La comunidad filosófica celebra este año el tricentenario del nacimiento del eminente pensador alemán Immanuel Kant, circunstancia que es un evidente motivo de júbilo ya que Kant es probablemente el filósofo más importante de toda la Edad Moderna y Contemporánea. Otros autores son más conocidos fuera del ámbito de esta disciplina, como Marx o Nietzsche, pero Kant es intelectualmente más importante y solo Hegel es comparable en relevancia filosófica. Kant se propuso responder a cuatro cuestiones fundamentales: ¿Qué puedo conocer? ¿Qué debo hacer? ¿Qué me cabe esperar? Y ¿qué es el ser humano? Esta última resume para él las tres anteriores y a todas ellas hizo contribuciones fundamentales. A partir de ahí vamos a acercarnos a la actualidad de Kant, que cabría esperar que fuera extensa, notoria y relevante, para comprobar cómo está.
En primer lugar cabe recordar el ámbito de la metafísica y la teoría del conocimiento, donde este pensador hizo contribuciones fundamentales en su Crítica de la razón pura (1781, 1787), su obra más importante, y uno de los capítulos más brillantes de la historia del pensamiento occidental (que puede que algunos recuerden de sus tiempos del Bachillerato), pues supuso una mediación brillante y creativa entre el racionalismo y el empirismo clásicos. Sin embargo, su búsqueda del conocimiento y la verdad, y sus cualidades de extraordinario rigor y sistematicidad, quizás descuellan poco en nuestra sociedad, fuera del “camino seguro de la ciencia”, y eso con suerte. Más bien, lo que ahora abunda es la verdad como relato.
Grandes son también las ideas políticas kantianas, y cabría pensar que tal vez tienen la suerte más de cara. Kant fue un entusiasta defensor de la Ilustración, de una alianza por la paz internacional y del imperio de la ley, entre otras aspiraciones importantes. Sin embargo, al mirar a nuestro alrededor vemos que la ilustración es todavía una meta lejana y no demasiado apreciada, a pesar de las facilidades con las que contamos, comprobamos que hay graves conflictos militares en Ucrania y Oriente Próximo que amenazan la paz mundial, y observamos que nuestros gobernantes tienen un sentido muy elástico del imperio de la ley, según la conveniencia del momento.
A la ética hizo contribuciones de primer orden. Tras un estudio detallado de la misma en obras como la Fundamentación metafísica de las costumbres (1785) y la Crítica de la razón práctica (1788), estableció el que puede definirse como el principio fundamental de la moral. Se trata del llamado imperativo categórico. En una de sus formulaciones reza así: “Obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre como un fin al mismo tiempo y nunca solamente como un medio”. Es decir, trata a los demás como te gustaría que ellos te trataran a ti o, dicho con otras palabras, no les hagas lo que no quieras que te hagan. Claro, ¿verdad? Pues bien, la moral tampoco raya a gran altura en el mundo que nos rodea. No solo en la esfera política, que según Kant debiera ser ejemplar, sino en otros importantes ámbitos, que van desde los medios de comunicación a las redes sociales, pasando por los negocios y la economía.
Kant tiene muchas más ideas, por supuesto, pero estas bastan para comprobar su actual inactualidad, que induce un poco a la melancolía. Recuerdo lo que escribió en la conclusión de la Crítica de la razón práctica: “Dos cosas llenan mi ánimo de creciente admiración y respeto, cuanto más reflexiono sobre ellas: el cielo estrellado sobre mí y la ley moral dentro de mí”. Este lema está inscrito en la lápida de su tumba en Kaliningrado (Rusia), la antigua ciudad prusiana de Königsberg, su lugar de nacimiento.
Dentro de cien años, cuando se vuelva a conmemorar otro centenario de su nacimiento, es posible que la humanidad esté más cerca de los ideales kantianos, quién sabe, pero si no es así, que podría ocurrir, al menos le quedará contemplar el cielo estrellado.
Francisco Javier Gea Izquierdo es profesor de filosofía