"Muchos clientes están pensando en cuál es el siguiente paso correcto". Esta frase, pronunciada en el Garnter IT Symposium Xpo de Barcelona por el COO EMEA de Salesforce, Kenneth Jakobsen, retrata a la perfección, en su sencillez, el momento actual. El estallido de la inteligencia artificial (IA) generativa este 2023 ha sacudido el tablero y todos los factores de incertidumbre han acentuado su intensidad. De modo que la duda es por dónde empezar.
Ante la dificultad para adivinar cuál será el siguiente paso correcto, el grueso de la actividad en el mundo tecnológico se está dirigiendo a poner en orden los datos, la materia prima sin la cual es inviable la IA de propósito general que nos venden y que, según algunos, debería atemorizarnos. Hoy en día, con diferentes sistemas de información dentro del mismo hospital, por ejemplo, pensar que la IA pueda hacer algo maléfico con los datos disponibles es como creer que puede construir un puzzle del tamaño de un rascacielos con piezas de cajas distintas.
La global practice leader, security and resiliency de Kyndryl, Kris Lovejoy, me explica que teme claramente más a los datos que a los algoritmos. Su visión es que, después de haber cometido errores flagrantes durante los últimos años, que sólo han añadido complejidad y, por consiguiente, vulnerabilidad, 2024 debe ser el año de la simplificación de las organizaciones. Apuesta, además, por la aparición de la nueva figura del chief resiliency officer.
La confianza será la moneda clave en la sociedad y la economía del futuro. Es oro puro en tiempos de incertidumbre. Lovejoy predice que las alianzas de los países se articularán en torno a las cadenas de suministro. En ellas se podrán compartir estándares de seguridad y se utilizará tecnología en las que todos puedan confiar, sin importar de dónde venga, evitando así las formas de nacionalismo tech que empiezan a emerger en algunos países. Lo que faltaba.
Los acuerdos de reciprocidad en la cadena de suministro entre naciones aliadas permitirán tomar los datos, transmitir información y obtener acceso a la tecnología, siempre sobre la base de la confianza. Esa parece ser la dinámica de la desglobalización hacia la que nos encaminamos.
En el NASCES23 (North American Supply Chain Executive Summit), celebrado en Phoenix (EEUU), uno de los principales eventos mundiales sobre cadena de suministro, ha quedado claro que el objetivo fundamental ya no es reducir los residuos lo más posible a cero, la entrega just in time o la mejora de eficiencia constante. No. Ahora la clave es conseguir que todo siga avanzando, incluso en el caso de que surja algún contratiempo en la cadena de valor.
Llamativamente, los datos de la cadena de suministro resultan ideales para el funcionamiento de las herramientas de IA que están siendo entrenadas para encontrar patrones. Necesitamos volver a hacer, por tanto, lo que mejor sabemos hacer, pero de otro modo. Las cadenas de suministro deben ser más eficientes, pero cada uno de los antiguos métodos que solíamos utilizar para comprobarlo debe ser reexaminado, probado y mejorado a medida que se vuelve a implementar.
Este es el nivel de intensidad que nos exige el momento actual desde el punto de vista tecnológico.
En el patronato de la Cátedra STEAM del Consejo Social de la Universitat Politècnica de València están presentes, entre otras entidades, empresas industriales como SPB, Fermax y Vicky Foods, grandes compañías de distribución como Consum, consultoras del mundo software (cada vez más híbridas con el mundo físico) como S2 Grupo, NTT Data y Nunsys, agentes sociales, colegios profesionales y un abanico amplio de componentes del tejido productivo.
En su última reunión se abordaron diversas propuestas para incentivar el interés de los jóvenes por las carreras tecnológicas. “Las matemáticas siempre han sido muy importantes, pero no en la medida en que lo son ahora, con la proliferación de datos y la necesidad de buscar patrones, que acaban derivando en algoritmos, en matemáticas en suma”, me dice el científico del CSIC y uno de nuestros referentes globales en la materia, Manuel de León.
“Las empresas están contratando miles de matemáticos y ya no somos capaces de cubrir las necesidades ni de las empresas, ni de la enseñanza: estamos teniendo problemas para encontrar profesores de matemáticas en Secundaria y empieza a haberlos en las universidades. ¡Estamos muriendo de éxito!” En la Cátedra STEAM existe tal voluntad de aportar que se ha planteado la posibolidad renombrar la carrera de Informática, quizás se podría encontrar una denominación más atractiva para las estudiantes.
Incertidumbre ante una fusión de la Agencia Valenciana de la Innovación (AVI) y el Instituto Valenciano de Competitividad Empresarial (IVACE) que se da por descontada ya y que viene precedida de un recorte de las ayudas procedentes de la Generalitat, perceptible en 2024. El juego entre los actores del ecosistema de I+D consiste en saber si, con las nuevas líneas y el reequilibrio en favor de las convocatorias competitivas, seguirán pudiendo optar.
Inmediatamente después de la publicación en la Revista Plaza de mi reportaje sobre "El salto tecnológico de las startups", recibo varias propuestas de reunión para conversar. Puedo conocer de cerca la complicada situación a la que se enfrentan los científicos de nuestras universidades cuando surge la oportunidad de convertir su trabajo de investigación en una empresa.
Los incentivos para registrar una patente son tan escasos que suele ser una opción infrautilizada. Se han dado casos en los que se acaba renunciando a presentar la solicitud con la mala fortuna de que es otro centro, de otra comunidad autónoma, el que da el paso al cabo de un tiempo, aprovechando la información aparecida en publicaciones científicas. Tan rocambolesco, tan real. Tan ruin.
Sin un asesoramiento adecuado, antes de haber echado a andar la empresa, el investigador-emprendedor puede haber entregado porcentajes sustanciales de su capital. ¿Y cómo explicar a los fondos de inversión que deben apostar por ella después de que la universidad se haya incorporado como socio de referencia aportando apenas unos centenares de euros en el momento de la constitución?
Debemos evaluarnos en materia de confianza, la moneda de más valor hoy en el mercado. En la Comunitat Valenciana disponemos de tres grandes compañías que son cadenas de suministro en sí mismas, a escala nacional y, en cierto modo, internacional. Excepto en el caso de la Autoridad Portuaria de València, su estructura es piramidal y autorreferencial, pero a pesar de eso funcionan admirablemente bien.
El foco debemos ponerlo en el ecosistema, en el efecto que produce su relación con las cadenas de suministro. Nos falta mucho recorrido en materia de cohesión interna, colaboración, gobernanza y desarrollo tecnológico para integrarnos en las grandes corrientes de conocimiento compartido que definirán la era de la desglobalización.