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hacia un nuevo modelo de ciudad

El desconocido libro que cambió la historia de València

Foto: KIKE TABERNER

41 años después, las propuestas incluidas por Campos Venuti en ‘Urbanismo y austeridad’ siguen siendo válidas

20/01/2019 - 

VALÈNCIA. Esta es la historia de 196 páginas que cambiaron València. Esta es la historia de un libro que, como un vigía, avanzaba el futuro. Un libro que contenía ideas como ésta: “Es preciso renovar completamente la política de vivienda, con un gran sentido de la responsabilidad y del equilibrio, lo cual, en el caso que nos ocupa significa cambiar mucho y no contentarse con unos cuantos retoques. El primer eje de esta renovación ha de ser una nueva política del crédito y el segundo sería el alquiler justo (equo canone), es decir, una nueva política de alquileres”. 

Podrían haber sido pronunciadas esta semana, pensadas en España o en el caso valenciano, pero fueron escritas hace 41 años y presentadas en un encuentro celebrado por el Partido Comunista Italiano en Roma, los días 19 y 20 de febrero de 1977. Fueron publicadas por primera vez en España en 1981 por la editorial Alianza dentro de un volumen titulado Urbanismo y austeridad y son obra del catedrático de Arquitectura, político y urbanista romano Giuseppe Campos Venuti (1926).

Más allá del ámbito de la Arquitectura, muy poca gente conoce este libro de 196 páginas y muchos menos saben que es una de las obras más influyentes de la historia reciente y decisivo en la transformación urbana de València. “Fue uno de los dos textos que dirigieron la política urbanística de los 70 y 80”, asegura sin ambages Vicente González Móstoles. Director de Urbanismo de València durante la alcaldía de Ricard Pérez Casado, González Móstoles fue el encargado de velar por la defensa de la Devesa del  Saler y de Ciutat Vella, e impulsó la regeneración de la periferia. En 1983, como director de Arquitectura Urbana, desarrolló el programa de Vivienda en el Centro Histórico y el Jardín del Turia, entre otros proyectos, ambos inspirados por Campos Venuti.

Urbanismo y austeridad, relataba hace tres años y medio Carlos Nardiz en un artículo en La Voz de Galicia “tuvo una gran aceptación en los nuevos ayuntamientos democráticos españoles, en donde la ilusión por transformar las condiciones de vida de los barrios residenciales construidos anteriormente era una de las demandas principales (junto con las políticas) de los movimientos sociales que surgieron entonces reivindicando otras formas de construir la ciudad. [Venuti] Él mismo fue asesor del Plan General de Madrid de 1985, que apostó por la rehabilitación y la regeneración urbana y que se convirtió en modelo de los planes de urbanismo de otras muchas ciudades”.

Foto: KIKE TABERNER

“Lo cierto”, explica González Móstoles, “es que el texto de Campos Venuti impregnó la práctica urbanística de los ayuntamientos españoles en la Transición, en la que resultaba axiomático aquello de que ‘el desarrollo se ha basado en el despilfarro, el ecocidio y el deterioro de la calidad de vida’. Y completaba su ideario exponiendo las cinco salvaguardias de los factores esenciales de la vida urbana, pública y social que debían ser tenidas como guía: reivindicar los usos colectivos del suelo, evitar la exclusión ciudadana, compatibilizar la producción y la vivienda, y defender la arquitectura histórica”. Cinco salvaguardias que se convirtieron en los cuatro puntos cardinales del nuevo urbanismo.

La arquitecta valenciana Sonia Rayos destaca la actualidad de Urbanismo y austeridad. “Resulta asombroso lo vigente que es la visión de Campos Venuti, tras unas décadas de explosión inmobiliaria en las que el trazado y la configuración de las ciudades ha girado en torno al trabajo productivo desde una lógica económica, en lugar de atender al ciudadano en su diversidad. Especialmente teniendo en cuenta la época en la que este pionero del urbanismo social se encontraba cuando comenzó a desarrollar sus teorías, una época relacionada todavía con la lógica del desarrollo ilimitado y la fe ciega en los mecanismos del mercado inmobiliario”. De hecho, hay quien sostiene que si se hubieran seguido sus enseñanzas España jamás habría sufrido la crisis del ladrillo tal y como la vivió.

