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NOSTÀLGIA DE FUTUR  / OPINIÓN

El esperado regreso de las utopías

13/02/2020 - 

Utópico. Persona utópica. Pensamientos utópicos. El adjetivo ha ido evolucionando en el lenguaje popular casi hasta el desprecio, quedando próximo al insulto. Utópicas son las ideas bienintencionadas pero inalcanzables, utópica es la ilusión por lo irrealizable, utópicos son lo ingenuos deseos del inexperto.

Utópico es en realidad el lugar que no existe pero que es deseable construir. Un plan de futuro, favorecedor, ideal; difícil de conseguir pero no por ello totalmente imposible. 

Ese desprecio a lo utópico esconde un desprecio general a las ideas, a la capacidad de imaginar. Es una guerra ficticia de un ficticio pragmatismo contra aquello que suena a distinto, es un escudo que protege a lo homogéneo de amenazas rupturistas. 

El pragmatismo, como movimiento, ponía en valor la eficacia y la utilidad del razonamiento y el pensamiento. Hoy en día ha experimentado también una desafortunada transformación conceptual: la apropiación egoísta de aquellos que se autoimponen la etiqueta. Pragmáticos de larga pero parcial experiencia, con la vista cansada de quien piensa que lo ha visto todo porque no quiere ver más. —Deja que yo te lo explique, utópico ingenio.

¿Cómo hemos llegado hasta aquí? En un ejercicio de defensa, las herederas de las utopías se han visto sobrepasadas por la emergencia de lo inmediato. De la precariedad a los deshaucios, la urgencia de la democracia local, la calidad del aire. La mirada a largo plazo se centra también en remedios paliativos para no cargarse del todo el planeta que habitamos. Hay que dejar algo para la vida de los que nacerán.

Y mientras tanto la imaginación utópica ha mutado en el pragmatismo de mercado de los solucionistas seguidores de Aynd Rand. La colonización del espacio se ha convertido en divertimento de pocos en lugar de arrastre de la producción científica. Túneles privados prometen soluciones exclusivas a la accesibilidad urbana. Robots amables nos darán la pastilla mientras morimos solos. Estamos más familiarizados que nunca con las distopías. Todos imaginamos un futuro estilo Black Mirror pero nos cuesta mucho más intuir como sería éste si todo fuese bien.

La construcción colectiva de las utopías, el ejercicio especulativo de imaginar lo imposible es lo que lo hace posible. Lo hemos conseguido realizar durante siglos. La familia, la muerte, la seguridad, la ciudad, la alimentación o el trabajo, están a la espera de nuevas utopías para dibujar como sería nuestra vida en común algo un pelín mejor. Hay noticias esperanzadoras que nos desafían en forma de debate público: por ejemplo, esta semana, sobre la reducción de la jornada laboral o el derecho a la eutanasia. Pensemos todavía más allá. Bienvenidas utopías.

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