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'La vida a palos'

El 'quejío' del flamenco se escucha en el Olympia junto a Imanol Arias 

24/11/2018 - 

VALÈNCIA. "No es la memoria lo que perdura sino el olvido. El olvido, que solo nos deja una pequeña zona oscura en la que, en nuestro paso por el mundo, nos zarandeamos los unos a los otros". Así ha presentado Imanol Arias la obra que representa este fin de semana en el Olympia, llamada La Vida a Palos, del escritor Pedro Atienza. Junto a Arias, los actores Aitor Luna y Guadalupe Lancho y los músicos Batio (violonchelista) y Raúl Jiménez (cantaor) representan esta historia personal sobre la figura de 'El Alcayata', del viernes 23 al domingo 25 de noviembre. 

Tras una ausencia de 24 años, Imanol Arias ha encontrado en la obra de Atienza un "compromiso para volver a los escenarios". Según confiesa, el propio autor fue quien le encargó la representación del protagonista de la obra y quien le legó el manuscrito un tiempo antes de morir. Los ojos del actor transmiten el gran sentido de la responsabilidad por la tarea que Atienza le encargó y un profundo respeto y cariño por el poeta, que se reflejan en los personajes cada vez que se encuentra sobre el escenario. 

La obra original es un monólogo de 110 páginas, escrita por Pedro Atienza, poeta, radiofonista, escritor y flamencólogo. La vida a palos habla de la historia de 'El Alcayata' y representa así a las familias de cantaores. Antes de morir, 'El Alcayata' decide entregar el testamento vital a su hijo, a quien abandonó cuando era muy pequeño y no había vuelto a ver. Así empieza la historia, que se desarrolla a medida que el hijo se interesa por la vida del padre y descubre la figura de ese gitano cantaor que apenas conocía. Representa el deseo de un padre de ser conocido por su hijo, y la resistencia de un hijo en cumplir ese deseo de su padre. Un viaje sobre el acercamiento hacia la figura paterna y el descubrimiento de los orígenes de la familia, propiciado por un vínculo casi irrompible. "Te dejo mi testamento por si algún día tienes hijos. Para que sepan de dónde vienen. Para que conozcan sus orígenes gitanos". 

La pieza hace una evolución por la memoria de 'El Alcayata', sus amores, su talento artístico, su familia y la culpabilidad de haber abandonado al hijo, todo a través de distintos 'palos' del flamenco: martinetes, soleares, colombianas, fandangos, nanas y tarantos. La música y el cante en directo están presentes durante toda la representación: "la obra es una canción narrada". El flamenco del violonchelista Batio (que ha trabajado con músicos como Farruco) y la voz del cantaor Raúl Jiménez añaden otra dimensión que acompaña a la obra simultáneamente, para contar la historia de forma paralela, con pinceladas que rinden homenaje a algunos de los grandes del flamenco, como Camarón de La Isla. 

En palabras de Imanol Arias, "Es un espectáculo curioso: la voz dibuja la historia sonora, como fuera el instrumento y el instrumento canta como si fuera la voz. El chelo de Batio es el cante Raúl y viceversa." Según Guadalupe Lancho, "la música de Batio es el pulso emotivo de la historia" en una representación que se reinventa a sí misma actuación tras actuación y que huye de la repetición de clichés y prototipos, tal y como dejó claro su autor, Pedro Atienza, antes de morir.

Durante el viaje por la memoria, el hijo de 'El Alcayata' descubre quien era su padre y de donde venía, ya que el cantaor era lo que se conoce como 'merchero': su padre era gitano y su madre era paya. De forma paralela, el hijo protagoniza una introspección hacia su infancia y la relación paternofilial para tratar de justificar el sentido último de su existencia. 

En la obra aparecen diferentes personajes, encarnados por Arias, Luna y Lancho. Uno de los personajes de Imanol Arias, es una "gitana, gitana", que el actor representa vestido con una bata de cola, recuerda ese humor flamenco tan característico que no surge de lo ridículo o del chiste, sino de lo tremendo, como algunas de las anécdotas de Lola Flores. Para los protagonistas, el humor de la obra es un humor abatido: "el flamenco hace humor para salir de la pena, desde un punto de partida derrotado", comenta Imanol. 

La conexión que hay entre los intérpretes de La vida a palos hace brillar a la obra. La actuación resulta algo sencillo, casi íntimo. La unión entre los personajes crea un magnetismo en el que el público pasa a un segundo plano. "Y esa es la manera más generosa de hacer teatro, en la que la verdad de la historia vive por si misma, sin pensar en el espectador", comenta el protagonista. 

El Olympia es escenario del último ciclo de representación de La vida a palos y, a propósito de la esquizofrenia consumista del Black Friday, el teatro ofrece un número de entradas con un treinta por ciento de descuento. Sin duda, una buena oportunidad para volver al teatro y (des)conectar durante unas horas del ritmo frenético de la vida cotidiana. 

"El teatro siempre está en crisis, pero siempre estará vivo."

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