motivo, pero ahora no lo recuerdo. Era un trabajo para Colp D’ull, la revista cultural que durante los últimos años noventa fue como un dulce espejismo en la parrilla de Canal 9. La entrevista era con HIM, un músico finés de rock gótico actualizado. El amigo Santi Berrendo, promotor histórico en la industria nacional, nos había citado allí. Un poco de erotismo cuando estás trabajando siempre viene bien, pero sin pasarse, que como dijo Javier Krahe, no todo va a ser follar.


Mi vida, una sucesión de lanzamientos discográficos

Madrid en septiembre tenía el sabor melancólico de las vacaciones agotadas. Después de dos meses en El Saler, había que volver a la capital. De vez en cuando los latigazos de calor te hacían desear mandarlo todo al cuerno y fugarte rumbo la playa. El ritmo implacable ayudaba a aplacar tales deseos; las llamadas, los correos electrónicos, los reencuentros, disparaban la adrenalina, espantando el sopor. El 11 de septiembre de 2001 me pilló prácticamente recién regresado a Madrid. Grabar una entrevista en al Museo Erótico que había en la calle Doctor Cortezo al menos resultaba divertido. Cuando se trabaja en esto (sea lo que sea esto), el regreso al trabajo tras cualquier etapa vacacional viene marcada por nombres propios, títulos y fechas, eso que en la vida real se denomina sin ningún rodeo como lanzamientos. Las señales indicativas de los varios desvíos y paradas de mi vida profesional contienen muchos de esos nombres propios, títulos y fechas. 

Algunas de las que recuerdo con nitidez: Septiembre de 1991, Nevermind de Nirvana; abril de 1988, Surfer Rosa de Pixies; Kicking Against The Pricks, de Nick Cave & The Bad Seeds; agosto de 1986; Patti Smith, Gone Again, junio de 1996. Y la sensación, siempre ilusionante, a veces tremendamente esperanzadora, que producía el anuncio de un nuevo disco de Lou Reed o David Bowie. En septiembre de 2001, uno de los álbumes que podían marcar uno de esos puntos de inflexión en lo personal y convertirse en combustible profesional era el debut de The Strokes, que acababa de publicarse en Inglaterra.


El pollo vegetariano

Todo fue bien en el Museo Erótico de Madrid. Grabamos la entrevista con algo de retraso y yo salí tarde en dirección a la siguiente cita, una comida con Gerardo Cartón y Loreto Antón. Ambos estaban entonces al frente de una independiente y como los avatares profesionales nos habían hecho amigos, amigos, quedábamos a comer todas las semanas por los alrededores de su despacho, por la Gran Vía madrileña. Solíamos ir a un vegetariano que nos gustaba mucho aunque ninguno de los tres éramos vegetarianos. Loreto y Gerardo eran como un dúo artístico, generaban una energía muy especial. Eran como Ike y Tina Turner, en el sentido de que producían una dinámica personal y laboral que era como un arco voltaico. Mientras comíamos platos hechos con soja, zanahoria, tofu, maíz y cosas por el estilo, se enzarzaron en una discusión profesional. Entonces llamó Clara, la hija de Loreto, para contarle que algo malo había pasado en Nueva York.


Presentando a The Strokes

Con unas cuantas canciones que sonaban más a maqueta que a disco, los Strokes se habían convertido en el grupo de moda de la temporada. El remate, la respuesta a las expectativas que sobre ellos se había creado, era su primer álbum. Los Strokes tenían todo lo que un grupo pop necesita: canciones, estilo, imagen. Eran de Nueva York, punto fundamental para cultura de la segunda mitad del siglo XX. Se suponía que también harían de puente entre la era dorada del CBGB y el presente, el fin a una década en la que el pop británico y la electrónica europea habían sido los grandes protagonistas. Los Strokes iban a ser la puerta de Tannhäuser del pop, el grupo al que todos los críticos perezosos iban a comparar con Velvet Underground y Television. Tras ellos, una avanzadilla de nuevos nombres –Interpol, Yeah Yeah Yeahs, LCD Soundsystem…- empezaba a beneficiarse de la nueva situación, el foco iluminaba otra vez una ciudad que todavía era fascinante. Y entonces dos aviones pilotados por terroristas se estrellaron contra los rascacielos más famosos del mundo.


En directo desde la Gran Vía

Clara le contó a su madre que algo había ocurrido en la Torres Gemelas, no supo precisar el qué. La noticia nos dejó intranquilos pero la discusión se reavivó y seguimos comiendo. Unos minutos después Clara volvió a llamar y le pidió a su madre que fuera a casa porque lo que veía en televisión la estaba asustando. Como en el vegetariano no había televisión, era imposible constatar nada. Terminamos prematuramente la comida y salimos a la calle, hacia la Gran Vía. Vi un taxi estacionado, con el conductor de pie fuera del coche, atento a lo que decía la radio. La gente circulaba con normalidad pero algo aterrador fluía ya en el aire. Nos despedimos sin saber muy bien qué decíamos. Comencé a caminar en dirección al metro. 

Al pasar por la puerta de Madrid Rock vi una escena que hasta entonces solo era imaginable en una película. Los monitores de televisión de la tienda, habituados a reproducir clips y conciertos, mostraban ahora la innegable realidad de lo acontecido en Nueva York. Una docena de pantallas con la imagen de las Torres Gemelas en llamas. Los empleados del local y los pocos clientes que había a esas horas miraban atónitos las imágenes. Entré para contemplar atónito las imágenes yo también. El mundo empezaba a detenerse, o eso al menos me pareció a mí.


Miedo y música indie

Unos días más tarde, en su sección de noticias breves el semanario británico NME hacía gala de su mala leche: “Se confirma que ninguno de los miembros de The Strokes ha sufrido daño alguno tras los atentados del 11-S en Nueva York”. Sí, claro que salieron ilesos de aquello, y poco después, su debut los terminó de catapultar a una gloria que no tardaría en volverse contra ellos. Pero entonces, después de aquella debacle, en el comienzo de un nuevo siglo y una nueva era, los Strokes fueron también una especie de símbolo aunque no sé muy bien de qué. Tras la barbarie, Nueva York estaba en el corazón de todo el mundo y el quinteto formaba parte de la ciudad que tenía que renacer de sus ruinas. Luego ya les reprocharíamos las suyas y esa eterna decepción en la que se convirtieron.

El miedo que tengo, capítulo 2

El 11-S descubrí un miedo que no había sentido antes. Un miedo que te impregna el cuerpo, un miedo inesperado que aparece por sorpresa. Pude sentirlo casi de una manera física, recorriéndome el cuerpo como si quisiera despegar la piel de la carne. Desde mi casa de O’Donnell, se veía la sierra madrileña, y allí estaba yo, escuchando las noticias y mirando cada tanto al horizonte, por si aparecía un hongo atómico tras las montañas. No me marché a Valencia porque a las seis de la tarde tenía que entrevistar a un grupo y me daba vergüenza posponerlo argumentando que tenía que irme en coche a Valencia antes de que el apocalipsis estallara y se colapsara la autopista. Estaba lejos de mi casa y de mi gente más cercana. Ninguna de las personas con las que hablé por teléfono aquella tarde hizo que dejara de sentirme menos solo ni intranquilo. Ese día se acabó el mundo en el cual había vivido confortablemente. Desde entonces, -y esto no es la primer ni la última vez que lo escribo- el apocalipsis tiene lugar todos los días.