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El secreto que nadie conoce para salvar la educación

9/06/2022 - 

La LOMLOE nace muerta. Aún no ha llegado a las aula y ya huele a podrido. Como las anteriores reformas educativas de la democracia olían a podrido: LOECE, LODE, LOGSE, LOPEG, LOCE, LOE, LOMCE y ahora LOMLOE. No, no es un a broma de Monty Python aunque lo parezca. Siete leyes en cuarenta años. Siete ungüentos mágicos que no han arreglado nada. Al contrario. Cada una de estas leyes ha durado una media de 5-6 años cuando los expertos dicen que para que una reforma empiece a andar hacen falta un mínimo de quince. Las nuestras no han pasado del gateo, por eso nuestra educación sigue arrastrándose por los suelos. Siete leyes que han acabado con la paciencia de los profesores, aumentando el desconcierto ante el cambio continuo de siglas y nombres de asignaturas para hablar de lo mismo. Ante las nuevas nomenclaturas y enfoques que solo crean confusión (ahora por contenidos, ahora por indicadores de logro, ahora por estándares de aprendizaje, ahora por competencias...) cuando, en realidad, apenas cambia nada salvo las programaciones y demás burocracia.

Porque las leyes educativas llegados a este punto, seamos honestos, son solo papel. Ni hay tiempo para entenderlas bien ni hay espacios adecuados para desarrollarlas ni materiales/TICS suficientes para llevarlas a cabo ni formación adecuada de los docentes y los expertos (siempre menos de los necesarios). Ni siquiera hay libros de texto adecuados pues cada cambio de ley supone una carrera contrarreloj de las editoriales para adaptar libros de la forma que sea.

Words words words que decía Hamlet. Nuevas leyes y decretos y programaciones y planes que no llegarán a nada porque mucha palabrería pero no abordan lo que de verdad significaría un cambio real.

Venga, os contaré un secreto que nadie sabe: la educación solo necesita que se baje la ratio.

Lo otro es cosmética. Retoques superficiales.

La serie The Wire lo explicó muy bien, sobre todo en la cuarta temporada que se centraba en la educación de Baltimore, esa ciudad convertida ya en metáfora del mundo moderno: no importa la realidad, importan los números. Así que las reformas se hacen más pensando en los números que en las personas. ¿Leyes para que el alumnado aprenda o leyes para salir bien en el informe PISA y demás? Pues lo segundo. Porque el hecho de que los estudiantes no puedan repetir estaría muy bien si hubiese salidas adecuadas para ellos: programas especiales donde mandar a los que se van quedando por detrás. Que existen, sí, pero pocos, mal montados y sin especialistas. La mayoría no podrán entrar en esos programas y los que vayan no recibirán probablemente la atención adecuada.

Principalmente por las ratios.

Creo que a nadie se le ha ocurrido nunca, que soy el primero en vislumbrar esta revolución, pero háganme caso: si se bajaran las ratios todo funcionaría bien. Incluso sin leyes educativas la educación funcionaría.

Porque tal y como están las cosas, que el alumno promocione sin el nivel adecuado solo significa una cosa: que subiremos de puntuación en los informes europeos mientras bajamos nuestro nivel de contenidos y competencias. En la era de los filtros, bienvenida la nueva ley: todos parecemos más listos aunque en realidad somos cada vez más tontos.

Vaticino que la LOMLOE batirá records y no llegará ni a los cinco años de rigor. Aprenderemos la neolengua lomlóica como aprendimos la lómcica y la loéica y todas las otras. Las editoriales dedicarán meses en adaptar los libros, los docentes dedicaremos meses en cambiar todas las programaciones y en un par de años, cuando la derecha vuelva al poder, comenzarán a trabajar para acabar con ella. Ya lo está haciendo Ayuso,  que no pierde una para oponerse a lo que sea. Porque los números por los que se hace la ley también tienen que ver con los votos y cuando los de Ayuso gobiernen todo volverá a empezar: se inventarán nuevas siglas como forma de renombrar el territorio conquistado, volverán a darle peso a la religión y quitarán de la asignatura de valores esas tonterías progres que fomentan el homosexualismo y el desorden en las buenas costumbres. Y sus votantes creerán que han cambiado algo cuando todo sigue empantanado desde hace cuarenta años, con los unos y con los otros. Y es que no nos equivoquemos. Mientras no haya una ley pactada por la izquierda y la derecha, no parará esta juego de ir haciendo y deshaciendo leyes cada lustro.

Porque las leyes educativas no deberían ser terreno de disputa ideológica, sino el terreno del debate y el conocimiento.

¿Y saben como se conseguiría eso?

 Bajando la ratio.

Es una idea loquísima, novedosa, inaudita, pero estoy seguro de que funcionaría. Aunque se ve que ni a derechas ni a izquierdas se les ha ocurrido aún…

Lo peor de todo es que sin ponerse de acuerdo en las cuestiones morales, hay cosas que unen a unos y otros: el enfoque cada vez más pragmático de la educación obligatoria, enfocándola al mercado. Que no me parecería mal si no fuese a costa de la educación integral. Cada reforma, venga de donde venga, acerca más los centros educativos a la servidumbre hacia las empresas. La idea de formar individuos críticos, creativos e independientes ha cambiado: hay que formar trabajadores útiles. Así que las asignaturas como Filosofía o Música o Plástica son cada vez menos necesarias. ¿Para qué le sirve Platón a un operario? ¿Qué aporta la sensibilidad musical a un oficinista? La educación obligatoria ya no quiere crear individuos libres, sensibles, autónomos sino trabajadores cualificados y ya. Se suponía que primero se tenían que dar conocimientos y formar a los niños como personas. Y más tarde, en la Universidad o la Formación Profesional, ya se les enseñaría un oficio. Sin embargo, parece que a estas alturas del capitalismo la parte de formar individuos sobra. Vayamos directamente a crear trabajadores.

Aunque da igual porque ni eso van a conseguir en unos centros educativos con talleres sin material, ordenadores viejos, WIFI que no funciona, aulas minúsculas, profesores obligados a dar asignaturas que no controlan o a tratar con discapacidades para las que no han recibido formación… El objetivo utilitarista, que no comparto, es lograr una educación enfocada al mundo laboral pero ni eso logrará en unas aulas donde se escribe a boli sobre libretas de cuadros, apenas se usan ordenadores (hay adolescentes que envían el cuerpo del email en el titular) y los talleres / laboratorios no tienen casi de nada. Eso cuando hay talleres...

Porque mientras no haya dinero, ningún enfoque funcionará.

Pero nadie ha caído en ello, qué mala suerte. Nadie se ha dado cuenta de que lo más importante, casi lo único importante en realidad, lo que marcaría la diferencia, es que se inyecte más dinero para, entre otras cosas, que bajen las ratios y el profesorado pueda atender bien a sus alumnos, cada año más dispares en sus capacidades y cultura.

Contratar más profesores y especialistas permitiría tener menos alumnos en clase y por lo tanto una atención adecuada y más personalizada que acabaría con el fracaso escolar.

Con el fracaso de verdad, no el que muestran los números.

Pero claro, ¿a quién le importan las personas? Importa que salgamos bien en la foto del informe PISA. O en el que sea. Aunque sea a costa del aprendizaje real.

 Total, tenemos que quedar bien en Europa y nuestros niños ya aprenderán por ahí, ¿no? Con la de paro juvenil que hay tienen tiempo de sobra… ¡Y si no que sus padres les paguen un máster!           

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