Foto: KIKE TABERNER

“Campos Venuti se mostró a favor de dar prioridad a los equipamientos públicos”, prosigue Rayos, “y de otorgar un carácter social a la intervención de los centros históricos, de manera que no fueran considerados únicamente patrimonio cultural arquitectónico sino patrimonio humano, con todo lo que ello implica; es decir, la salvación de las piedras pero también la de las personas que las habitan. Lo que el propio Campos Venuti desarrolló a través de las cinco salvaguardias, y que acomodado al contexto actual podría servir para replantear la ciudad”.

En este sentido, Campos Venuti advertía en su libro del peligro que existía de que se entendiese la conservación del centro histórico “como un fin y no como un medio”, o de que se considerase a éste “como algo aparte de su matriz urbana”. Dicho de otro modo: premonizó la conversión de los centros históricos en parques temáticos para turistas. Y es aquí donde propone alternativas que hoy podrían seguir planteándose. “La política de la recuperación de viviendas representa una alternativa radical a la opción del crecimiento indefinido, no como una variante en materia de vivienda del desarrollo cero en economía, sino como una gestión programada de todos los recursos disponibles, en éste como en otros sectores”, escribía.

Foto: KIKE TABERNER

La huella de este libro se percibe nítidamente hoy en València en el antes mentado Jardín del Turia y en la recuperación de algunas zonas de Ciutat Vella, como por ejemplo la Plaza del Carmen. El arquitecto José Ignacio Casar Pinazo, inspector de Patrimonio de la Generalitat durante los años noventa y principios de siglo, cita estos dos casos con el volumen de Venuti en sus manos. “La librería de Madrid donde lo compré en los años ochenta ya ha cerrado”, sonríe. A él llegó por una influencia académica. “Acabados mis estudios, impartía Urbanismo en la Escuela de Valladolid, trabajaba en Madrid y acudía regularmente todos los fines de semana a València. El catedrático de la asignatura, Alfonso Álvarez Mora, que había sido profesor mío, había sabido dirigir mi interés por la urbanística hacia la conservación de la ciudad histórica”. Lo compró por casualidad, aunque las casualidades no está claro que existan, y ahora lo tiene perfectamente localizado en su más que nutrida biblioteca personal.

Como todo texto teórico que se precie, Campos Venuti también tenía sus propias fuentes. Las explica González Móstoles. El texto, dice, es “heredero” del Informe Meadows patrocinado por el club de Roma y publicado en 1972 en el que, apunta González Móstoles, “quizás por primera vez se ponen de manifiesto los límites del crecimiento económico sin límite aparente, consumidor voraz de recursos”, y donde se expone que de seguir esas tendencias se excederá la capacidad del planeta para sostener una población siempre creciente. Esas ideas ahora son asumidas por la práctica totalidad de los partidos políticos y han hecho que palabras como sostenibilidad sean de uso frecuente. Según González Móstoles, “Campos Venuti se apropia de este corpus y desarrolla magistralmente su transposición a la doctrina urbanística, que ya había tenido un inicio brillante con el Piano Regolatore de Bolonia de 1969, de la mano de Cervellati”.

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En este punto mención aparte merecen las ya mencionadas cinco salvaguardias que incluyó Campos Venuti en el volumen. Son su veta dorada. Las propuso por primera vez en un ensayo que presentó en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre asentamientos humanos y hábitat celebrada en Vancouver en 1976. Según el estudioso italiano, la renovación urbanística de las ciudades debía hacerse teniendo en cuenta la salvaguardia pública, la social, la productiva, la ambiental y la programática

La primera hace mención a la reserva de suelo para fines educativos, sociales, sanitarios culturales y deportivos; la segunda, a la necesidad de la permanencia en cada barrio de la ciudad de las clases populares que las dinámicas del mercado (entonces se hablaba de ‘lógica capitalista’) expulsan al extrarradio, con mención expresa a obreros, artesanos, pequeños comerciantes y jubilados. La tercera abogaba por evitar “la expulsión” de las industrias de las ciudades. La cuarta es la que hacía mención a la defensa de la arquitectura histórica con un concepto más humano, citada antes por Rayos. Y, finalmente, la quinta invocaba a la necesidad de “programar con realismo el sistema de la viabilidad”.

