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el cudolet / OPINIÓN

El solar de la vergüenza en Monteolivete

Foto: KIKE TABERNER
18/05/2019 - 

El viejo solar de Monteolivete, patio de recreo de juegos de la infancia, lo vi crecer desde el minuto uno. Salvaje, sin urbanizar, poblado de felinos, fue victima de los inútiles escombros deportados por las nuevas fincas en construcción que florecían en la verde manzana. El terreno adosado a la vulgar toponimia de descampado evolucionó en tiempo y léxico, antes jardín, ahora solar. La manzana, arropada en su callejero por los cuatro costados, recitados con los nombres por orden de edad de mayor a menor; José Peris y Valero, José Sales Reig, Luis Oliag y José Capuz. Los tres primeros de la lista políticos, alcaldes de la ciudad, el último, artista y escultor de gran prestigio. Las placas de la memoria recuerdan a estos ilustres valencianos como membranas sociales que blindan de historia o recuerdos la manzana de edificios conquistada en el último tramo por la diagonal de Reino de Valencia, bajante del Ensanche.

Foto: KIKE TABERNER

En el pasado las vías del tren circularon por el terreno, la línea conectaba el Grao con el centro ciudad. Al solar de la vergüenza se viaja por Escultor José Capuz o la Avenida Reino de València. Las entradas de acceso no son las puertas de Quart ni las de Serranos. Las paredes de los bajos de los inmuebles que recaen al interior del patio por Alcalde Reig o Luis Oliag están decoradas por magnos murales extensos de color o pintura, que junto a la apetitosa horchata (moderna leche vegana) degustada en la Heladería Jijonenca amenizan las rutinas de vecinos, turistas o porteadores de perros. En el terreno semi urbanizado por el cemento, vaciado de árboles, repleto de socavones, hierbas o arenilla, regado de suciedad, se mantienen firmes los baladres y la higuera. La vida en el interior del solar es declarada insalubre para la vida de la tranquila vecindad de este barrio singular, tradicional, conservador y disciplinado. El estado actual del terreno es vegetativo, ninguna inversión municipal se recuerda en años, pese a que Monteolivete nunca ha bajado la guardia ni causado problema alguno en la vida orgánica de la ciudad. Monteolivete trabaja desde el silencio, viviendo de espaldas a ella.

Foto: KIKE TABERNER

El hartazgo de los vecinos se palpa en la vida diaria del barrio, el Aquarius desembarcó antes de lo previsto sin ser puerto de mar, tema de conversación en comercios, bares, reuniones vecinales. Traspasada la frontera de la paciencia, todo tiene un límite, el ojo milimétrico de la cámara de Kike Taberner nos acerca a descubrir la galería de la vergüenza habitada en el solar del distrito de Quatre Carreres. A mí me corresponde describirla. A él fotografiarla. En el interior del patio de luces se respira un aire nada agradable por la contaminación acústica generada por la farándula nocturna de la vida nómada de un poblado arraigado al solar. Demasiados olores, demasiados cartones, demasiada fritura. El terreno no es sitio ni lugar para morar ni cocinar .El ambiente, cada vez más enrarecido entre el personal por la continua ocupación del ágora público por la comuna residente, que se gana la vida practicando la mendicidad, recogiendo chatarra o enseres que el primer mundo, el de la abundancia, desecha en los contenedores. En los últimos meses hasta un improvisado apeadero de automóviles sin parquímetro se ha apoderado del terreno, sumándose a la black list de las quejas vecinales.

Foto: KIKE TABERNER

En una de mis visitas al solar de la vergüenza coincidí con la plana mayor del Partido Popular de València. María José Catalá encabezaba el cortejo vecinal en el paseo crítico escuchando sobre el terreno las quejas de los residentes. En tiempo de elecciones municipales, los principales actores, sus candidatos, suelen atender con interés las quejas o demandas de los ciudadanos. Espero que la visita no quede en agua de borrajas. La intervención sobre el solar por parte de las autoridades municipales, agentes sociales y jerarquía eclesiástica debe ser inminente. Es un acto inmoral mirar a otro lado sin dar cobertura o ayuda a las personas que sin recursos duermen entre cartones en la vía pública, minando la convivencia vecinal. Deambular por el terreno se ha convertido en un acto decrépito, si no que se lo pregunten a los paseadores de perros, vigilantes del espacio que sirve de gran utilidad a los caninos en su camino por conseguir la libertad en sus largos paseos, sin disponer de urinarios para hacer sus necesidades. ¡Señores políticos, Monteolivete existe, por lo menos hasta las elecciones!

Foto: KIKE TABERNER

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