Cuando hace seis años leí un informe de JP Morgan, una de las empresas financieras más antiguas del mundo, sentí indignación e incredulidad a la vez…, y miedo. Se trataba de un artículo titulado El ajuste de la eurozona: a mitad de camino, publicado el 28 de mayo de 2013, efectivamente, a mitad de camino, pero de la crisis, pensaba yo. Lo firmaba el equipo de análisis político y económico de su delegación en Londres. Mi indignación se debía a que señalaba a los países del sur como freno para la salida de la crisis y a su necesidad de “gobiernos autoritarios” que impulsaran medidas restrictivas de los derechos laborales, y de libertad de expresión y manifestación en el seno de nuestras sociedades. Duro, ¿eh?
“En los primeros días de la crisis, se pensó que los países de la periferia de Europa arrastraban problemas económicos derivados de la burbuja inmobiliaria, desajustes internos por el tipo de cambio o rigideces estructurales. Pero con el tiempo, ha quedado claro que los problemas son un legado político debido a las secuelas de la caída del fascismo, inadecuadas para una mayor integración en la zona euro y que requieren una reforma política. A medida que la crisis ha evolucionado, se ha hecho evidente que hay problemas políticos profundamente arraigados en la periferia que, en nuestra opinión, necesitan cambiar para que la Unión Económica y Monetaria funcione correctamente a largo plazo”. Es decir, las reformas democráticas que países como España, Portugal o Grecia lograron conquistar tras las dictaduras militares resultaban ahora perniciosas para su salida de la crisis y requerían una reforma política: es decir, cambiar gobiernos y leyes. Indignación…
Seguía JP Morgan alertando de la necesidad de una reforma política nacional. “Los sistemas políticos en la periferia se establecieron a raíz de dictaduras y fueron definidos por esa experiencia. Sus Constituciones tienden a mostrar una fuerte influencia socialista, que refleja la fuerza política que los partidos de izquierda ganaron después de la derrota del fascismo. Los sistemas políticos de la periferia suelen mostrar las siguientes características: Gobiernos débiles, Estados centrales débiles en relación con sus regiones, protección constitucional de los derechos laborales, sistemas de construcción de consenso que fomentan el clientelismo político, y el derecho a protestar si se realizan cambios no deseados del ‘estatus quo’ político”. Vamos por partes. Este banco, señalado en Estados Unidos como uno de los causantes de la crisis financiera mundial, estaba poniendo en cuestión nuestra democracia, el Estado de las Autonomías, nuestros derechos constitucionales, derechos laborales como el derecho de huelga, incluso la libertad de expresión y manifestación conseguidos durante la ejemplar Transición Española. En resumen, el poder económico-financiero estaba poniendo en cuestión la soberanía del pueblo, su derecho a elegir a sus gobernantes. Incredulidad…
En ese punto, ¿qué más se podía esperar de un análisis parcial e interesado como el de uno de los arquitectos del sistema capitalista? ¿Qué otra cosa podía esperarse de un banco que estaba poniendo en duda las bases de la democracia en los países del sur de Europa?. “Las deficiencias de este legado político han sido reveladas por la crisis. Los países de la periferia sólo han tenido un éxito parcial en producir agendas de reforma fiscal y económica, con gobiernos limitados por Constituciones (Portugal), regiones poderosas (España) y el auge de los partidos populistas (Italia y Grecia). El cambio está empezando a ocurrir. España tomó medidas para abordar algunas de las contradicciones del acuerdo post-franquista con la legislación del año pasado que permite una vigilancia fiscal más estrecha de las regiones -el ¿FLA?-. Pero, fuera de España poco ha sucedido hasta ahora. En cuanto a la idea de un viaje, el proceso de reforma política apenas ha comenzado”. Miedo…
Es en este punto, y con la retrospectiva de los años pasados y las elecciones venideras, que siento miedo. Las exigencias de JP Morgan se han ido cumpliendo una por una con el gobierno del Partido Popular que entró con Mariano Rajoy a completar las reformas laborales que se negó a realizar el gobierno socialista de José Luis Rodriguez Zapatero. Un mercado laboral extremadamente precario y un paro sistémico son su legado. El derecho de manifestación, la libertad de expresión e información se han visto reducidos y esquilmados con la conocida como Ley Mordaza, la Ley de Seguridad Ciudadana y la reforma de la Ley de Enjuiciamiento Criminal de 2015. Objetivo cumplido. El advenimiento de los gobiernos autoritarios está a la vuelta de la esquina con el despertar de las camisas negras en toda Europa, que en España no son “nuevas”, y que arrastran al resto de partidos liberales hacia un tiempo oscuro que nunca pensamos que volveríamos a ver “amanecer”. Espero que no me abandonen estos sentimientos el próximo 28 de abril: indignación, incredulidad, miedo…