VALÈNCIA (EP). Dos porterías en medio de la montaña, una serie de piezas de cerámica con la historia de un pueblo desde la Guerra Civil o un "escuchódromo" con sonidos de agua son algunas de las intervenciones artísticas con las que el IVAM ha viajado de la ciudad a los pueblos valencianos menos poblados para dialogar con el paisaje, reflexionar sobre la periferia y rescatar la memoria de sus habitantes.
Se trata de la segunda fase de 'Confluències. Intervencions artístiques als pobles de la Ruta 99', unas propuestas que se instalan durante todo 2022 en la mancomunidad castellonense del Alto Palancia tras las residencias artísticas que han vivido sus creadores en estos pueblos dentro de un proceso de diálogo con los pocos vecinos que quedan.
"Era necesario que los artistas entendieran la importancia de la interacción con el entorno, de cohabitar y entender su complejidad, no como una visita rápida", ha comentado la comisaria del proyecto, Eva Bravo, en la presentación junto a la directora del museo, Nuria Enguita, y la mayoría del equipo.
Una de las intervenciones más visuales es la de Bleda y Rosa, quienes llevan desde los años 90 reflexionando sobre cómo los campos de fútbol ubicados en periferias o pequeñas poblaciones reflejan la despoblación y la "presión urbanística". "Siempre hemos visto la portería como una escultura cargada de simbolismo, como un punto de partida", han explicado, por lo que decidieron plantar dos de ellas en plena montaña para conectar dos mundos colindantes.
La emotividad llega de la mano de Sandra Mar, una joven artista que decidió escribir un relato sobre el pueblo de Matet a partir de los recuerdos de dos vecinos desde los años 30, de sus juegos, sus miedos y todo lo que tuvieron que vivir. Y lo hizo en seis piezas de cerámica que distribuyó a lo largo de sus calles, a modo de relato que finaliza con un espejo para que "la gente se sienta parte de la historia".
Radicalmente diferente es la propuesta de Carlos Izquierdo, compositor que grabó registros del entorno de Higueras para capturar el paisaje sonoro de las 21 fuentes naturales del Parque Natural de la Sierra de Espadán. Estos sonidos quedan enmarcados en una corneta auditiva convertida en escultura en el epicentro del pueblo y en un código QR que permite pasear por sus calles solo con los oídos.
Las campanas no dejan de sonar
Mientras estos tres proyectos ya están instalados, el de LUCE está en pleno proceso y consiste en una serie de palabras que plasma en una alta torre eléctrica que suministra energía a Fuente La Reina. Mensajes explícitos y poéticos como 'Camino dibujado por el sol', 'Agua lleva y corro con ella' o 'Las campanas no dejan de sonar'. Esta última frase se la contó Mariví, la alguacila del pueblo que pidió que las campanas nunca dejarán de sonar porque le gustaba saber qué hora era cuando se desvelaba.
Otras dos intervenciones están en fase de readaptación. Una es la de Pilar Beltrán en Villanueva de Viver, donde se ha propuesto "conciliar" a pueblos y ciudades a partir de puntos como el lavadero donde las mujeres compartían sus historias hace décadas, y la otra es la del colectivo Makea tu vida de instalar un banco de madera con la frase 'La (...) del pueblo' para mostrar el "agujero" que representa una cueva del pueblo que ni está señalizada ni tiene nombre pero "es de todos".
Con estas propuestas, el Institut Valencià d'Art Modern pretende demostrar que "el arte puede ser un vehículo de civilidad, una herramienta que hace ciudad y comunidad", como ha reivindicado la directora de la galería, además de mostrar que el campo y la ciudad son dos caras de la misma moneda y apoyar la creación local en colaboración con las personas que viven en lugares donde la mayoría ya se ha ido.