Rosalía deslumbra con su paso por València en el quinto concierto de la gira Motomami World Tour. Lo hace con un espectáculo en el que combina, de forma magistral, todo lo que conforma su universo emocional y musical
VALÈNCIA. Se dice de los huracanes que pueden acabar con ciudades enteras, que su fuerza es tan potente que su revuelo llega hasta las periferias más lejanas, devastando con todo lo que se les cruza. Algo así sucedió anoche con Rosalía. La potencia de su voz dejó anonadadas a más de 18.000 personas, que se acumulaban en colas kilométricas que serpenteaban a las afueras el recinto de la Marina Sur desde las siete de la mañana del domingo. Largas horas de espera para poder ver a la artista lo más cerca posible. Un escenario plagado de abanicos y tonos rojizos, más allá de la indumentaria de la artista en el Motomami World Tour, conformaban un pasillo de masas hasta el escenario. Ni una ola de calor pudo con todos esos Motopapis, Motomamis... y Motomaris que esperaron pacientemente hasta pasadas las diez y cuarto para poder ver a la reina contonearse en el escenario. Un tema estilo "ravero" con tonos koreanos daba paso a Saoko, con esa aclamada pregunta del "Chica, ¿qué dices?", al que se respondió con la misma fuerza (o más) con la que los valencianos responderían a un "Senyor pirotècnic". Rosalía deslumbraba desde el segundo 0 con su traje azul y negro con hombreras, con unas botas lacadas que bien le hubieran podido provocar un telele por el calor.
Empezaba el concierto, el bochorno se tornó soportable, de ahí no salíamos porque no queríamos. Un cuarto de la libreta que estaba usando para escribir esto se fue en hacer abanicos improvisados, y tras ello el espectáculo continuó. Después de hacer saltar al público con Bizcochito la Motomami recordó la primera vez que pisó València: "Hace 5 años toqué en esta ciudad para 150 personas, muchas gracias a los que vinisteis en aquel momento. Y a los que estáis hoy aquí.... también. Es increíble". Los chillidos de los fans casi impidieron que Rosalía acabara de contar la historia, así que como no podía ser de otra manera, llegó La Fama. Una demostración coreada de que el éxito de Rosalía traspasa todo tipo de fronteras, y de que su dualidad no depende de modas.
Poco a poco el equipo de bailarines, que funcionaba como una sombra adulterada de Rosalía, se fue alejando de la artista, quien se tornaba más sentimental a solas con su guitarra. Solo habían pasado cinco temas y el público valenciano ya había podido experimentar todo tipo de emociones: nervios, emoción, euforia... ahora se daba paso a la tristeza (pero sin parar mucho rato). La interpretación de Dolerme fue algo completamente irreal, como si la guitarra Les Paul fuera una extensión más de su ser. Rosalía le bajaba, pero lo hacía con calma. Entre el público los coros tímidos respetaban la voz de la artista, quien poco a poco recuperaba a su equipo de bailarines para seguir animando el concierto. Estos llevaban trajes atómicos, de los que pendía un móvil que grababa las imágenes que se mostraban en la pantalla de detrás de la artista. Al más puro estilo Tik Tok se capturaba una noche que no se podría explicar solo con imágenes y palabras, aunque se intente.
Tras interpretar Bulerías, momento en el que todo el público sacó a relucir su deseado (pero inexistente) espíritu andaluz para el arte de palmear, Rosalía decidió hacer una dinámica muy simple: Si ella decía Moto... nosotros chillábamos Mami. Suficiente subidón para seguir con la noche de concierto que quedaba. Continuaba con Linda, tema en el que sin duda quedaba claro que las amigas (y los amigos) que se besaban eran la mejor compañía, incluso a pesar de estar a más de 30º a la sombra. Tras este momento de amor fugaz Rosalía decidió intentar descifrar de dónde venían los fans: Ecuador, Sevilla... Varias fueron las charlas y los intentos hasta llegar a adivinar un dato clave: Era el 18 cumpleaños de Carla, una de sus admiradoras. Rosalía cogió el micrófono y entonó un: "Carla, esta canción es para ti, felicidades", mientras le dedicaba La noche de anoche.
Cualquiera se hubiera quedado ahí, pero Rosalía volvió a intercalar un "felicidades" dentro el tema con mucho estilo. Y aún había espacio para más, la cantante bajó a cantar el tema con el público, e incluso acabó cediendo el micrófono al azar. Pero... ¿y que ocurría con aquellos que solo podían acceder a Rosalía a través de la pantalla? Para ellos un poco de performance: La cantante se bebió lo que parecía casi un litro de horchata de un solo sorbo. Entre esta acción y el cambio de su "V de Vendetta" del mítico Abcdefg por V de València ya tenía al público más que ganado. "Veo muchas Motomamis y muchos Motopapis en València", comentaba entre vitoreos. Los mismos que entre pancartas y chillidos le rogaban a toda costa convertirse en sus Bizcochitos. Una petición amistosa para abrirse un hueco en la maleta de la cantante, y acompañarla en su tour, que concluirá el próximo 18 de diciembre en París.
Tras ver a Rosalía parlant en valencià, bebiendo horchata e intentando adivinar los nombres de algunas personas del público la ciudad estaba servida. Sin embargo Rosalía tenía mucho más que ofrecer.. A mitad de concierto se quitaba sus extensiones y se desmaquillaba, llegaba el momento más puro. Intercaladas entre temas del disco Motomami y de El Mal Querer aparecían canciones que parecían haber vivido en un cajón durante los últimos años. Fue el caso de De Plata de su álbum Los Ángeles (2017) que logró enlazar perfectamente con el universo que tenía montado en el escenario. El mismo que mezclaba piano, guitarra y solos a capella con sintetizadores y voces de los fans. Un universo que Rosalía conforma de cero cada vez que sale a escena, ahí todo vale.
Lo raro en el concierto era no escuchar a toda la multitud corear al unísono con la artista. Sin embargo, sucedió un par de veces, con dos temas "descartados e inéditos": Aislamiento y Dinero y libertad. Canciones con letras en inglés y movimientos arriesgados para los coreógrafos, como si no hubieran tenido bastante con transformarse en una moto humana para que Rosalía se subiera y cantara Motomami en ellos. El efecto "silencioso" desapareció por completo con Despechá (de lao a lao). A pesar de ser un tema "nuevo" el público lo controlaba a la perfección. Lo cantó por primera vez en Almería el pasado 6 de julio, al inicio de la gira. Desde ese momento se convirtió, de forma incuestionabe, en uno de los grandes esperados del tour.
El poder de Rosalía es ese, hace once días lo cantaba en el sur, la semana pasada compartía en Tik Tok los primeros 35 segundos del tema y a día de hoy miles de fans lo coreaban con ella. Se ha convertido en todo un himno en menos de una semana y es uno de los temas más esperados de la gira. ¿Cómo es posible que ayer lo chillara todo València? La respuesta es fácil: Rosalía nos introdujo en su universo, en un viaje solo de ida y que duraría una sola noche. Un viaje en el que poder comprobar que la potencia de su voz hay que vivirla, da igual que fuera lejos o cerca. Una experiencia "de altura" pero sin rastro de los "delirios de grandeza", en la que la locura duró 1 hora, 45 minutos y 32 canciones. Un lapsus en el que dio igual todo lo que no tuviera que ver con el contoneo de las trenzas de la catalana y su magistral voz. Y finalmente un huracán que arrasa y deja huella en los valencianos, que en 5 años han aumentado la familia de 150 a 18.000. Que no nos llamen en los próximos días, que estaremos "ocupaos" superando todo esto.
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