Varios colectivos del ecosistema universitario convergen para dar una solución digna a un proyecto de Sagunto
VALÈNCIA. La Casa Nueva es un sitio extraño. Se trata de un centro de acogida de inmigrantes que está a dos kilómetros del núcleo urbano de Sagunto. Entre naranjos, tiene una autopista más cerca que una casa habitable. Quitándole todo lo pomposo que pueda tener el nombre, se trata de un lugar al que ir como última opción antes de la calle y después de llegar a un país como España desde una zona como el África subsahariana. El centro acoge a medio centenar de migrantes, cada uno con su historia y su urgencia, con sus expectativas y sus decepciones. Algunos se quedan unos meses, otros vienen solo para estar en la campaña de la naranja y seguir rodando por España para desestacionalizar su sueldo, otros llevan casi una década sin ver a su familia desde que partieron de su país de origen.
Si bien sirve para parchear el drama de la inmigración desatendida en la localidad, el centro tiene serios problemas de infraestructuras y viabilidad económica, más cuando las administraciones públicas han mostrado más la espalda que las manos. Con todo esto, parece que la respuesta ha llegado de otro lugar: del diseño y la arquitectura.
Es viernes, y en un aula del cuarto piso de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería del Diseño de la Universitat Politécnica de València, se reúnen una decena de alumnos y alumnas con su profesora, Begoña Sáiz Mauleón, coordinadora de acciones de igualdad y cooperación al desarrollo de la Escuela. La clase de hoy de consiste en hacer un árbol de problemas. ¿El objeto de estudio? La Casa Nueva, que conocieron hace unos pocos meses y que ya han ido visitando varias veces fuera del horario escolar.
Se trata de Cooperación Universitaria al Desarrollo, una asignatura que solo han elegido un puñado de alumnos pero que precisamente han pedido para encauzar, no únicamente un sentido práctico a los conocimientos que van adquiriendo en la carrera, sino además un sentido social: “la asignatura consiste en incorporar el enfoque basado en derechos humanos como filosofía de análisis, desarrollo e intervención dentro de los estudios de ingeniería”, explica Sáiz.
La actividad de hoy consiste en pulsar los diferentes problemas de infraestructuras y condiciones de vida que pueden mejorar, como la instalación eléctrica (que es muy precaria) o la disponibilidad casi nula del agua caliente. El alumnado participa muy activamente, recordando aquello que vieron en su visita, preguntando los motivos y las historias que han llevado a los migrantes a vivir allí… “El objetivo planteado es que nuestra intervención genere cambios en la realidad existente. Esto pasa, obligatoriamente, por una fase de contextualización, que consiste en observar, analizar, interactuar y preguntar. Tras este proceso necesario viene la propuesta de intervención” comenta la profesora. Actualmente, en el aula están definiendo el árbol de problemas y el árbol de objetivos a través del método design thinking, empleado habitualmente en diseño de producto.
El proyecto de la asignatura se había dirigido hasta ahora en problemáticas fuera de España y La Casa Nueva les ha permitido poder estrechar lazos y pensar a largo plazo: “Nuestra actuación es una cooperación bilateral, y mientras ellos nos demanden y nosotros podamos aplicar nuestro conocimiento, estaremos ahí. El proyecto continuará en clase los años consecutivos. Si este año hemos trabajado en la fase de conocimiento de la realidad, problemas y objetivos, el curso que viene trabajaremos en la acción, y todo el que quiera continuar de cursos anteriores podrá colaborar. Acción significa -también- disponer de dinero para llevar a cabo alguna intervención. De eso también nos estamos ocupando”, comenta Sáiz.
La mirada del diseño se encarga de poner solución a lo que se ha hecho siempre desde la urgencia y lo que también se ha ignorado desde un punto de vista más profesional, una situación relativamente común en proyectos sociales que, por falta de fondos, hacen de la gratuidad su bandera, y con ella, la precariedad de algunas condiciones en la que los usuarios la desarrollan. El diseño se convierte aquí en una solución, implementando los procesos habituales en el mundo comercial y aplicándolos con una perspectiva mucho más social.
- ¿Por qué el diseño puede ser una solución para un problema social de tal calado?
- Más que el diseño, diría el diseñador. Entiendo el diseño como una responsabilidad social y moral, y desde esa perspectiva, debe estar al servicio de toda la sociedad. No tenemos más que mirar el problema generado por el uso indiscriminado de plásticos, y su presencia en el mar. Tenemos nuestra parcela de responsabilidad.
