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el callejero

El solista que acompaña

Foto: KIKE TABERNER

Raúl Junquera, un prestigioso trompetista de la Orquesta de Valencia, regala su talento a diario desde su balcón en Albal. Al lado, su hija pequeña se viste para la ocasión

12/04/2020 - 

VALÈNCIA. El vídeo se ha hecho viral. Raúl Junquera (Catarroja, 46 años) sale al balcón vestido de frac, impecable, como exige la música sinfónica, pone en marcha la melodía del Nessun Dorma, la archiconocida aria del Turandot de Puccini, y al instante se lanza a tocar la trompeta, que emite un sonido que traspasa la calle y se clava en el corazón de quien escucha. El instrumento parece llorar, mientras se hincha el pecho de Raúl, por todos los muertos de estos días, por las víctimas de esta pandemia que tanto hartazgo y pena están causando en España y en todo el mundo. Y luego, el final, triunfal, donde no hace falta pronunciar la letra porque de tantas veces que lo hemos escuchado ya sabemos que cuando la trompeta sube su volumen, nos está gritando "All’alba vincerò". Al amanecer venceré. Venceré. Venceré.

Y ahí, con los vecinos rompiendo a aplaudir, las lágrimas piden paso.

Por eso, por esa suma de factores, probablemente, el vídeo ha superado las 200.000 visualizaciones y en el Palau de la Música, la cuenta que lo viralizó, se sorprenden porque ellos, por lo general enfocados a un público minoritario, muy entendido, no suelen manejar estas cifras. Pero la música tiene esa capacidad de emocionar, de rellenar las almas vacías, y por eso, cada día, Raúl Junquera se asoma al balcón de su casa, un quinto piso de la calle San Carlos de Albal, para soplar su talento por todo el barrio.

Porque Raúl no es un músico espontáneo al que le gusta la cháchara de las ocho de la tarde. Junquera es un prestigioso solista de trompeta que toca en la Orquesta de Valencia y en varios grupos de cámara. Un profesional de la música que no sale a improvisar alguna tonadilla sino que por la mañana, refugiado en el garaje para no molestar a los vecinos, selecciona el repertorio y lo ensaya hasta que suena perfecto. Luego, por la tarde, en el ocaso, cuando ya han caído de los balcones los aplausos diarios para los sanitarios, el trompetista obsequia al vecindario con un par de piezas magistrales.

Foto: KIKE TABERNER

Todo empezó por San José, cuando surgió aquella iniciativa que impulsaba a los músicos a salir con sus instrumentos a balcones y terrazas a interpretar, el que debía ser el último día de las Fallas, Paquito el chocolatero, Amparito Roca y otros pasodobles. "Un vecino, que es fallero, quería además tirar un modesto castillo de fuegos artificiales y me pidió que tocara el Himno Regional. Y a partir de ahí los vecinos empezaron a pedirme que tocara. Así que cada tarde, tras los aplausos, salgo y toco un par de piezas, de unos cuatro minutos cada una, para entretener a la gente. Es bonito porque los vecinos se olvidan durante un rato del drama que estamos viviendo y gusta mucho. No solo a mi calle sino también a las colindantes", explica Raúl.

Al principio iba saltando de un estilo a otro. De la clásica al tango y del bolero al jazz. Pero luego concretó repertorios temáticos. Un día, con los amigos de Albal, donde vive desde hace 18 años, y Catarroja, donde nació, fantasearon con que el domingo se iban a la ópera. Se vistieron de gala, con pajarita, cada uno desde su hogar, acompañados por la familia.

La propuesta de Raúl ha animado a otros músicos de la calle. Cada uno lo intenta con su talento y su técnica. "Muchos saben que soy músico profesional pero otros no nos conocíamos. Hay un señor que toca la tuba y nos hemos comunicado pero no nos conocemos físicamente. A veces nos ponemos de acuerdo cinco o seis y cada uno toca desde su balcón, a 50 o 70 metros de distancia, y yo, que estoy más centrado, hago de director de orquesta de todos los demás".