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A las salvaguardias se refiere Pinazo. “Eran el código con el que empezamos a redactar los primeros planes especiales de protección. Campos Venuti no solo teorizaba, sino que había gestionado con eficacia en los primeros sesenta la ciudad de Bolonia; esa experiencia y la que acumuló después en la Regione Emilia-Romagna cimentaron las cinco salvaguardias”, explica. “Años después”, relata González Móstoles, “el primer Ayuntamiento democrático de València trató de poner en práctica tales ideas a través de un conjunto de programas como la protección de Ciutat Vella, que acabó por fin con la pesadilla del plan de reforma interior de Goerlich; la reordenación y urbanización de la periferia urbana; la desclasificación masiva de suelos de huerta que estaban destinados a la urbanización; y la recuperación de los espacios abiertos tan significativos como El Saler y el cauce del Túria”.

“Que este urbanista hablara hace más de cuarenta años de reorganizar la estructura de los barrios atendiendo al bienestar social e implicando a la ciudadanía”, señala Rayos, “me parece muy interesante, no solo en el contenido de su discurso sino también en las formas propuestas de actuación, ya que tienen mucho que ver con los procesos participativos que se están dando hoy en día para democratizar ese espacio público y que no se vea relegado a mero lugar de paso”. En cierto modo, se podría decir que el gran logro de Campos Venuti es que consiguió devolver las ciudades a las personas, al demostrar en el plano teórico y práctico cómo se podía hacer. Y lo hizo antes que nadie.

Foto: KIKE TABERNER

Más ejemplos de la lucidez que atesora Urbanismo y austeridad, y en este caso uno que afecta especialmente a València. Junto a casos prácticos como el plan regulador de ciudades italianas como Pavia, el libro incluía también un capítulo específico dedicado a la agricultura, a la que se califica de “la gran ausente del urbanismo”. Campos Venuti abogaba porque las zonas agrícolas recuperasen “su función real, que es la productiva”, escribe. Mina de ideas, los textos de Campos Venuti incluían también reflexiones que ponen en tela de juicio muchas de las iniciativas que se han vivido en los últimos quince años en España. “No se puede seguir gastando dinero en palacios de cristal y cemento, para oficinas privadas y públicas, cuando zonas industriales enteras tienen necesidad de transformaciones radicales contra la contaminación”, escribía.

“A mí personalmente me gustaría pensar que el urbanismo debe ser neutro y no tener ideología, lo cual se ha demostrado no ser del todo cierto”, señala Rayos. “Por eso creo que es un buen momento para reorientar el diseño de las ciudades situando como eje a las personas y su socialización, tal y como afirmaba este urbanista italiano, teniendo en cuenta la diversidad de los que habitan las ciudades. Priorizar el sostenimiento de la vida, poner a las personas en el centro de las decisiones urbanas y rechazar la división funcional del espacio que desarticula los desplazamientos”. 

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Y añade: “El urbanismo debería estar al servicio de los ciudadanos, tener como objetivo último mejorar el espacio público y la vida de las personas, velar por la igualdad y la inclusión, y para ello debe tener en cuenta las necesidades derivadas de la vida cotidiana y las distintas variables identitarias”. Ideas todas ellas avanzadas por Campos Venuti.

Cuando en 1996 la Universidad de Valladolid le nombró doctor honoris causa propuesto precisamente por Álvarez Moraen su discurso de aceptación Campos Venuti, quien mostró su gratitud hacia la generosidad que siempre había sentido en España, advirtió además de la necesidad de avanzar hacia una ciudad más sostenible. “A esta conminatoria advertencia de ayer, la generación urbanística de la Transformación debe añadir hoy otra completamente nueva: la de adecuar la ciudad a las exigencias ecológicas, porque ahora conocemos bien los riesgos que se corren al no respetarlas”, sentenciaba Campos Venuti. Palabras que deben tenerse muy en cuenta. Como señala González Móstoles, ciudades como València fueron “deudoras de su elaboración teórica”. “Luego, otros tiempos, otras prácticas, otros personajes, nos llevarían a puertos bien diferentes, que, como hemos visto, han resultado nefastos”, recuerda.

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