VALÈNCIA. Vuelve la ópera en versión concierto a la Sala Iturbi. La música de Strauss siempre representa un reto, y Salomé o cualquiera de sus grandes óperas lo incrementan por múltiples factores. Notable lectura de la obra maestra straussiana a cargo de la Orquesta de Valencia y su titular Alexander Liebreich que, de alguna forma, se resarce de un Heldeleben que nos dejó un sabor agridulce a principio de temporada. Me consta que llevar a buen puerto la obra ha sido una dura prueba para todos puesto que algunos de los ensayos iniciales no se llevaron a cabo en las mejores condiciones logísticas al tenerse que realizar fuera del Palau por cuestiones de programación de otros eventos de índole festera en la Sala Iturbi.
La cantidad y calidad de la música que emana de esta partitura es abrumadora, convirtiendo los cien minutos aproximados en un desafío para cualquier director aunar una orquestación que podría funcionar por sí sola como obra orquestal, y un drama de una intensidad como pocos en la literatura operística, basado en la obra de Oscar Wilde. Por un lado se han de controlar las dinámicas para no avasallar a los cantantes ante la avalancha de sonido que en determinadas ocasiones sale del centenar de músicos que demanda la partitura, órgano incluido; y por otro no fagotizarse a sí misma la propia orquesta con una lectura demasiado densa y a su vez precipitada e irrespirable en la que los infinitos motivos queden constreñidos unos con otros y en consecuencia transcurran irrelevantes.
Lo primero no pudo suceder en todas las ocasiones porque, digámoslo claro, una Salomé en versión concierto hay determinados instantes que lograrlo es conseguir la cuadratura del círculo. Sin foso “salvador” de por medio, a menos que se disponga de cantantes con medios vocales enormes vamos a tener algunos pasajes complicados en la parte final de la obra y, claro, contener a la orquesta temeroso de que esto suceda, puede ir en detrimento del ese paroxismo al que hay que, irrenunciablemente llegar. Liebreich opta por el control de las dinámicas en la primera parte de la obra, aunque sea sacrificando cierto expresionismo. Respecto al segundo de los condicionantes, sí que pudimos disfrutar de una dirección de. Liebreich en la que la mayor parte de la velada dejó respirar a la orquesta, obtuvo un sonido de adecuada transparencia y la lectura fue coherente y cargada de ese pathos e intensidad por momentos insoportable que nos paraliza y emociona, para acabar en una escena final y una coda por todo lo alto.
Pasando al elenco vocal, la soprano norteamericana Lise Lindstrom es una Salomé de fuste dramático y bastante creíble por ese toque de adolescente caprichosa y un poco fuera de sí. También hay que reconocer que a su instrumento le falta presencia sobre todo en el centro y en el grave. Hay demasiado desequilibrio con el agudo que además en alguna ocasión se le descontrola. Llega sana y salva al extraordinario monólogo que cierra la obra, pero a lo largo del extenso rol pasa por toda clase de situaciones más o menos apuradas. Se nota que conoce a la perfección el rol sacando petróleo de un fraseo y de una aceptable proyección.
Impresionante, posiblemente el mejor de la tarde, el Herodes de Michael Weinius tanto vocalmente como en su vis dramática transmitiendo a través de un formidable sprechgesang (canto hablado) a la perfección el carácter avieso inicialmente, morboso, y finalmente de desesperación ante la petición de su desequilibrada hija. Todo ello en un metro cuadrado dada la naturaleza de la versión. No se quedó muy atrás vocalmente Michael Nagy como un magnífico Jokanaán si no de medios impresionantes sí de hechuras y hermoso y noble instrumento excelentemente proyectado. Stefanie iranyi se mostró como una notable Herodías, esposa de Herodes, que también demostró tener muy vigente su rol de representaciones operísticas escenificadas. No se le pudo disfrutar en toda su amplitud pues, con este personaje, la escritura straussiana en un tanto inmisericorde pues hace coincidir sus dramáticas intervenciones con un enorme sonido de una orquesta fuera del foso que es muy complicado regular. En versiones de concierto es el personaje que más sufre vocalmente. Estupendos todos los demás comparecientes sin altibajos.
Hay que felicitar a la totalidad de profesores de la orquesta de Valencia, cada vez más en sintonía con el maestro Liebreich, a la que se le vio disfrutar toda la velada y dominar la exgente partitura. Como viene siendo habitual, cabe mencionar a algunos de los profesores con intervenciones más comprometidas. Muy bien al oboe de otro joven músico valenciano que se ha unido para la ocasión, el ilicitano Fernando Gómis, excelente en la danza o en el insistente tema de Salomé. Enorme a la flauta Salvador Martínez, también en la danza, con una afinación y una articulación propia del gran maestro que es. Muy bien también Miguel Ángel Pérez en el terrorífico contrafagot. Excelentes el resto de familias. Mencionar a toda la percusión que dota a esta obra de ese expresionismo y modernidad que la caracterizan y en especial a Javier Eguillor en los timbales en una de las partituras más difíciles de la literatura orquestal para este instrumento puesto que representa un desafío para lograr una afinación perfecta, como demanda esta obra, en la que los timbales se comportan como “algo más” que un mero instrumento de percusión.
La obra, siendo interpretada en versión concierto tuvo algo de escenificación con cierto movimiento de actores y una iluminación acorde con cada instante de la historia, lo cual se agradecía. Sin embargo, alguna decisión no fue la más correcta como colocar al grupo de judíos verborreicos tras la enorme orquesta, en el coro, puesto que su breve pero compleja intervención en uno de los pasajes más densos musicalmente, se vio claramente emborronada. Éxito y entusiasmo merecido por un público que cubría el aforo en tres cuartas partes. El sábado segunda y última oportunidad de disfrutar de esa obra maestra. Si se lo están pensando, decídanse por el sí.
Ficha técnica:
Jueves 1 de febrero de 2024
Salomé, ópera de Richard Strauss basada en una obra de Oscar Wilde
Ópera en versión concierto
Lise Lindstrom, Michael Nagy, Michael Weinius, Stefanie Iranyi, Jon Jurgens y otros
Allex Aguilera, concepto escénico y luces
Orquesta de Valencia
Alexander Liebreich, director musical