Foto: KIKE TABERNER

En los vídeos de los primeros días de confinamiento se ve a Raúl interpretando sus piezas musicales en el balcón y en una esquina, sentada y muy formalita, a una niña que le observa con admiración. Esa chiquilla es Teresa, su hija, de ocho años, quien ha encontrado en esos diez minutos una ilusión para cada día. Y de ser una espectadora pasiva ha pasado a convertirse en una especie de acompañante que se prepara para la ocasión. Y si su padre toca música italiana, ella sale de gondolera. Y si al día siguiente toca música francesa, Teresa hace como que está en una terraza parisina tomándose un café. "Esta se apunta a un bombardeo. Toca la flauta, pero está en Primero todavía y como no puede participar pues se disfraza. Se pone histérica cada día". Su hermano, en cambio, está, a sus 15 años, en la edad de avergonzarse de toda esta historia y cuando se acerca la hora, sale escopetado hacia la terraza del edificio a hacer deporte. O eso dice. La familia la completa Carmen, su mujer, que es saxofonista y la encargada de grabar los vídeos desde un lateral.

Raúl Junquera no tiene muy claro por qué se decantó por la trompeta en L’Artesana, la sociedad musical de Catarroja. Algo debió cautivarle de ese sonido metálico porque acabó alcanzando el conservatorio de València. Se le daba bien el instrumento y al finalizar los estudios superiores, con 19 años, aprobó de solista en la Orquesta Sinfónica de Bilbao, donde estuvo un par de años. Luego volvió raudo a la ‘terreta’ para tocar durante dos décadas en la Banda Sinfónica Municipal de València. Y desde hace cuatro años, ya con 42, en la Orquesta.

Sus padres no eran músicos, pero debía gustarles porque un día se encontraron a todos los hijos tocando algún instrumento. "Han sido esclavos nuestros, llevándonos durante años al conservatorio y a tocar aquí y allá". Ahora, además de la Orquesta de Valencia, donde está acostumbrado a leer las partituras de Beethoven o Schubert, también toca otros palos por diferentes vías, como Art of Brass, su grupo de cámara con cuatro músicos de la Banda Sinfónica Municipal de Valencia; un dúo de trompeta y órgano con el músico internacional Arturo Barba, con quien ha interpretado obras de Mendelssohn, Stanley, Pachelbel o Telemann por toda España; y Un Classical, un cuarteto volcado en música de Piazzola y Kurt Weill, tango y piezas de jazz de la Alemania de los 50.

Cada género requiere un tipo de trompeta, que no todas son iguales. Raúl tiene cuatro y por duplicado: en do, en si bemol, el piccolo y el fliscorno que está sacando para las piezas más melódicas. Ocho trompetas, de marcas como Yamaha o Bach, que suele comprar, a un precio de unos tres mil euros por unidad, en Sanganxa, una tienda de Valencia.

Raúl lleva varios días sin salir al balcón. Los pueblos son como son y el músico ha preferido optar por el silencio durante la Semana Santa. "No me gustaría molestar ni ofender a nadie, y en Pascua ya volveré y seguiré tocando mientras dure esto", justifica.

En su vida previa a la cuarentena por el coronavirus, Raúl iba a diario a su estudio en Massanassa para pasar cuatro o cinco horas, que ahora ha cambiado por dos o tres en el garaje, practicando la técnica y el repertorio de la orquesta. "Somos como deportistas, como un futbolista de Primera División que tiene que estar listo para cuando se reanude la Liga. Si no nos preparáramos, iríamos al Palau de les Arts y aquello sería un desastre...".

Foto: KIKE TABERNER

Es su vida y por eso se motiva recordando su actuación, un concierto de Hummel, hace algo más de un mes, en el Teatro El Musical del Cabanyal, la primera como solista de trompeta en la Orquesta de Valencia. "Fue un momento muy especial y una satisfacción personal muy grande", explica sobre aquel día en el que se dio el gusto de rematar el concierto con un bis dedicado a su amiga Marisa Baixauli, víctima del cáncer.

Aunque hay una segunda pasión que le delata en su estudio de Massanassa, donde tiene, al lado de fotos de trompetistas y carteles de conciertos, un enorme escudo del Valencia CF. "Soy valencianista a muerte", confiesa.

-Raúl, ¿y estuviste en la final de Copa de Sevilla?

-Hombre, eso yo no me lo podía perder. 

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