VALÈNCIA. Dubuffet obsesivo. Dubuffet contradictorio. Dubuffet dentro del sistema y, al mismo tiempo, fuera de él. En fin, Dubuffet. El Institut Valencià d’Art Modern (IVAM) inicia curso con una de sus joyas programáticas de la temporada, Un bárbaro en Europa, una coproducción con el Museo de las Civilizaciones de Europa y del Mediterráneo (MuCEM) de Marsella, que despliega en València cerca de 200 piezas de un creador cuya obra, como la de muchos de su altura, no puede ser disociada de su persona. “Hacer cosas que ya están hechas es peligroso porque lo que queremos es que un artista invente”. Estas palabras las pronunció el propio Jean Dubuffet en la década de los 70, una frase que bien puede servir para sintetizar aquello que le removía por dentro y le llevaba a indagar cada vez de una manera más profunda en la creación como herramienta para romper con el sistema establecido.
“¿Peligroso? El peligro es la conservación de las formas. La idea de que las cosas sean fijas le inquieta mucho”. De esta manera responde a la declaración de Dubuffet el historiador del arte Baptiste Brun, comisario de la exposición y experto en la obra del artista francés. “Jean Dubuffet es alguien que piensa que el arte es la subversión permanente y es esa subversión la condición de la creación. Hacer siempre la misma cosa es peligroso para él, en el sentido de que no queda nada por hacer, algo que está ligado al pensamiento: el artista debe abrir puertas. Él mismo dice que el Art brut parte de la tabula rasa”, aclara Brun, que actualmente se encuentra en pleno proceso de montaje de la muestra, que se podrá ver a partir del 8 de octubre y hasta el 16 de febrero de 2020, cuando viajará a Ginebra.
Y aquí un alto en el camino. Fue Dubuffet quien acuñó el término Art brut o ‘arte marginal’, tras su visita en 1945 al Musée d’Etnographie de Géneve y los hospitales psiquiátricos, un concepto que se refería a aquellos productos artísticos realizados en los márgenes culturales, un arte que rechazaba la supremacía europea. El término, sin embargo, ha mutado con el tiempo, y de eso es bien consciente Brun, que lamenta que ahora los museos y el propio mercado del arte “reduzcan” Art brut a aquel realizado por personas con enfermedades mentales. “Para Dubuffet no era el origen del autor lo que llevaba a hacer Art brut, lo importante era la obra”, explica.
Esta cuestión, por supuesto, tiene mucho que ver con el contexto político y social que habitaba, un París liberado tras la Segunda Guerra Mundial y que vivía los últimos coletazos del colonialismo. "En ese momento estaba todo por hacer", incide el comisario de la muestra. De esta forma, el autor planteó la sociedad como una tabula rasa sobre la que generar un sistema "totalmente nuevo" en el que la dominación no tenía lugar. No un renacimiento, sino un nacimiento, pues quería huir a toda costa de cualquier herencia del pasado. Esta idea de refleja específicamente en una de las piezas de la muestra, haciendo uso del desnudo -sin ningún tipo de pista o distinción que haga referencia al origen del protagonista- para incidir en esa idea de la creación de algo nuevo.
En este sentido, Dubuffet cuestionaba la situación de superioridad de los países europeos y, también, del propio ser humano, lo que podría vincularlo hoy en día al movimiento ecologista. De ese hombre de Vitruvio de Leonardo da Vinci como centro de todo a Le Géologue (1950), ese señor que, lupa en mano, es desplazado del centro de la escena para centrar la atención en la tierra. Una verdadera batalla entre humildad y vanidad. Esta crítica, claro está, la realizaba desde el propio Occidente que criticaba y del que, de igual forma, formaba parte, especialmente como hijo de una familia burguesa. "Es muy consciente de dónde está situado y, por eso, dice que es imposible como occidental juzgar o evaluar obras de otras culturas. Es por esto que en la exposición mostramos como Dubuffet se opone a la noción de arte primitivo, lo que califica de invención de hombre blanco para dominar al resto del mundo. Es igual de valiosa una máscara de Mali que una obra de Michelangelo", refleja el comisario.
Y es en este punto que el término 'bárbaro' entra en juego, una palabra que, confiesa el historiador, resulta "polémica" y que, precisamente por eso, responde a sus objetivos. Lo es más en el idioma francés, país donde se originó el proyecto expositivo, por su vinculación a la inmigración, en una Marsella que todavía tiene retos en este ámbito. Con este uso de la palabra se relativiza, pues "todos somos bárbaros para el otro", indica Brun. Este juego de palabras no es nuevo, tiene su origen en el viaje del poeta y pintor Henri Michaux por China, Japón o Bali, que realizó entre 1931 y 1932, y que derivó en la publicación del libro Un bárbaro en Asia. Michaux fue un gran amigo del propio Dubuffet, que lo retrató en 1946, pieza que se puede ver en el IVAM.
Si bien, explica Baptiste Brun, Dubuffet fue un "visionario" planteando preguntas que hoy todavía nos seguimos haciendo, esto no quiere decir que las respuestas hayan llegado o que su carácter disruptivo se haya difuminado por el hecho de que ahora su obra forme parte del sistema artístico. Dubuffet siguen siendo antónimo de consenso. "Hoy Dubuffet está en el IVAM, en el MuCEM, pero todavía hay gente que ve su obra y dice: esto lo podría hacer mis hijos. Así que sigue siendo un bárbaro", asevera el comisario. Y es que su relación con el mercado del arte, sistema o cómo se le quiere llamar nunca fue un camino de rosas. "Incluso en el mundo del arte hay gente que lo adora y otra que lo detesta. Él, claro, decía que los conservadores de los museos y los historiadores del arte somos gilipollas". Esta aparente contradicción está reflejada también en el recorrido de la muestra, que recoge algunos de los carteles creados por el propio autor para la promoción de sus exposiciones en museos o galerías de arte.
El Dubuffet de las mil caras, el poliédrico y rupturista viaja al IVAM para plantear las mismas preguntas de hace algunas décadas. Preguntas que, todavía son pertinentes. El bárbaro llega a València.