Antes de verano, tendrán el diagnóstico hecho. El curso que viene más. Y aunque los plazos académicos alargarán el proceso, mientras, ir a La Casa Nueva sirve de inspiración para ellos y para crear esas relaciones más allá de lo técnico con los migrantes que residen allí.
Este año, como por arte de magia, han confluido varias iniciativas en La Casa Nueva. Así, antes de la clase de Begoña Sáiz se acercó Projecte Dempeus, impulsado por exalumnas de Arquitectura de la misma UPV y que ya han desarrollado anteriormente un par de proyectos, siempre desde el voluntariado y la arquitectura social.
De manera paralela, Dempeus también está trabajando por solucionar algunas de las condiciones del centro de acogida en Sagunto. Su proceso ha sido diferente al de los alumnos y alumnas de Diseño: "Empezamos con La Casa Nueva a hacer visitas para entender cómo se vivía allí y conocerles. La idea no es ir directamente con una solución, sino que nazca desde dentro del propio centro. Nosotras intentamos aportar nuestra visión técnica (desde Arquitectura y desde nuestra formación en cooperación al desarrollo) para generar lazos y conocer y experimentar los problema reales", explica Belén Fernández, una de las impulsoras.
Su trabajo, hasta ahora, ha sido el de organizar una serie de talleres participativos en el que han puesto en contacto al voluntariado de la universidad con la realidad de La Casa Nueva para mejorar aspectos que no necesariamente pasan por ser arquitectónicos, sino que están relacionados más con la propia habitabilidad. La idea parte del desarrollo del concepto hogar, al que se supone que este lugar debería intentar aspirar.
En este sentido, uno de los talleres se dedicó a acercarse al concepto que los usuarios tenían del centro. Les repartieron un folio y les pidieron que representaran gráficamente lo que ellos consideraban un hogar. Dibujaron personas, una comunidad entera de casas hechas de cañas y barro, casas muy alejadas de la estética y la construcción europea... Al otro lado, tenían que dibujar La Casa Nueva, y el contraste de percepción se vio difícilmente asumible: "las diferencias culturales hacen que su concepto de hogar no se pueda dar como tal en València, y eso lo traducimos a que tal vez no necesiten solo mejorar una condición física del centro, sino sentirse queridos y atendidos", comenta Fernández.
En este sentido, juega en contra la temporalidad con la que la mayoría de usuarios asume su estancia en el centro (sea luego así o no) y la hostilidad que respiran por parte de las autoridades y la población en el resto de ecosistemas en los que desarrollan sus rutinas.
Tras haber hecho su propio árbol de problemas y pasar tiempo en La Casa Nueva entendiendo cómo viven y cómo ocupan el espacio, los participantes de los talleres presentan este jueves sus propuestas de solución para el centro. Se evaluarán y se llevará a cabo una de ellas. Tal vez la mejora vaya encaminada a cómo ordenar la convivencia de los distintos usos que le da cada uno de los usuarios al comedor. O a ampliar la zona de sombra, porque al no haber mucha, se desaprovecha mucho espacio de ocio y tiempo libre. O a pintar un muro para pacificar la estética del centro. O a hacer mejoras técnicas como sellar ventanas.
Los participantes vienen de distintos puntos de la universidad, desde Bellas Artes hasta todo tipo de ingenierías. El punto en común es esa mirada desde la arquitectura, que gira en torno a la habitabilidad y el desarrollo humano del espacio. "Es bueno desvirtuar la idea de que la arquitectura sólo te proporciona un lugar donde vivir, porque tal vez una chabola puede ser más hogar que un chalet de lujo. Se trata de concepciones culturales y vivencias", comentan desde Projecte Dempeus.
Más allá del trabajo de estos meses, la idea es seguir estrechando las relaciones creadas estos meses y seguir trabajando de la mano de los usuarios y también del equipo de voluntariado que lleva impulsando el centro desde 2006.
Estos días, La Casa Nueva también ha sido uno de los espacios en los que se ha desarrollado el festival de arte urbano Més Que Murs, organizado por el Ayuntamiento de Sagunto. El certamen, que desarrolla casi una decena de murales en diferentes puntos de la localidad, ha querido invitar al alumnado de Bellas Artes de la UPV a mejorar el aspecto de la fachada exterior. Tapan así un viejo graffiti, que se había ido degradando con el paso del tiempo. Esta acción, que puede parecer mínima comparada con el cúmulo de problemas de infraestructuras que padece el centro, cumple en realidad una función estética que hace más agradable, no solo el paso de los usuarios, sino la percepción que suponen estos de la gente que pasa por allí.