Mis manos lavo en la inocencia, es que lo ha venido a decir el portavoz de la gran multinacional alemana Bosch, que además de conocerles por los múltiples electrodomésticos que fabrica para todo el mundo, es el proveedor de los famosos software que suministro al grupo germano Volkswagen. A modo de introducción deberán saber que Robert Bosch es una compañía alemana fundada en 1886, que cuenta con 264 centros de producción, 250 delegaciones comerciales, 306.000 empleados en todo el mundo y que ronda los 50.000 millones de euros de ingresos. Una de sus áreas más importantes en los últimos años ha sido la tecnología automotriz, precisamente la que ahora se ha hecho célebre con los índices de contaminación en EEUU y que ha puesto en guardia a toda Europa.
Según la prensa alemana y sin entrar en demasiados análisis por la falta de información que aún hay sobre el asunto –el portavoz de la empresa declaró que los acuerdos eran confidenciales-, parece ser que en el año 2007 Robert Bosch avisó a Volkswagen que sería ilegal usar el software para controlar las centralitas de sus motores diesel. La entrega del programa para el tratamiento de gases de escape y sistemas de inyección, iba con el documento adjunto de posible ilegalidad, por lo que la empresa proveedora entiende que se lavaba las manos de posibles responsabilidades legales. También se cuenta por Alemania a pesar de haber estado el pueblo inmerso en su fiesta Oktoberfest, y por aquello de que se desata la lengua, que los ingenieros de Bosch suministraron presuntamente el software para coches de pruebas allá por el 2005, cuando querían atacar el mercado estadounidense con un motor diesel. Sabido es que nunca los americanos fueron partidarios de éste tipo de motorización por lenta y ruidosa cuando fabricaban allí potentes motores de gasolina, pero los japoneses y europeos le fueron dando la vuelta con los nuevos TDI que disponían de potencia y bajo consumo. Tan solo faltaba cumplir las normas rígidas de contaminación del país. Y ahí se lio.
Independientemente del cariz que vayan tomando los acontecimientos, no podemos obviar que el despegue en los últimos 30 años de la multinacional Bosch coincide con el auge del automóvil, vamos que han ido de la mano en la travesía, y como es lógico surgen las preguntas: ¿cómo se fabrica algo que puede ser ilegal y se le entrega al cliente? ¿Basta comunicarle los riesgos que corre si lo utiliza? Qué quieren que les diga, me suena muy raro y comparable con otros mercados totalmente prohibidos y perseguidos.