VALÈNCIA. Llegan del norte de España atravesando el Ebro. También lo hacíamos nosotros antes para ir a trabajar a esa Cataluña que un día fue tierra de acogimiento y trabajo. Llegan algunos de los que quieren dividir a España, por clases, por territorios, por lenguas… lo propio de una sociedad cerrada, estamental, primaria. Toda nuestra historia no se puede resumir en las instituciones que creamos en el pasado. Porque nuestros hijos, las futuras generaciones, lo que quieren es vivir en paz y mejorar su perspectiva vital.
Enfrentar utilizando parte de una historia inventada es lo que el ensayista Jon Juaristi acuñó hace años como "bucle melancólico". Un juego al que se presta mucho esta nueva retahíla de políticos catalanes que se empeñan en "anexionar" territorios como el derecho de pernada medieval. Ellos, que, se supone luchan por una "libertad ensoñada" son los que nos dicen cómo trazar fronteras imaginarias que contribuyan a construir un "nuevo país". Su país. Y de paso, su patria exclusiva, y su Estado exclusivo.
En un magnífica reflexión de su último libro, Fascismo: un advertencia, la ex secretaria de Estado de EE.UU, Madaleine Albright, decía: "Lo que vemos en España con Cataluña ya lo vimos en Yugoslavia". Se puede decir más alto, pero no más claro. Es la experiencia de alguien que ha tenido responsabilidades políticas de máximo nivel y que ve cómo se reproducen acontecimientos en Europa que son reflejo de otros ya acontecidos.
Que el presidente del Parlamento catalán, Roger Torrent, venga a nuestra tierra de la mano de Compromís-Bloc dice mucho de la estrategia de blanqueo de su deriva independentista. Se trata de utilizar las instituciones, como han hecho en Cataluña, para dulcificar el incumplimiento de la ley. El señor (Enric) Morera, president de Les Corts Valencianes, puede acompañar en la dinámica independentista a sus 'compis' de Cataluña, pero tendría que reconocer que está a favor de la independencia de Cataluña y de la anexión a esa quimera que llaman "Països Catalans". No nos engañemos: esa es la ensoñación del Bloc, es su peculiar bucle melancólico. No sabemos a ciencia cierta si también lo es de la señora (Mónica) Oltra, la misma que comparte mesa y mantel con los de Morera y Águeda Micó.
Desconocemos cuándo se va a acabar este circo político de organizar excursiones de norte a sur, y de sur a norte, pero sabemos que cada vez que vienen a justificarnos su deriva independentista intentan reconstruir la historia a su manera. Esa pretensión de influencia catalana sobre lo valenciano es la incapacidad de entender que nuestro Parlamento, Les Corts, es soberano y que aquí no alcanzan las cifras para montar numeritos de lacitos.
No es la suma del diputado número 100, el señor Torrent, al que algún día es posible que Morera se atreva a sentar en el hemiciclo de Les Corts al lado del síndic de Compromís. Más bien estamos sufriendo sus decisiones políticas vulnerando la Constitución Española.
Tanta necesidad tenemos de diálogo como para que nos respeten los que desde posiciones independentistas quieren romper España. La utilización de las instituciones democráticas para imponer un modelo de sociedad, o una ideología, tienen el mismo nombre en todas las sociedades. Se llama fascismo. No puede ser que quien venga a esta tierra lo haga pensando que su legitimidad democrática, al presidir una institución, le autoriza a imponer su modelo al resto de la sociedad.
Desde Ciudadanos nos organizamos para ofrecer políticas que no sean excluyentes. Que la pertenencia no la dé la ideología sino el mero hecho de querer ser de la tierra, independientemente de donde hayan nacido, qué lengua hablen o qué piensen. Todas las escenografías de "compis independentistas", con la supuesta bandera institucional, no son nada nuevo en Europa. No es de extrañar que los principales fans europeos de (Carles) Puigdemont sean la extrema derecha flamenca y el populista Salvini. Se comportan exactamente igual. Hacen y reproducen un teatrillo que justifica la irrupción en la sociedad quebrando la ley.
Cuando les dices que no comulgas con su estrategia te repudian llamándote lo que son ellos. Y cuando criticas esa utilización burda de las instituciones, eres un antidemocrático. Trabajar para que una sociedad no deje a nadie tirado es más complicado que crear una sociedad desgajada. Y en eso, los nacionalistas, y el señor Torrent, tienen mucha más experiencia que nosotros. Si van a seguir organizando estas reuniones de amiguetes independentistas, pagadas con el dinero de todos, tienen que saber que estamos en profundo desacuerdo. Porque otra de las cosas que intentan conseguir es el silencio de una mayoría que no está por sus cuitas. Si vuelve por aquí más veces, habrá que recordarle que conviene que respete la ley. Porque aquí, en la Comunitat Valenciana, lo hacemos.