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EL CUDOLET / OPINIÓN

El Bachillerato de Max Aub: por eso soy valenciano

24/08/2019 - 

Conocí tarde la extensa obra de Max Aub. A principios de los años noventa.  Nada espesa. Prolífica. Consumido por una adolescencia cegada por un gallo que acorralaba a la masa bruta en el corral. Algo así como un ensayo sobre la ceguera. Aferrado a la sinrazón, poco después de leer los primeros textos de Max Aub me sorprendieron las declaraciones realizadas en un diario generalista del expresidente Aznar, sobre la venerable figura del apátrida escritor  arraigado a la ciudad de València. La efigie moderada del tejano popular, director de la política española de finales del siglo pasado, enmascarado en el centrismo político, y jefe supremo del Estado español que tras su llegada al gobierno de la nación suprimiría el servicio militar, negociaría en la intimidad con vascos y catalanes, y acabaría sustituyendo como un verdadero académico en su particular diccionario la semántica del nombre a los asesinos de la banda terrorista ETA. Lo de Movimiento de Liberación Nacional no fue solo una traición a los muertos, también un insulto a la inteligencia.  Grata sorpresa descubrir el idilio entre el dirigente popular relacionado con el universo de las letras del escritor del Bachillerato, quizás la única en todo su mandato. 

Con el paso de los años quimera absoluta. La corrosión del carácter pudo con el tejano finiquitando su currículum político en el atril de las Islas de las Azores. Probablemente el escritor venerado por el vaquero, al igual que su esposa Ana Botella dominadores de la lengua de Shakespeare, se hubiera dado a la fuga como una novia en el altar cruzando al país fronterizo de los Victor Hugo, Balzac, Sartre como ya lo hiciera en el año 1939, tras la declaración de guerra al débil régimen del dictador iraquí Sadam Husein. Regado de inquietudes, sembrado por las emociones, incrédulo en mí, creí en ese absurdo tópico de que las cosas podían ejercitar un cambio radical en la centralista cultura que pilotaba sobre la política española siempre abonando las izquierdas a ella. En mi adolescencia los planes nacionales de educación podían haberme liberado de otras lecturas, lo hubiera agradecido. Cuando cursé mis estudios en los Hermanos Maristas apenas pude disfrutar de escritores europeos y universales. Estudié la engorrosa y pesada Literatura Española, el catecismo español, releyendo a los Miguel de Cervantes, Pedro Páramo, Pedro Salinas, Baroja, Benito Pérez Galdós, Camilo José Cela, entre otros. Me hubiera europeizado antes, universalizado después. 

Se preguntarán por la relación del Bachillerato con el escritor. Max Aub nació en 1903 en la ciudad de París, a edad muy temprana recaló en la ciudad del Jardín del Turia. Estudió en el centro que lleva el nombre del humanista valenciano Luis Vives. Basta en detenerse a leer estas palabras del escritor. “No se es de donde se nace, sino del país que se canta: Móreas, francés, Conrad, inglés, Machado, castellano. O, como no recuerdo quién decía de donde se estudia el Bachillerato: por eso yo soy valenciano”. Contrajo matrimonio en la iglesia de San Andrés el 3 de octubre de 1926 con Perpetua Barjau Martín. Aprendió la lengua venárcula de los valencianos, hablaba mejor que la escribía. Amigo personal de Josep Renau, Genaro Lahuerta, Pedro Valencia entre otros. Éste último lo definió así cerebro, corazón y lengua. En gran cantidad de sus textos el paisaje valenciano es un bello escaparate de su escritura, además de iluminarnos con personajes novelescos ambientados en la ciudad. Dominó todas las artes literarias posibles: poesía, teatro, narrativa, ensayo, sin olvidarnos de sus colaboraciones con el séptimo arte. Empadronado en la ciudad de València durante veinticinco años, vivió y escribió hasta su forzosa retirada de la ciudad en 1939.

Se cumple este verano cincuenta años del regreso a su patria chica desde su exilio en México. Sin rastro de la noticia. En su relación epistolar con Rafael Prats refrescaba treinta años después la ruta diaria de su vida en la ciudad. Continúan existiendo todas las casas en que yo viví: la de la calle de Reina, en el Cabañal; la de la avenida de José Antonio, la de Garrigues, la de Sevilla y la de Almirante Cadarso, donde tuve el gusto de saludar a mi portera, Clotilde.  El maridaje de la escritura de Max Aub ha prevalecido en mí hasta estos días. Seguirá perdurando en el tiempo procesándole un perpetuo homenaje al valiente escritor. Quién no sepa nada del apátrida escritor que no recurra a la Wikipedia debe acercarse al mostrador de una librería y adquirir una de sus obras. La calle de Valverde, Campo de almendros o La Gallina Ciega” las más valencianizadas. Max Aub, escritor de entreguerras, me enseñó a leer, sufridor de las letras, merecedor de un Nobel. 

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