El Partido Popular se enfrenta al Partido Popular en un acto casi surrealista de lucha interna en el momento más inoportuno e innecesario para la necesaria estabilidad del partido de la oposición y cuando el gobierno sufre crisis constantes
Los partidos políticos en nuestro país suelen ganar las elecciones más que por méritos propios, por errores del contrario, se suele decir que las elecciones no se ganan, sino que las pierde el rival. El Partido Popular tras perder el poder y relevar a Mariano Rajoy de la presidencia entró en una nueva etapa con un líder muy joven en sintonía con el resto de las formaciones. Pablo Casado que lleva años en política y que se crió en el entorno del expresidente José María Aznar y de Esperanza Aguirre fue el ganador de las elecciones primarias con un discurso que parecía aunar el alma liberal en lo económico y la conservadora en lo social, algo muy habitual en un partido de derechas moderno, en lo que se ha etiquetado como demócrata cristianos y que refleja un equilibrio que parece bastante razonable en nuestro sistema cultural, de valores y económico.
El discurso valiente y claro con el que logró alzarse con el liderazgo del PP fue acompañado de hechos, y personificado en líderes que asumieron responsabilidades y que simbolizaban la renovación generacional a la par que la defensa de valores que podríamos tildar de atemporales: defensa de la economía de mercado, de la cultura occidental fundamentada en el derecho romano y el humanismo cristiano, una combinación de tolerancia a lo nuevo y respeto a las tradiciones, etc. Esos líderes tenían tres protagonistas: José Luis Martínez-Almeida, Isabel Díaz Ayuso y Cayetana Álvarez de Toledo. La última duró poco tiempo y fue relegada de sus funciones pese a su inteligencia y brillante oratoria o quizá por eso mismo, demostrando una vez más que en política no brillan los mejores, al menos no habitualmente. Los otros dos triunfaron electoralmente y tienen una merecida cuota de poder, pero aquí llegó la guerra interna en el peor momento.
La actual presidenta de la Comunidad Autónoma de Madrid pretende, con toda lógica, ser la líder del partido en ese territorio como así ocurre con todos los presidentes autonómicos, tanto en el PP como en el PSOE, de hecho, el próximo domingo Ximo Puig será reelegido líder del PSPV-PSOE en Benidorm, nadie se imagina que Pedro Sánchez estuviera detrás de otro líder para el partido en la Comunitat. Quizá hace un tiempo podría haberse dado una lucha de poder con el exministro Ábalos, pero ahora, visto lo visto y leído lo leído, es imposible. Por ello, tiene todo el sentido del mundo que Ayuso fuera la presidente del PP en la CAM.
La lucha de poder o de egos o de estupidez humana está devorando la imagen pública del partido que tiene que ser la alternativa de gobierno al actual PSOE de Pedro Sánchez que no sólo por la crisis que deriva del Covid19, sino por infinidad de motivos (reforma laboral, tasa de paro, subidas de impuestos y aumento de la inflación…) podría estar en una situación de crisis viendo el final de su etapa de gobierno próximo. Pero no, para salvar al PSOE está el PP de Casado y García Egea que prefieren hacer la guerra a la presidenta Ayuso antes que mostrar la deseable unidad interna, reforzar la imagen de sus líderes, especialmente los que arrasan en las urnas y presentar una alternativa política sólida y compacta, dejando de lado luchas intestinas e incluso muchas de las críticas a quienes tienen que ser sus aliados si pretender gobernar, Vox.
La envidia, ese deporte nacional, el afán de poder, la avaricia y la falta de humildad para valorar a tus compañeros y rodearte de los mejores siempre, siguen siendo los males que imperan en los partidos políticos españoles, en todos sin excepción y así nos van las cosas. Estos días en que vemos como la frontera este de la Unión Europea sufre ataques y el país que linda en ese extremo de la UE, Polonia no sólo defiende esa zona sino que genera un patriotismo entre sus ciudadanos que se unen para defender su nación y todos los europeos que queremos vivir en un espacio de paz, libertad y estado de derecho, los españoles seguimos batallando en cualquier asunto menor y anulando así la unidad y los necesarios consensos que nos ayudarían a progresar y a consolidar nuestra convivencia.