15 de enero de 2020. Auditorio del Palau de les Arts. Programación del Palau de la Música Obras de W. A. Mozart y Jörg Widmann Mitsuko Uchida, piano y directora musical Mahler Chamber Orchestra
VALÈNCIA. En estos tiempos que corren en los que, no recuerdo si era un escritor o un cineasta, en una entrevista reciente en un diario declaraba que “la mejor película de terror está en los titulares de las noticias”, representa una experiencia cada vez más sugestiva, por no decir necesaria para la higiene mental, acudir a una cita mozartiana, o similar, si pudiera ser semanal: primero por las maravillosas obras en sí mismas, por supuesto, pero también por esa alternativa, cada vez más contrastada, entre la belleza que se expande por la sala de un auditorio o teatro y el ruido y desasosiego del exterior. Sucede algo parecido al recorrer las salas de un museo que nos cobija como un fortín inexpugnable ante tanta tensión que nos rodea ahí fuera.
La veterana pianista japonesa Mitsuko Uchida se presentaba en nuestra ciudad dentro de la gira que lleva a cabo junto a la Mahler Chamber Orquestra con los conciertos de Mozart en los atriles, uno de sus compositores predilectos desde el inicio de su carrera. Directora y solista en esta gira europea y norteamericana, concretamente en València programó los conciertos número 13 y 22. Mitsuko Uchida se hace acompañar en la tourneé con un prestigioso conjunto, la Mahler Chamber Orchestra, conjunto fundado por el recordado Claudio Abbado en 1997, en el que destacan por encima de la notable cuerda unas maderas de excepción.
El pianismo de Uchida ha perdido cierto brillo, cuerpo y agilidad con el tiempo y ha ganado preciosismo y hondura lírica. Parece como si la célebre intérprete de origen nipón, aunque naturalizada británica, centrara sus esfuerzos, consiguiéndolo, en el mensaje global más que en la perfecta ejecución de los retos de carácter técnico que le impone Mozart al solista, en unas obras, que como todas las del repertorio del salzburgués, presentan una belleza desnuda de elementos superfluos que las convierte en un continuo reto más musical que técnico (que también). Inicialmente pareció que Uchida y sus acompañantes necesitaron un buen puñado de compases para ajustarse a la difícil acústica de la sala puesto que su particular uso del pedal produjo más de un emborronamiento en algunos arpegios y escalas, lo que también pudo apreciarse en la cuerda. Añadiría a ello el handicap para la proyección del sonido que supuso en este espacio tocar sin la tapa del gran Stenway. En este sentido el clímax de la velada se alcanzó en el Andante del concierto número 22 con momentos de una honda belleza e intensidad extraordinarias.
En definitiva, un Mozart sereno, quizás demasiado, y sin grandes contrastes dinámicos en la lectura del teclado aunque paradójicamente sí que fue más contrastada la interpretación orquestal. Uchida no quiere empatar con nadie, parece como si quisiera pasar por este mundo sin hacer ruido, pero disfrutando de hacer música y haciendo disfrutar a quienes se acercan a su arte.
Con la luz de la sala al mínimo, la cuerda de la formación junto con sus solistas de flauta, oboe y fagot interpretaron, entre ambos conciertos mozartianos, el segundo cuarteto del compositor alemán Jörg Widmann en un arreglo para orquesta de cuerdas y maderas. Una interesante e intensa obra que emplea toda suerte de técnicas de percusión y roce de las cuerdas y que recurre a la tímbrica para lograr un clima desasosegante propio de las Siete palabras de Haydn, obra que toma como referencia. La difícil obra puso a prueba la calidad de la formación y de sus solista, que además de protagonizar toda clase de detalles-pizzicatos-de una precisión asombrosa, demostró una gran flexibilidad y capacidad de abordar en una sola velada el repertorio más dispar que quepa imaginar. La obra se cierra en un estremecedor e interminable silencio.
En definitiva, un concierto para dejarse llevar sin elucubraciones musicológicas sesudas que concluyó en un más que merecido de todos los comparecientes ante un público que llenaba tres cuartas partes del aforo.