VALÈNCIA. El Circuit Cultural Valencià enseña sus entrañas. Es uno de los grandes proyectos culturales del Institut Valencià de Cultura, que tiene como objetivo descentralizar la programación de las grandes ciudades, pero si bien cumple su función de diversificarse geográficamente, no lo hace tanto en cuanto a las propuestas programadas. Es una de las conclusiones que se deduce del informe de actividades de 2020, que se presentó el pasado mes de mayo y al que ha tenido acceso este diario. El contraste entre propuestas es evidente: de los 760 títulos de cine, música y artes escénicas contratadas durante el año de la pandemia, solo 22 se han repetido en más de cinco poblaciones de las 90 adheridas al plan. Mientras, 520 (es decir, el 68,4% del total) solo se han podido ver una vez, teniendo en cuenta en el cálculo del porcentaje que el mismo informe descarta incluir las que directamente no han hecho una sola función (un dato no ha sido incluido ni facilitado posteriormente).
La radiografía crea dos ligas totalmente diferenciadas, con compañías ganadoras y perdedoras, especialmente en el terreno de las artes escénicas, que son el grueso del catálogo. En este sentido, los dos espectáculos más solicitados durante el 2020 pertenecen a la misma compañía: L’Horta Teatre, que movió su espectáculo infantil Horta hasta 31 veces, mientras L’electe hizo lo propio 19 veces. La compañía es una de las más longevas y populares de toda la Comunitat, y el actual Director Adjunto de Artes Escénicas del IVC, Roberto Garcia, fue su director artístico durante 17 años.
El podio lo cierra otra compañía, Maduixa, que pudo girar su espectáculo de danza Lú 15 veces. Le sigue Historia de una maestra, la primera que se podría considerar de una compañía emergente (que según la definición del propio IVC, son las que tienen cinco años o menos de vida). Si bien la primera propuesta ya dobla en número de funciones a la tercera, solo 65 de los 760 llegan a hacer 3 (una décima parte de la más programada).
Desde el IVC justifican este contraste, en primer lugar, a que el 2020 fue el años de la pandemia, en la que las programaciones tan solo cubren una parte del año debido a las restricciones culturales. Por otra parte, explican que son los programadores de cada localidad los que se comprometen a incluir un número de propuestas, de las que un porcentaje importante han de ser compañías valencianas y la danza también tiene una cuota específica. El cómo está definido pero el cuál no. El IVC revisa que esas cuotas se cumplan, y los espacios adheridos reciben a cambio la ayuda directa de parte de esa programación.
Este sistema es definido y va evolucionando en diferentes encuentros que el Institut organiza junto a las personas que programan. El programa funciona desde la perspectiva de ampliar la oferta en las localidades: se programa más y con una ayuda extra de la administración autonómica. Pero en el otro lado de la mirilla, la sensación no es la misma.
Se trata de compañías que han incluido su propuesta esperando poder girar y rentabilizar sus producciones, muchas de las cuales han salido adelante gracias a alguna línea de ayudas del IVC. Pero se encuentran con una realidad diferente. Es el ejemplo de Albert García Saurí, que a través de su compañía eLeCeDe creó Pèls de Colom, un espectáculo multidisciplinar que en València se ha podido ver en diferentes espacios. Recibió la segunda ayuda más cuantiosa, incluyó la propuesta en el catálogo e incluso se puso en contacto con 86 espacios personalmente. Solo obtuvo una respuesta. Cuando insistió, otros ayuntamientos contestaron “con largas” y, a día de hoy, no ha actuado una sola vez gracias al Circuit.
Algo similar ocurre con otra compañía como Dunatacà, que desde su fundación a finales de 2016 solo ha actuado una vez en el marco del Circuit. Su experiencia es la de enterarse que su función formaba parte del programa cuando le pidieron que facturara parte del caché al Circuit. Dos de sus creaciones han recibido ayuda del Institut, mientras otra ha sido una co-producción. La compañía va a dejar de ser “emergente” para adentrarse en el oscuro territorio de los 5 a 10 años, el periodo donde mueren una parte importante de las compañía valencianas de artes escénicas.
El IVC justifica este situación a la que se ven abocadas las compañías al cuello de botella de oferta que hay de creaciones locales. Como no es asumible y desde el organismo no pueden interferir en la decisión de los espacios, son las compañías que tienen más experiencia en marketing o una distribuidora de confianza las que consiguen colocar sus producciones, mientras otras caen en el olvido.
En los últimos años —explican— se han celebrado jornadas dedicadas exclusivamente a mostrar a los programadores propuestas emergentes. Una selección hecha por el propio Institut de unos pocos títulos que creen que pueden ser de su interés para fomentarlos. Así, Lázaro, de Roberto Hoyo, que pudo verse en una de esas jornadas, aparece en la parte alta de la lista con siete funciones diferentes. El sistema parece funcionar, pero solo tienen oportunidad unas pocas compañías adoptadas por el Institut.
Con todo esto, el IVC recuerda que el Circuit Cultural es un sistema que ha multiplicado la oferta en pocos años, que es un proyecto en crecimiento y que algunas de las dinámicas que sacan a la luz los datos del informe de 2020 son fruto de la diferencia estructural de profesionalización de las compañías. En resumen, quien tiene músculo y distribuidora, lo tiene más fácil; mientras el exceso de oferta, lo pone todo más difícil. Además, recuerdan que este es solo una ventana de muchas a las que pueden acceder: salas privadas o giras nacionales, por ejemplo.
Por su parte, las compañías emergentes consultadas por este diario coinciden en preguntarse quién y cómo se genera este contraste, se preguntan si hay una mediación real y si hay una atención real a las propuestas más periféricas, mientras el IVC responde a este diario que los ayuntamientos buscan cierta rentabilidad que compañías como L’Horta o Albana les suele asegurar. El “pico y pala” de las emergentes tiene que luchar con un mercado “saturado”.
Los creadores también señalan que el sistema de ayudas, junto a las pocas oportunidades que se ofrecen posteriormente, abocan a funcionar con un espectáculo al año, que recibiendo una ayuda a la producción pueda hacer sobrevivir la compañía. Un régimen de sobreproducción de obras que cobran subvenciones pero que no tienen cómo darles una vida duradera, y acaban alimentando ese cuello del botella al que se refiere la propia administración. El pez que se muerde la cola.
Más allá del contraste entre compañías o propuestas mejor y peor acogidas por parte de los programadores, también hay ciertos factores reseñables en el mismo informe. Por ejemplo, que muchos de los títulos más repetidos son creaciones para público familiar o escolares, como The New Little Prince (5º más representada, 11 veces), My Little Library (9º más representada, 9 veces), o Charlie i la fàbrica de reciclatge (17º más representada, 6 veces).
También que, si bien las compañías valencianas suponen el 72,45% de las funciones programadas, el idioma en el que desarrollan sus propuestas no es tan relevante. Un 42,9% fueron en valenciano, mientras un 37,11% lo hacen en castellano. Cerca de un 20% lo hace “en otros idiomas”. El teatro supone un 57,65% de lo contratado, mientras la música marca un 22,13%, la danza un 8,80% y el circo un 7,45%.