Durante una década dominaron el PP de la provincia de Valencia: espoleados por holgados triunfos electorales, construyeron su fortín en la Diputación. Una denuncia de EU, la confesión de Benavent y la presión mediática les sacaron de escena. La Guardia Civil terminó ayer definitivamente con la dinastía política rusista
VALENCIA. Políticamente habían sufrido el destierro. Aunque dura, esta afrenta solo era temporal, dado que la frase de 'Se busca' debajo de sus respectivas fotografías figuraba en el imaginario colectivo. La denuncia interpuesta por Esquerra Unida meses atrás había hecho fortuna en la Fiscalía y el Juzgado de Instrucción número 18 de Valencia estaba sobre la pista.
Este martes, la macrorredada de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado escribió la defunción política -por otro lado ya anunciada- de una de las facciones más poderosas del PPCV en la última década. Alfonso Rus, ex barón provincial y ex presidente de la Diputación era detenido en su fábrica mientras varios de los que han sido sus principales colaboradores en los últimos años también eran arrestados a lo largo de la mañana.
La historia de Alfonso Rus es bien conocida. Empresario local hecho a sí mismo, próspero, populista, amante del Olímpic de Xàtiva y de su Ferrari, su sueño incumplido fue presidir el Valencia CF. El que sí logró fue, tras varias intentonas, alcanzar la alcaldía de su municipio. Lo hizo en 1995 con el PP después de rozarlo con su Agrupación Independiente de Xàtiva y haber sido concejal con el CDS.
A partir de ese momento, reforzó una carrera política que tuvo su segundo gran hito en la consecución de la presidencia provincial del PP de Valencia. En 2004, con las hostilidades entre campistas y zaplanistas desatadas, Rus es, junto a Rita Barberá y otros alcaldes, uno de los impulsores de la comida en la que se sella un pacto para defender que el entonces presidente de la Generalitat, Francisco Camps, lo fuera también del partido, en oposición a lo que pretendía Eduardo Zaplana, que quería situar a José Joaquín Ripoll.
Su maniobra le vale para ganar cierta popularidad entre los líderes locales: Serafín Castellano, el que sería su máximo rival durante los siguientes diez años, pugna con Fernando Giner, entonces presidente de la Diputación, para liderar una candidatura que retenga el codiciado cargo orgánico para el zaplanismo. Algún veterano dirigente asegura que ni siquiera Camps tenía demasiado claro que fuera Rus el idóneo para el puesto: pero el de Xàtiva se lanza públicamente y el presidente de la Generalitat, bajo la orden de Mariano Rajoy de evitar una guerra, transmite que será su candidato. Los zaplanistas, conscientes de que los números no daban, se baten en retirada.
En 2007, de nuevo Rus se lanzó al ruedo para ser presidente de la Diputación y, otra vez, pese a las reticencias del entorno de Camps y del grupo liderado por Ricardo Costa, conocido como 'los de Harvard' por los rusistas, el jefe del Consell cede y permite que el alcalde de Xàtiva tome la vara de mando, abriéndole así la puerta de una institución con un poder económico sobresaliente y otorgándole una chequera con la que contentar a los alcaldes.
Así, en los siguientes ocho años y hasta el final de su reinado en 2015 con la denuncia de Esquerra Unida y las sonrojantes escuchas telefónicas, Rus ejerce un dominio orgánico casi incontestable en la provincia. Solo Alberto Fabra trata de pararle los pies en 2012 situando como 'stopper' en el partido a su eterno rival, Serafín Castellano (detenido también por otro caso, Avialsa, meses atrás), una medida que implicó otros daños colaterales en el seno de la formación popular y que no frenó la fuerza del rusismo, que arrasó en los congresos comarcales.
No obstante, Fabra 'murió' matando. Las escuchas hechas públicas en vísperas de elecciones por los medios de comunicación a raíz de la denuncia de Esquerra Unida, sirvieron al líder del PPCV para forzar la salida de Rus del partido apoyándose en Génova. El alcalde de Xàtiva protestó, pataleó e incluso amenazó, pero sin el respaldo de Madrid tuvo que dar un paso atrás ante la presión mediática por el escándalo de presunta corrupción que le señalaba a él y a su entorno. Rus ya era historia.
La llamada 'Operación Taula' activada este martes por la Guardia Civil también terminó con la detención de algunos estrechos colaboradores de Rus. Su mano derecha, Emilio Llopis, exjefe de Gabinete y alcalde de Genovés desde 1995 hasta 2015, fue otro de los arrestados. De la misma manera, Juan José Medina, exalcalde de Moncada, exvicepresidente de la Diputación y ejecutor orgánico en el PP de Rus, corrió la misma suerte.
El tercer miembro del equipo detenido fue el también exvicepresidente de la Diputación, exconsejero delegado de Ciegsa y exsecretario autonómico de Educación Máximo Caturla, un economista que gozaba de las simpatías del barón del PP. No obstante, su historia es más compleja: perdió la confianza de Rus en 2012 cuando aceptó un puesto en la Ejecutiva del partido que le ofreció Fabra en plena tensión por el nombramiento de Castellano, una circunstancia que expresamente debía ser rechazada por los fieles al alcalde de Xàtiva. Algunas fuentes apuntan a que la distancia entre Rus y Caturla se debió, además, a problemas relacionados precisamente por diferencias respecto a los presuntos negocios ocultos que investigan los juzgados. Caturla, quien también aparece en las grabaciones, dejó todos sus cargos antes de las elecciones.
La otra figura clave de esta historia es el exgerente de Imelsa Marcos Benavent. Un clásico coequipier de la cúpula rusista durante años que, sorprendentemente, se dedicó a grabar las conversaciones de los presuntos delitos en los que él también participaba. Imputado en el caso, propició una de las imágenes del año cuando acudió a los juzgados para declarar con un look profético y con manifestaciones dignas del mejor guionista: "Cogí de todo. Era un yonki del dinero. Va a salir mierda a punta pala".
Otra de las novedades importantes de la jornada y que también puede traer consecuencias graves para la formación popular es la investigación -antes llamada imputación- del presidente local del PP y portavoz municipal en el consistorio, Alfonso Novo, también por este caso, además de las detenciones de dirigentes próximos Rita Barberá como la exconcejal María José Alcón y la secretaria de grupo Mari Carmen García Fuster.
Una situación que llega en un momento delicado para el partido en el Cap i Casal que, tal y como ha informado este diario, no ha terminado de recuperarse internamente del batacazo sufrido en las pasadas elecciones autonómicas y locales que supuso el adiós de Rita Barberá a la política municipal. La exalcaldesa, por otro lado, con todas grietas en su entorno, también apunta a verse salpicada por este macrocaso.
No serán las únicas consecuencias. El varapalo sufrido por el PP este martes ocupó las portadas de todos los diarios y televisiones nacionales: un piedra en el camino para la negociación que Mariano Rajoy trata de emprender con Albert Rivera (Ciudadanos) con el objetivo de presionar al socialista Pedro Sánchez.
En cuanto al PPCV, el trago no fue mejor. La presidenta regional del partido, Isabel Bonig, prefirió evitar la rueda de prensa convocada y otorgó la responsabilidad a la coordinadora general del partido, Eva Ortiz, y al presidente provincial, Vicente Betoret. El golpe para los populares, que habían vendido cierta recuperación tras las elecciones generales, ha sido duro.