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El mitin de Mestalla: allí empezó todo

Foto: EFE/PACO CAMPOS

El evento que encumbró a Aznar, del que se cumplen 20 años, marcó el inicio de una época próspera en la que la Generalitat se empobreció al mismo ritmo que los amiguetes prosperaban

28/02/2016 - 

A propósito del reportaje sobre el 20 aniversario del mitin de Aznar en Mestalla publicado este sábado, varias personas han coincidido en afirmar que "allí empezó todo". Es verdad que Rita Barberá había ganado la alcaldía cinco años antes y Zaplana llevaba ya ocho meses presidiendo la Generalitat, pero fue ese 29 de febrero de 1996 el día que el poder valenciano –el de Zaplana en Valencia, no nos confundamos– hizo su puesta de largo en una ceremonia que sorprendió a toda España.

El capitalismo de amiguetes del liberal más sui generis de la política española –laissez-moi faire, laissez-moi passer– quedó inaugurado a lo grande en ese mitin al que no faltó nadie que quisiera pintar algo en la Valencia de las oportunidades.

El primero, Julio Iglesias, multimillonario al que no le hacía falta, o sí, vete a saber, pero que recibió con creces, antes y después del mitin, la recompensa de su apoyo primero a Eduardo el campeón y luego al de Valladolid. Nada innovador en la industria de los cantantes comprometidos, premiados o castigados según quién gobierne –ahí tenemos a Raimon–; lo innovador fue la forma de contratar y la de pagar, todavía investigadas en un juzgado de Valencia.

Se dio el caso de escritores como Fernando Sánchez Dragó, tan comprometido que lo sentaron junto a los tres cabezas de lista de esas elecciones, Francisco Camps, Juan Costa y Federico Trillo, como si fuera el cuarto candidato. A Dragó tampoco le hacía falta una recompensa, o sí, vete a saber, pero el caso es que desde 1997 encadenó una larga carrera de programas culturales y hasta informativos en televisiones controladas por el PP, incluida Canal 9.

En la foto de Efe de Aznar y Ana Botella sentados junto a Julio Iglesias aparece, justo detrás del líder nacional del PP, un tal Vicente Sanz, que 16 meses antes había dimitido como presidente provincial del PP de Valencia y secretario del Grupo Popular en las Corts por aquella famosa cinta del caso Naseiro en la que decía: "estoy en política para forrarme", atribuida por muchos a Zaplana pero que no dijo Zaplana, porque Eduardo lo que dijo es: "me tengo que hacer rico", que se parece pero no es lo mismo. Después de aquello, al PP no le dio ninguna vergüenza colocar a Sanz en el mitin detrás de José María Aznar –los tres hijos del candidato en medio– y colocarlo después como jefe de contratación de RTVV, de donde salió 15 años más tarde sin que nadie lo echara por una denuncia grave de agresión y acoso sexual. Este ciudadano ejemplar fue condenado por tres delitos de abuso sexual y otros tantos de acoso sexual y también está investigado (la antigua imputación) en la pieza del caso Gürtel de la visita del Papa.

Hubo más premios no tan escandalosos, y algún nombre que cobra significado dos décadas después de aquello. ¿Que la organización de los 700 autobuses movilizados para el mitin la coordinó Transvia? Pues qué casualidad. Y que a Transvia le haya ido de maravilla, pues otra casualidad, porque el hecho de que Urbano Catalán fuera amigo de Máximo Caturla –secretario autonómico de Educación cuando se adjudicó el transporte escolar en 2006–, de Domingo Parra, de Juan Zurita –ahora no les habla, qué ingratitud–, de Pedro García y de tantos otros aficionados a los relojes de lujo –los secretos que guardarán las paredes del reservado de Sierra Aitana– no significa que la gallina fuera antes que el huevo. Pudo ser perfectamente al revés. El caso es que todos ellos están ahora investigados por distintas causas.

Foto: EFE/PACO CAMPOS

En 1996 se colapsaron los accesos al mitin de Mestalla –más de 55.000 personas entraron pero 15.000 se quedaron fuera– y en 2016 son los juzgados de instrucción los que no dan abasto para empapelar a los aprovechados de aquella euforia. Jetas que progresaron a la misma velocidad que se empobrecía la Generalitat. 

Aunque 20 años no es nada, de aquellos que organizaron y protagonizaron el mitin más multitudinario de la democracia apenas queda nadie en activo. De la organización queda Eduardo Ovejero, aún en la fontanería del PPCV, y de los protagonistas, Rita Barberá dando sus últimos coletazos políticos. Allí empezó todo y todo se consumió a la velocidad de una carcasa que ha hecho saltar el sistema establecido en pedazos, afortunadamente.

El PP resurgirá de sus cenizas cuando logre apagar los rescoldos, que son muchos y muy grandes. Mientras, la travesía judicial será más larga en la medida en que los personajes que mandaban en la época investigada piensen que pueden seguir ilusionando mientras tratan de salvar su pellejo o el de sus compañeros bajo sospecha. El caso Imelsa no ha hecho más que empezar y la reacción del PP ante cada nueva detención o imputación no puede ser más decepcionante. El último mitin electoral del PP en Valencia se celebró en el Museo de las Ciencias. A este paso, en el próximo tendrán que irse a La Rambleta.

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