EL TINTERO / OPINIÓN

El ‘problema catalán’

Las elecciones del 27S se han convertido de facto en plebiscitarias, por la tozudez de unos y la parsimonia de otros

27/09/2015 - 

“Comprenderéis que un pueblo que es problema para sí mismo tiene que ser, a veces, fatigoso para los demás"

Ortega y Gasset

En primer lugar quiero manifestarle el cansancio, hartazgo, aburrimiento, hastío, e incluso el fastidio que llega a producirme la cuestión catalana o ‘problema catalán’, probablemente como a muchos españoles, seguro que usted también ha pensado alguna vez aquello de “que se independicen y que nos dejen en paz”. Si elevamos un poco la vista y vemos la situación desde un óptica global, en pleno siglo XXI, con una sociedad que logra espectaculares avances en campos como las telecomunicaciones o la medicina y que a su vez se enfrenta a retos de la magnitud del terrorismo global o los movimientos migratorios provocados por el hambre y las guerras, parece verdaderamente infantil y ridículo (me atrevería a decir cómico sino fuera porque, maldita la gracia el problema que ha provocado una clase política corrupta hasta la médula, empezando por los Pujol y siguiendo por el 3%), que en España estemos asistiendo al esperpento de, contemplar a cámara lenta como unos personajes cometen un delito de sedición por entregas, algo que ya fue denunciado hace más de un año por el anterior Fiscal General del Estado, Eduardo Torres-Dulce.

Hace tiempo que Cataluña se convirtió en un  ‘territorio sin ley’, cumpliendo única y exclusivamente las normas jurídicas que no entorpecen su delirante proceso independentista, protagonizando un escenario de prevaricación colectiva bien planificada” como bien denuncia Ignasi Guardans, abogado y nieto de Francesc Cambó.

“El nacionalismo es el hambre de poder templada por el autoengaño”

George Orwell

Decía el clásico de la Generación del 98, el vasco Pío Baroja: “El carlismo se cura leyendo y el nacionalismo, viajando”; me atreveré a enmendar dicha afirmación al considerar que el ‘problema catalán’ no tiene cura y la única solución factible como ya defendió a principios del siglo XX Ortega y Gasset, es conllevarlo, pero no por ello debemos sentirnos tristes o apesadumbrados pues, como bien matizó el gran filósofo, la vida es un camino doloroso no exento de grandes alegrías. Casi un siglo ha pasado y la situación parece idéntica, como el día de la marmota, y ante tal situación creo que es interesante recuperar, por su clarividencia y sensatez, algunos extractos del discurso que pronunció el insigne filósofo español en el debate sobre el Estatuto Catalán (bautizado por los nacionalistas como Estatuto de Nuria pues en dicho Santuario fue donde se redactó) en las Cortes españolas en mayo de 1932 durante la II República Española.

En relación a cómo se manifiesta el sentimiento catalán para desvincularse de la nación española, de la que forma parte como consecuencia de diferentes procesos históricos, Ortega resalta que es un “sentimiento defensivo, de una extraña y terrible hiperestesia frente a todo contacto y toda fusión; es un anhelo de vivir aparte”, algo que tanto a nivel político como sociológico, va contra la idea de unidad, progreso y convivencia a la que tiende la sociedad europea del siglo XXI.

Y por ello, algunos vemos con sorpresa y asombro la esquizofrenia en la que los gobernantes catalanes han sumido a sus ciudadanos, y continuaba Ortega: De aquí que ese pueblo que quiere ser precisamente lo que no puede ser, pequeña isla de humanidad arisca, reclusa en sí misma; ese pueblo que está aquejado por tan terrible destino, claro es que vive, casi siempre, preocupado y como obseso por el problema de su soberanía, es decir, de quien le manda o con quien manda él conjuntamente”.

Ahora bien, quizá el ‘problema catalán’ sea en realidad el ‘problema español’, como planteaba en un reciente artículo, Ignasi Guardans: No existe un problema catalán. Existe un grave e inminente problema español, con causas en Cataluña y en España”. Ante este planteamiento, no creo que la solución sea el silencio del gallego monclovita o los debates margallitas en televisiones locales.

Los políticos catalanes durante la etapa democrática han profundizado de manera burda y falaz en la manipulación de la historia que ya comenzaron en el siglo XIX, personajes siniestros como el archivero Próspero de Bofarull, quien manipuló el Llibre del Repartiment; así como la utilización partidista de los medios de comunicación, públicos (control absoluto) y privados (a través de suculentas subvenciones), para crear una sociedad a su imagen y semejanza donde el odio hacia lo español sea una constante vital. Respecto a esta manipulación, Ortega denuncia “lo lamentable de los nacionalismos” es que “ellos son un sentimiento, pero siempre hay alguien que se encarga de traducir ese sentimiento en concretísimas fórmulas políticas: las que a ellos, a un grupo exaltado, les parecen mejores”.

Parece que en este momento histórico hemos perdido el norte, nunca mejor dicho, entre otras cosas porque la mayoría de medios de comunicación nos venden sólo una parte del ‘problema catalán’ y olvidamos la compleja realidad de una sociedad como la catalana, llena de andaluces, extremeños, castellanos o aragoneses que viven en Cataluña y se sienten catalanes y españoles, como no podía ser de otra manera. Ante esta realidad social y emocional, no me resisto a recuperar, una vez más, las palabras de Ortega ante los diputados españoles, pues creo que está expresado con claridad, sensatez y rotundidad:

“Frente a ese sentimiento de una Cataluña que no se siente española, existe el otro sentimiento de todos los demás españoles que sienten a Cataluña como un ingrediente y trozo esencial de España, de esa gran unidad histórica, de esa radical comunidad de destino, de esfuerzos, de penas, de ilusiones, de intereses, de esplendor y de miseria, a la cual tienen puesta todos esos españoles inexorablemente su emoción y su voluntad”.

Las elecciones que hoy se celebran convertidas de facto en plebiscitarias, por la tozudez de unos y la parsimonia de otros, mucho me temo que no arrojarán el resultado que este Tintero desearía. En cualquier caso, si la deriva hacia el independentismo y la ruptura con España logra su triste fin, España perderá el seny del que siempre hizo gala la sociedad culta y vanguardista de Cataluña, y habrá vencido la rauxa, el ardor, la furia, la impulsividad irreflexiva que parece se ha adueñado de gran parte de la sociedad catalana. Ojalá pronto se escuche de un líder catalán un “¡Viva el Rey! ¡Viva España! y ¡Viva Cataluña!”, estas fueron las palabras que pronunció el gran genio Salvador Dalí poco antes de morir.

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