El envejecimiento demográfico es un hecho: según la OMS, en 2050 el porcentaje de los habitantes del planeta mayores de 60 años casi se duplicará respecto a la actualidad, pasando del 12% al 22% (2100 millones de personas, 426 de ellos mayores de 80 años).
Esto se debe al aumento de la esperanza de vida, que ofrece más oportunidades a la sociedad, pero que, a la vez, implica cambios a la hora de entender conceptos como la salud o los cuidados.
Si nos ceñimos a punto de vista estrictamente biológico, el envejecimiento es el resultado de la acumulación de daños moleculares y celulares, a lo largo del tiempo, que conlleva un descenso gradual de las capacidades físicas y mentales, un mayor riesgo de enfermedad y dependencia, y, en última instancia, la muerte.
Abordar el envejecimiento no siempre es sencillo, sobre todo porque la transformación demográfica actual requiere una transformación paralela de los recursos sanitarios.
En este contexto, el gran reto es envejecer con calidad y sumar independencia y autonomía a los años ganados.
Y este es, precisamente, el objetivo de la geriatría.
La multimorbilidad y los factores biológicos, genéticos y moleculares asociados al envejecimiento suponen una amenaza para la autonomía de las personas.
De hecho, es frecuente encontrar situaciones de discapacidad y dependencia en este proceso, que a veces se dilata mucho en el tiempo.
La geriatría es la especialidad médica centrada en el cuidado de los pacientes mayores.
Según explica el Dr. Juan Ramón Doménech, geriatra del hospital Quirónsalud Valencia y Mercado de Colón, el objetivo de los geriatras es «aplicar las guías clínicas habituales adaptadas a las peculiaridades del envejecimiento para comprimir la morbilidad. O, lo que es lo mismo, para prolongar el periodo de independencia y mejorar la calidad de vida de los pacientes mayores».
Esta especialidad, añade, se nutre de «la información obtenida de la valoración geriátrica integral, que consiste en una valoración multidimensional [del paciente] analizando variables clínicas, funcionales, físicas, cognitivas, emocionales, sociales y síndromes geriátricos».
El entorno sanitario asistencial,salvo alguna excepción, atienden mayoritariamente a pacientes mayores.
«Esta situación ha generado la necesidad de establecer modelos asistenciales colaborativos entre especialidades donde la geriatría ha alcanzado una notable presencia con excelentes resultados y eficiencia», explica el Dr. Juan Ramón Doménech.
Las cirugías, especialmente en traumatología, cardiología, oncología y hematología, son ejemplos del trabajo colaborativo para resolver procesos clínicos concretos asociados al envejecimiento.
«También existen otras áreas donde la geriatría mejora la gestión asistencial, como por ejemplo las urgencias, donde ya existen "unidades de fragilidad" que diferencian el método de trabajo respecto al adulto joven, tal y como ocurre con las urgencias pediátricas».
El deterioro cognitivo es uno de los síndromes geriátricos con mayor prevalencia, junto con las incontinencias, la malnutrición, las caídas, la polifarmacia o los trastornos del ánimo.
También es el que mayor impacto negativo tiene en los aspectos funcionales del paciente mayor, en su salud general y en el coste en su atención.
«Es especialmente relevante la demencia que, aunque carece de tratamiento curativo, se beneficia de un diagnóstico y una intervención lo más precoz posible».
En este sentido, Juan Ramón Doménech destaca el trabajo de la geriatría «con las especialidades de neuropsicología, neurorradiología y diagnóstico por la imagen».
Por su parte, el Dr. Juan Pablo Ruíz, especialista en neurroadiología del servicio de diagnóstico por la imagen de Quirónsalud Valencia y Mercado de Colón, explica que la técnica más habitual para detectar enfermedades neurodegenerativas es la resonancia magnética (RM).
«La resonancia permite excluir lesiones importantes que en ocasiones producen los mismos síntomas (como tumores, malformaciones vasculares e infartos), analizar el volumen de las diferentes regiones corticales (de importancia en las demencias) y evaluar los depósitos de hierro en el parénquima cerebral (relevante en entidades como la esclerosis lateral amiotrófica».
El especialista añade que, en caso de ser necesario, se realizan otras pruebas como «la Tomografía por Emisión de Positrones (PET) con radiotrazadores específicos para el Alzheimer y el Parkinson».
Aunque no son determinantes, RM y PET ayudan a estudiar, diagnosticar y monitorizar la Enfermedad de Alzheimer, la Esclerosis Lateral Amiotrófica, la Enfermedad de Parkinson y la Atrofia Muscular Espinal.
Su principal ventaja, comenta Gracián García, ingeniero del área de imagen médica de Quirónsalud Valencia, es que generan datos objetivos de diagnóstico y seguimiento de las estructuras diana que afectan a las enfermedades neurodegenerativas.
«De esta forma podemos valorar, incluso antes de la aparición de la sintomatología, pérdidas de volumen y alteraciones parenquimatosas (biomarcadores) que nos permitan generar una sospecha de la aparición de la enfermedad».
De hecho, «la sola realización de un estudio de RM convencional ya genera datos suficientes para orientar a un diagnóstico preciso ahora o en el futuro», concluye Juan Pablo Ruíz.
En esta misma línea, los equipos de imagen avanzados permiten monitorizar tanto la morfología de las estructuras más importantes del sistema nervioso central como la funcionalidad y plasticidad que estas regiones experimentan a lo largo del tiempo y como consecuencia de las enfermedades neurodegenerativas.
«Los estudios más recientes en neuroimagen se centran en analizar la conectividad y la dinámica funcional que tiene lugar en las distintas áreas cerebrales. Con ello, se busca encontrar patrones de función específicos, que permitan entender mejor cómo afecta una enfermedad neurodegenerativa al cerebro de un paciente concreto, cuáles son las áreas diana más afectadas y cómo desarrollar buenos planes preventivos de detección precoz y seguimiento preciso».
«La valoración geriátrica integral ha demostrado beneficios muy contundentes que están publicados desde hace más de 30», expone el Dr. Juan Ramón Doménech, geriatra del hospital Quirónsalud Valencia y Mercado de Colón.
«Se trata de una herramienta de valoración multidimensional que incentiva el trabajo multidisciplinar para un objetivo común, que se resume en mantener la calidad de vida y autonomía funcional de las personas mayores».
Este abordaje, «representa la metodología de trabajo más eficiente en el contexto demográfico actual y futuro, y no existe excusa para no llevarla a cabo de forma estandarizada y generalizada».
No podemos olvidar que esta valoración integral permite identificar múltiples procesos más allá de la enfermedad por la que la persona consulta al médico, «ampliando la intervención terapéutica y mejorando los resultados en cualquier ámbito asistencial, tanto ambulatorio como hospitalario».
Estos resultados se traducen en independencia, autonomía y calidad de vida, elementos muy valorados por los pacientes mayores y sus familiares.
La edad «cronológica» no es determinante para acudir al geriatra: lo importante es la edad funcional o biológica, clave para detectar el riesgo de dependencia.
Aun así, el Dr. Juan Ramón Doménech añade que los especialistas suelen considerar los 75 años «como el momento a partir del cual existe mayor fragilidad y riesgo, y en el que todo paciente debería disponer de una valoración geriátrica».
Otros procesos prevalentes que pueden requerir una consulta con el geriatra son «caídas, deterioro cognitivo y demencia, trastornos del ánimo, exceso de medicación, pérdida de movilidad e incontinencias».
Solicita más información en el servicio de geriatría y diagnóstico por la imagen de Quirónsalud Valencia