Unaovarias representa en Carme Teatre Abuela, ¿tú tienes sexo?
VALÈNCIA. Cuando los niños de entre dos y cuatro años juegan al escondite es habitual que se tapen los ojos para ocultarse de sus compañeros de recreo. Esta práctica entrañable y naif perdura, pero sin su inherente gracia infantil, en la vida adulta, cuando padres e hijos esquivan entre ellos las conversaciones referentes al sexo. Como si ni unos ni otros lo practicaran. Como si ojos que no ven, coito inexistente.
La compañía Unaovarias ha afrontado sin tapujos este tabú en el núcleo familiar en su nuevo montaje, Abuela, ¿tú tienes sexo?, programado en Carme Teatre hasta el 14 de marzo.
El punto de partida para el proceso de documentación fue una conversación profunda y pendiente de las integrantes de la formación valenciana, Laura Bellés, Arantxa Lecumberri, María Martí y María Sorribes, con sus madres. En su obra, un avanzado work in progress fruto de una residencia de creación en la sala, se proyectan extractos de un encuentro informal en el que las ocho hablan sobre masturbación, climaterio, accesorios, deseo y todo lo que las cuatro creadoras siempre quisieron saber sobre el sexo y no se atrevieron a preguntar a sus mayores.
“No imaginamos que fuera a ser tan bonito. La conversación resultó reveladora e inspiradora. A todas nos ha ayudado a realizar una conexión madre-hija. Hemos sanado la trasmisión de información de generación a generación”, se emociona María Martí, de quien partió la idea original de la propuesta.
El plan era proseguir su investigación en visitas a centros de día, asociaciones de amas de casa y residencias de ancianos, pero quedaron descartadas por la pandemia. En su lugar, la interacción con sus sujetos de estudio se ha desarrollado a través de audios y videos de WhatsApp, donde amigas y conocidas han preguntado a sus abuelas sobre su vida sexual. Las conversaciones se han completado con un video protagonizado por modelos maduras, seleccionadas a partir de un casting en redes sociales.
La pieza contextualiza la represión que sus abuelas sufrieron durante la juventud para evidenciar el lastre de una educación pacata y de una represión feroz.
“El silencio no es culpa de nadie. El esquema social que existía en aquella época invisibilizaba a las mujeres, que o bien no hablaban de esos temas o los guardaban para la intimidad o para ellas mismas”, lamenta Martí.
Durante un pasaje de este montaje híbrido, donde se combinan el audiovisual, la danza y el teatro físico, se recitan parte de los principios con los que la Sección Femenina de la Falange adoctrinaba a las mujeres durante el franquismo, como acometer el ritual de belleza de noche una vez dormido el marido, y ajustar el despertador para levantarse un poco antes a fin de tener lista una taza de café cuando despertara, o limitar a un pequeño gemido cualquier goce que hubieran podido experimentar en “sus obligaciones matrimoniales”.
“Tratamos de evidenciar el lastre que han sufrido. No ha sido fácil para ellas, pero pese a todo, ahí están y es el momento para reponerse, liberarse y explorar el placer”, anima Martí, que en la obra alude a orgasmos fingidos y violencia de género mientras baila y se precipita desde una barra vertical de pole dance.
La reflexión intergeneracional ha llevado a la compañía a preguntarse por qué hoy en día seguimos sin hablar de la sexualidad en la tercera edad. Esta dinámica de omisión se ha agudizado con la crisis sanitaria. La enfermedad y la muerte en las residencias de mayores dificultan más si cabe pensar en los ancianos como personas con libido.
“La sociedad camufla sus instintos. Les tratamos como seres asexuales, sobre todo en las residencias, donde hay personas que están en pleno uso de sus facultades físicas y mentales. Nuestra intención es reivindicar el placer, no sólo sexual, con los beneficios que tiene para la salud, sino también erótico e intelectual. Vivimos en un mundo muy difícil, donde no hay por qué privarse de una caricia, una conversación, un libro o una copa de vino”, propone Martí.
Al asomarse a este agujero negro que es el sexo en la tercera edad han reparado en la diferencia de género también en este aspecto. “Existe el concepto de viejo verde, pero obviamos las ganas y la necesidad de las señoras, a quienes quizás también les apetece tener jaleo”, expone la bailarina y actriz.
La mirada a sus madres y a sus abuelas les ha hecho mirarse a ellas mismas. Ese efecto espejo las ha llevado a cuestionar en la función si la liberación sexual de la mujer actual es real y a proyectar su yo en el futuro: “Parte de la motivación para realizar esta pieza viene de plantearnos cómo va a ser nuestra sexualidad en 40 años. Damos por hecho que será una etapa dura y difícil, con nuestras capacidades mermadas y la tristeza de perder a familiares y amigos, así que nos cuesta imaginarnos. En el proceso nos hemos enfrentado a no pocos miedos. Pero hay muchos tipos de envejecimiento y en parte es decisión nuestra qué tipo de abuelita seremos”.