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tribuna libre / OPINIÓN

El quinto elemento

Foto: EP/Diego Ramadés
30/12/2024 - 

Quiero compartir con ustedes mi última reflexión ahora que se nos acaba el año. En definitiva, es la que cierra el tríptico junto a “Los ojos del comepiedras” y “Que tengan una feliz Danavidad” sobre los acontecimientos que hemos sufrido en Valencia. Espero que, al leer estas breves líneas, reflexionen conmigo y extiendan estos pensamientos a sus allegados. Como todos sabemos, ahora que se acerca el final del año, las personas solemos hacer un balance de lo acontecido durante esta última vuelta al sol. En el caso de Valencia y los valencianos, no podemos evitar pensar en el fatídico periplo que hemos vivido, empezando en febrero y acabando en octubre. Porque hemos sufrido mucho por culpa de los elementos.

Desde tiempos inmemoriales, el ser humano siempre ha temido al fuego, al aire, al agua y a la tierra. Persistiendo en el afán de controlarlos, fue en la antigua Grecia cuando el filósofo Empédocles los definió como las cuatro raíces que componen todo lo que somos y nos rodea. Fueron llamados elementos, más adelante por Aristóteles, quien introdujo un quinto entre ellos, el éter. Esta concepción básica se abrió paso a través de la Edad Media, llegando al Renacimiento, vistiendo a la Alquimia e influyendo profundamente en la cultura y el pensamiento europeo, incluso nos llega en la actualidad. Por ese motivo, no dejo de pensar en la maldición de esos cuatro elementos al pasar por nuestra tierra.

El veintidós de febrero, fue el fuego combinado con el aire en forma de llamaradas, los que produjeron el trágico suceso en el barrio de Campanar, donde diez personas fallecieron, entre ellas un matrimonio joven con dos hijos pequeños, y noventa y nueve familias se quedaron sin hogar. Como si de una maldición del mago Voldemort se tratara, un edificio esquelético de color negruzco y lleno de huecos oscuros quedó como muestra desgraciada. Me sorprende la capacidad de la sociedad de adaptarse a los acontecimientos estresantes, porque, antes de cumplir un mes desde la desgracia, a unos pocos metros de ese edificio donde aún se podía oler a goma quemada, otro fuego, esta vez controlado, hacía arder el primer premio de las Fallas de sección especial en las fiestas de la ciudad. En este final de año, se están comenzando las obras de reconstrucción del edificio y cada vez se ven menos flores como muestra de recuerdo por lo sucedido.

Foto: EP/Eduardo Manzana  

Con respecto a los elementos restantes, tenemos aún presente el fatídico día del veintinueve de octubre, cuando el agua ejerció su poder devastador y al mezclarse con la tierra, generó el barro que ha impregnado todos los municipios afectados. A día de hoy, aún quedan restos de lodo y de destrucción. Los coches que en aquella tarde-noche danzaban sobre el agua, en un baile macabro por las calles y se lanzaban como proyectiles contra todo, yacen apilados. Al acudir a las zonas afectadas, se puede observar esos huecos oscuros también en los bajos y las viviendas a pie de calle. Huecos oscuros llenos de vacío e incertidumbre que quedan tras la acción dañina de todos estos elementos. Hoy en día, las personas afectadas luchan para resurgir, sintiendo que el olvido institucional les ha hecho mucho daño. No obstante, se ha iniciado, renqueante, el motor de la reconstrucción y muchos son escépticos con respecto a su eficacia y durabilidad. De todos modos, con esa capacidad de adaptación, muchos nos comeremos las uvas y brindaremos felices por el nuevo año que ha comenzado.

Sin que se dieran cuenta he estado también hablando del quinto elemento, el éter, ese olvido que también se mezcla en la atmósfera, una vez ha acabado la acción perjudicial de sus cuatro hermanos. ¿Qué quiere usted, que nos mortifiquemos? Puede ser la conclusión a la que llegue tras leer mi carta. ¡Tiene usted razón!, puede ser la otra. Pues les digo que ni una cosa ni la otra. Mi única intención es disipar el pensamiento etéreo que hace mermar la implicación del individuo ante situaciones como las que hemos vivido este año. Si fue el uso del éter lo que revolucionó la anestesia a mitad del siglo XIX, mi deseo para este nuevo año venidero es que las gentes se despierten de la anestesia social que nos envuelve. Tengan un feliz año 2025.

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