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El gran futuro de los kioscos olvidados: un plan para València

La reconversión de recoletas instalaciones urbanas, pidiendo a gritos un uso futuro. Viaje a los viejos kioscos

4/05/2019 - 

VALÈNCIA. El viaje a los viejos kioscos. La ciudad, para afrontar su tiempo, se atusa. En ese proceso deja restos. Quedan sobre la superficie. Son como muebles viejos. O como el antiguo frigorífico. Varados a la espera. ¿A la espera de qué?

En el jardín frente al Hospital Clínico de València uno de ellos, antiguo kiosko Facultades, hace un puñado de años que se consume, reducido a soporte publicitario. A punto de salirle ojos bajo la techumbre y camuflarse en el entorno. A otras casetas, por ejemplo la del jardín del Parterre, se le ha borrado el color bajo la amenaza del derribo y en lugar de un souvenir del barrio de la Boca va camino de pasar desapercibida por completo. 

Pertenecen a una tipología de elemento urbanos residuales. Instalaciones demasiado pequeñas para nada grande. Demasiado livianas como para que nadie las reclame. Con la debacle de la prensa en papel, o la desintegración de los antiguos locales de avituallamiento, ¿cuál puede ser su uso más allá de instalar una máquina de vending o directamente optar por el abandono?

Son, más bien al contrario, una gran oportunidad que la ciudad tiene para manifestar sus intenciones. Acaso algunos de los pocos reductos céntricos ajenos al ciclo de franquicias. Pueden permitir embellecer entornos. Pueden llegar a ser escaparates de talentos locales. Pueden albergar iniciativas independientes que generen vida local a su alrededor. Puntuales recoletos para que la ciudad verbalice. 

Foto: KIKE TABERNER

Una prueba de que de los elementos menudos se puede hacer bandera es el caso de Quiosque do Refresco, en Lisboa. La periodista Catarina Portas (fundadora de las tiendas A Vida Portuguesa) y el arquitecto João Regal abrieron los ojos cuando el ayuntamiento de Lisboa sacó a concesión unos cuantos quioscos emblemáticos de la ciudad. Frente a la monotonía de las aperturas, el frenesí del tráfico y la cercanía de las fauces de los franquiciados, veían en los kioscos unos corchetes con los que crear un espacio urbano alternativo. Puras boyas. Así, como A Bóia (La Boya), llamaron los lisboetas a su primer kiosquete urbano, en 1869, oficialmente con el nombre de Elegante. Desde entonces estas paradas fueron símbolo de distinción para Lisboa… hasta que la falta de iniciativa y el desdén las dejaron al borde del abandono.

Portas y Regal, los creadores de Quiosque do Refresco, entendieron la potencia del mensaje. Desde 2009 regentan varias de estas ‘boyas’, hasta cuatro kioscos convertidos en munición para el hedonismo ciudadano y donde tomar un refresco, un bocadillo, un dulce… Sobre todo, donde generar extensiones confortables de la ciudad. Praça Luís de Camões, Praça das Flores, la Praça do Príncipe Real y la Praça de São Paulo son las localizaciones que activaron con su microacción. De paso, recuperaron los olvidados refrescos lisboetas, puestos de nuevo en circulación.

Regreso a València. Interesados con anhelo, como el diseñador y fundador de El Observatorio en Patraix, Sergio Mendoza, se lamentan: “tienes miles de posibilidades, pero muchas veces se les ha dado un uso abominable… como por ejemplo los kioscos del cauce del Túria, que los coleccionan y que simplemente hacen máquinas de vending con cuatro camareros mal pagadosEs una pena porque justo ahí están los espacios verdes más representativos. El resto apenas tenemos posibilidad de desarrollar propuestas en espacios ajardinados. La legislación apenas lo contempla. Cada vez que voy al rastro me pregunto… ¿por qué este kiosco no está abierto y la gente puede tomarse un vermut y cuatro croquetas? La pena es que si se sacara a concesión se lo quedaría una de esas empresas sin ningún sentido ni ninguna gracia, en lugar de crear un proyecto que le dé valor a esa zona”. 

Foto: KIKE TABERNER

Mendoza concluye: “voy paseando y siento Diógenes por todos los lugares como esos que veo aprovechables, pero qué hago, ¿me paso los próximo cinco años intentando montar algo que luego va a tener cero seguridad jurídica?”. Y apunta a espacios nuevos por destetar: “me parecerá una pena llegar un día al Parc Central y ver cómo han abierto alguna cafetería sin gracia, como de un parque de atracciones, vendiendo latas… Es una pena”.

El futuro de estas instalaciones pende de una nueva exigencia sobre el espacio compartido. De concesiones que tengan en cuenta la calidad urbana de las propuestas. De interpretar su reciclaje como una oportunidad para generar nuevos reclamosPor el camino, la posibilidad de crear áreas compartidas en superficies neutrales o de paso, sortear con alternativas el colapso de las terrazas, permitir el uso espontáneo en torno a los kioscos

La alternativa frente a la inacción es la ciudad lanzando un mensaje de cuidado por sus pequeñas rendijas, capaz de hacer con sus muebles viejos exponentes nuevos. 

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