Hoy es un día que declararse antibético puede sonar lascivo. Dudo mucho que la Comisión Nacional Antiviolencia pueda multarme por ello, además de no aferrarme a una valla paravalanchas, ni portar el micro en la vieja general para alentar a los incondicionales del Valencia CF. Ni piso Mestalla. Ni disfruto del fútbol profesional. Odio lo de moderno. Me incómoda. Ser antibético es una deuda con el pasado. Una herida que costará cicatrizar en el tiempo. Solo Calderón, sirvió en su día de Betadine al manifestar que el Betis ofreció prima doble a sus jugadores por empatar con el Cádiz.
Un equipo, el Cádiz, que entrenaba mi querido, vecino y respetado Paquito. Aquel resultado motivó que mi equipo descendiera a la división de plata por culpa de los de la Tacita de Plata. La vesprada de aquella fatídica jornada contaba con once años en mi palmarés. Pegado al transistor escuchaba el carussel deportivo de José María García. Lloré mucho. Mi equipo, aquel que mi padre sacaba pecho descendía por primera vez en su historia. Me preocupaba el interés que mostraría en la siguiente temporada por renovar mi colección de cromos.
Hoy jugamos contra el Betis. En Sevilla. En la Cartuja. Estadio que en 1999 me levanté ante miles de valencianistas, para micro en mano dirigir la animación de la grada. No tuve miedo escénico ante tal objetivo. Misión cumplida. Fui un suplente de lujo de mi amigo Rafa Lahuerta, el de Noruega. Lo hice bien, pese a mi juventud. Nos llevamos la copa. Mi primer título con uso de razón. A la vuelta, después de tanta Cruzcampo en el cap celebramos en el césped de Mestalla la victoria con todos los compañeros de grada.
Cada uno afronta las rivalidades deportivas a su manera. Mi viejo siempre decía que se emborracharía si hubiera visto bajar al Athletic Club de Bilbao. No lo llegó a hacer. Murió sin beberlo pese a las amenazas de mi madre. A Carmela no le gustaban los borrachines, y eso que en el Palco Vip había mucho borrachín, rezaba una de las letras del Gol Gran. El Betis es un equipo antipático. No me cae bien. Detesto el floclore del Benito Villamarín. Recuerdo incluso acompañar a mi padre la jornada que años después, el Betis dirigido por Calderón, visitó Mestalla para acercarme a él, y mostrarle mi admiración por su honestidad al denunciar tal acción antideportiva que mostraron sus compañeros de escuadra. Me fui contento a casa.
Esta noche el equipo del Bronco y Copero debe hacer justicia con la historia del Club. Devolver con creces aquel deshonesto acto propiciado un conjunto de codiciosos deportistas que debían velar por el Fair Play. Hoy seguiré el partido desde la distancia con mucho interés, y esperando una justa, ampliada y merecida victoria. Mi padre no pudo cobrarse en vida aquella borrachera. Yo espero hacerlo de una inmensa alegría. De conseguir la novena zanjaré un capítulo de mi vida en el pueblo de Mestalla y colgaré las botas definitivamente este 2022.