TIEMPOS POSTMODERNOS / OPINIÓN

El despotismo iletrado en tiempos de covid-19

En España presumimos de demócratas, pero actuamos de forma sumisa y conformista ante la falta de información

17/05/2020 - 

Que Nueva York en particular y Estados Unidos, en general, se hayan visto afectados de manera muy grave por la crisis del covid-19 puede estar, al igual que en España, relacionado con la nefasta gestión de sus gobiernos y su tardía reacción, a pesar de las advertencias. Ello no es óbice, sin embargo, para que estén siendo capaces de poner en marcha medidas concretas sobre la forma de vuelta a la normalidad. Además, no todos los políticos americanos son insensatos enloquecidos, de la misma forma que no todos los americanos son ignorantes que no saben dónde está Europa, puesto que muchos de los mejores científicos e investigadores están en las universidades y centros de investigación americanos, así como un sinnúmero de pensadores, humanistas, filósofos y escritores.

Muchos olvidan esto cuando se habla de Estados Unidos o cuando se atribuye a ciertas regiones, países o grupos de individuos los tópicos más burdos o absurdos. Socialmente es más fácil seguir la corriente, pues mantener posturas que se oponen a la mayoría suele encontrarse con un muro de incomprensión o rechazo, o si no que se lo pregunten al doctor Thomas Stockmann del drama de Henrik Ibsen Un enemigo del pueblo. Los que somos de natural rebeldes, tendemos a llevar la contraria, en parte por pensar de otra forma y en parte por obstinación. Del mismo modo que Stockmann, siempre he pensado que las mayorías se equivocan con frecuencia y por eso debemos cuestionar de forma sistemática lo que pensamos y lo que se nos dice.

Por todo ello, creo que vale la pena destacar la labor del gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, que ha comenzado el proceso de salida del confinamiento con total transparencia, dando cuenta de los indicadores utilizados para cambiar de fase y de en qué situación se encuentran los diferentes condados del estado de Nueva York. Como puede verse en el mapa que se actualiza de forma diaria, no sólo se incluye la lista de los siete indicadores utilizados (que se definen en dicha página web) sino que también se informa de la situación relativa (con las cifras concretas) de cada condado y si éste cumple los requisitos para pasar de fase.

La situación de la Comunidad Valenciana ha sido paradigmática a este respecto, justamente por encontrarnos en la situación contraria. En España no es la comunidad autónoma sino la administración central la encargada de analizar los datos y tomar la decisión del cambio de fase. Sin embargo, al postergarse nuestra entrada en la primera fase no sólo los ciudadanos no hemos sabido la razón de esta sorprendente decisión, sino que, al parecer, tampoco las autoridades regionales tenían una idea clara de los motivos. ¿Tan difícil es proporcionar tablas con datos y mapas de colores? Los indicadores utilizados por la administración de Cuomo son los esperables en esta situación. ¿Por qué no hemos conocido los criterios? Tampoco se ha hecho pública la lista de personas (“expertas” primero, “técnicos” después) que decidieron dichos criterios. Querer conocer estos datos no es una cuestión política, sino de transparencia democrática. Todo para el pueblo, pero sin el pueblo. En este estado excepcional en el nos han metido, la falta de dicha información, al menos a mí, me hace pensar que no se deben estar aplicando criterios técnicos, sino de otro tipo y que, por algún motivo que  desconocemos, se utiliza esa información con otro propósito. En ocasiones, sin embargo, es necesario aplicar un cierto grado de discrecionalidad técnica. Pero si esto no se justifica, bien sabemos que de la discrecionalidad a la arbitrariedad sólo hay un paso. Es el despotismo iletrado de la postmodernidad. Pero nunca lo sabremos. Además, para colmo, el “Levante feliz” sigue siendo ignorado hasta en los medios de comunicación de ámbito nacional, mientras redes sociales, tertulias y gente en general se entretienen con la Comunidad de Madrid. 

Mientras tanto, son ya más de 27.000 españoles los muertos por el covid-19 (seguramente nunca conoceremos la cifra exacta, por nuestro bien, claro) y a fecha de hoy, después de dos meses, España sigue siendo el país del mundo, como puede verse en el gráfico, con mayor tasa de mortalidad por covid-19 por millón de habitantes, cerca de los 600 y más del doble que en Estados Unidos. Siendo esta la situación, ¿podemos confiar en que la vuelta a la normalidad se vaya a realizar con garantías?

A pesar de sus gobernantes, de un sistema de protección social deficiente, de una atención sanitaria no universal y, como consecuencia, de niveles de desigualdad que deberían ser inadmisibles en cualquier país del mundo, seguimos teniendo cosas que aprender de los americanos. Están convencidos de que su Constitución es la garantía de sus libertades individuales. Con mayor o menor tino, sospechan de las autoridades públicas cuando creen que éstas se sobrepasan y peligran dichas libertades y saben (desde siempre) que la información y la transparencia son la base para poner límites al poder. En España presumimos mucho de demócratas, pero nuestro comportamiento y nuestra actitud suele ser mucho más sumisa, fieles a eslóganes, pero con un grado de conformismo sorprendente cuando se nos oculta la información o se nos trata como a niños a los que no se les puede decir la verdad. Tomando como base la evolución de estos últimos meses, he llegado a la convicción de que el estado de alarma no sigue en marcha sólo para protegernos, sino como un mecanismo más para reducir el control democrático y dejarnos en la oscuridad. Posiblemente me equivoque, pero no me resigno a ser un palmero más, nuestro derecho es saber y la obligación de nuestros gobernantes rendir cuentas e informar.

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