VALÈNCIA. Dice Fernando Castro, comisario de la exposición sobre Picasso, que desde hoy y hasta el 1 de marzo luce la primera planta de la Fundación Bancaja, que hay de algo de Lacan en las obras del pintor malagueño que se exponen en València. Sin duda, a este psiconalista, le encantaría analizar la última etapa de uno de los artistas más grande del contemporaneidad, falocentrando cada una de sus obras para reivindicar su derecho al deseo.
"Cuando veo a un amigo, lo primero que hago es buscar en el bolsillo la cajetilla de Gauloises para ofrecerle un cigarrillo, como hacía antes. Y eso aunque de sobra no fumamos. Por más que la edad nos obligue a renunciar a ciertas cosas, el deseo persiste. Algo así pasa con el amor. Ya no lo hacemos, pero sigue perdurando el deseo. Y nos metemos la mano en el bolsillo". - Pablo Picasso
La exposición que plantea la Fundación Bancaja se forma de más de 200 grabados de la etapa más tardía del malagueño, ya "encastillado" y huído de toda esfera artística, pero incansable en su producción y en su arte. Las salas se llenan -literalmente- con sus 'suites' 347 (1968) y 156 (1970-72), además de aportaciones fotográficas del Museo Picasso de Barcelona. Son anexos a la altura de las obras del pintor a cargo de David Douglas Duncan, André Villers, Jacqueline Roque, Robert Capa, Edward Quinn, Michel Sima, Lucien Clergue o Roberto Otero. En ellas conversa un Picasso que no le importa ser retratado, incluso lo hace con cierta vanidad, con unas obras que demuestran cierta sensación de notar que la vida se escapa y que sus 80 años pesan más que su genialidad.
Lo hace en dos sentidos, primero, en el meramente hedonista o sexual. Retrata escenas circenses, costumbristas o sencillamente representaciones del artista y su modelo. En todas estas obras, existe una construcción (de hecho, él no trabajaba con modelo) basada en un deseo que pierde, el del amor carnal. Cuando no está el sexo, entonces son los cigarros, otra representación fálica que también le representa en su pérdida de la capacidad sobre los vicios en virtud de cuidarse en salud.
Y una serie dedicada exclusivamente a actuar como "vouyeur" de Degas, en las visitas de este a los prostíbulos. Contaba también Castro, que Degas ya era impotente entonces, así que muchas veces iba solo a mirar, a no tocar a las chicas, incluso únicamente a dibujar. Picasso traslada eso a grandes bacanales en las que incluye, de diferentes maneras, al maestro francés.
Una reproducción ciputoda de todo aquello que rodea su sexualidad, banal y superficial, pero con una técnica artística infalible: "si Picasso dejó de ser el mejor pintor del mundo, nunca dejó de ser infalible haciendo grabados y dibujos", opinaba el comisario de la exposición.
Colocar una cámara en un grabado también es una reivindicación artística
En Plano Americano, una pareja se besa en un cuarto oscuro, solo iluminados por una cámara que encuadra el plano que da nombre a la obra. Picasso fue un pintor de vanguardias y siempre quiso reivindicar su actualidad, con referencias muy claras al pop y a los ámbitos culturales de entonces. No le da pavor dibujar sobre la televisión o el circo, cuando estas eran entendidas como disciplinas banales.
En realidad, tal y como comenta Fernando Castro, los últimos años de Picasso son amargos mediáticamente, la crítica y los círculos de arte ya no le prestan atención, y en el arte contemporáneo se recupera la figura de Duchamp. Una concepción del arte totalmente diferente, y con la que Picasso no comulgaba. Es entonces cuando se encierro y sus obras se empeñan en reivindicar un arte "que ya conecta con la modernidad". El deseo también tiene ligada la consciencia externa, la fama, el reconocimiento. Picasso deja de interesarse por un mundo que no se interesa por lo mismo que él, y así lo quiere dejar claro en sus obras finales.
Incansable, genial, cipotudo. Picasso nunca dejó de aprender ni brillar. Aunque el mundo cambiara y él no. La posteridad pocas veces llega tras la muerte, cuando el deseo ya no puede ser saciado. El Picasso tardío refleja, de manera magistral, que los finales pueden ser menos amargos si te los crees menos.