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TODOLÍ CITRUS FUNDACIÓ  

El Bartolí Lab creado por Carlos Salazar para Todolí, premiado con el Novum Design Award

31/08/2021 - 

VALÈNCIA. “Tanto [Vicent] Todolí como yo apreciamos las zonas verdes, los huertos, especialmente porque hemos crecido cerca de ellos, supongo que eso te hace tener una perspectiva o sensibilidad particular”. Estas palabras las firmaba el arquitecto valenciano Carlos Salazar allá por 2017, cuando todavía quedaban muchos pasos por dar para que el Bartolí Lab fuera una realidad. Ahora, cuatro años después de esa declaración y con el proyecto en pleno funcionamiento, el trabajo de Salazar, la cocina que imaginó Ferran Adrià para Vicent Todolí entre naranjos, ha sido reconocido en los Golden Novum Design Award en la categoría de diseño arquitectónico.

Pero, ¿qué es el Bartolí-Lab? Se trata de un edificio pensado como cocina y centro creativo para la Fundación Todolí Citrus. Recibe el nombre de la partida rural de la localidad de Palmera donde el comisario artístico Vicent Todolí ha ubicado su proyecto. En su epicentro, la antigua casita de aperos ha dado paso a un liviano edificio, una pequeña joya arquitectónica. Un proyecto del Estudio de Carlos Salazar, que ha contado con la colaboración del gran chef Ferrán Adrià, que se plantea como una “probeta” del paisaje cítrico valenciano concebida como espacio de investigación gastronómico.

Es en un enclave rodeado de huertos de naranjos donde se encuentra la Todolí Citrus Fundació, en donde se desarrolla un proyecto complejo y ambicioso que engloba cultura, gastronomía, investigación y conservación paisajística en un espacio que nació de la inquietud de preservar el entorno medioambiental del hogar familiar de Vicent Todolí, amenazado por la vorágine urbanizadora de hace algunas décadas y frente a la que respondió creando una Fundación en forma de colección citrícola, la más grande del mundo a cielo abierto, con cerca de 400 especies diferentes adquiridas durante los últimos años.

La particularidad del proyecto surgió a la hora de abordar el diseño de una cocina absolutamente móvil que fuera a la vez laboratorio y comedor en donde los elementos de esa cocina en un momento dado pueden desaparecer – ser guardados para hacer un acto–, o incluso sacarse para cocinar en el exterior. El resultado es un espacio cuyos requerimientos son poder trabajar, cocinar, elaborar productos relacionados con los cítricos, realizar eventos, charlas y que fuera tanto un comedor interior como exterior. Un aspecto muy importante que se ha tenido en cuenta en la fuerza de la luz natural del lugar. El edificio del laboratorio cuenta con unos grandes voladizos que suavizan el ambiente lumínico interior y que en una lateral genera un porche donde se realizan comidas al exterior junto a uno de los huertos de cítricos.

La construcción se ha realizado sobre un antiguo almacén que se encontraba en un estado muy precario. El resultado final se muestra grácil, funcional, luminoso, cuyo juego de geometrías arriesgadas provoca una sensación cercana al organicismo. La construcción tiene un indisimulado aire californiano, Este laboratorio asume todas esas cualidades artísticas y además muestra con sutileza la eficacia de una estructura de finos pilares, cerchas, ventanales y cerramientos que nos señalan los valores de una arquitectura culta y recuerdan los californianos balloon frame –armazones de bastidores– con los grandes voladizos de la arquitectura de  los pabellones japoneses que proporcionan una necesaria sombra en el exterior y una amable luz en su interior.

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