El viernes pasado el presidente Sánchez anunció la convocatoria anticipada de elecciones para el domingo 28 de abril. Desde ese mismo instante comenzó su campaña electoral, primero con un mitin en la sede del gobierno de España y este lunes con una entrevista en la tele de “todos”. Al mismo tiempo ha empezado la campaña por el voto útil.
No nos llamemos a engaño, todos sabíamos que 2019 era año de elecciones y todo lo que ello conlleva, a saber, promesas y soflamas varias que acaban noqueando literalmente al ciudadano que permanece anestesiado ante el enésimo plan de lucha contra la desigualdad, por el empleo, por unas infraestructuras dignas y por supuesto una sanidad sin lista de espera. Parole parole, como la clásica canción italiana que cantaban Mina y Alberto Lupo.
La sorpresa saltó cuando se fue consolidando la posibilidad de no alcanzar acuerdo para aprobar los Presupuestos Generales del Estado y por lo tanto el presidente del gobierno optaría por prorrogar las perversas y dañinas cuentas populares o convocaría elecciones, como prometió en la moción de censura. Cierto es que creer en la palabra de un político se ha convertido en algo verdaderamente arriesgado. Finalmente, optó por la segunda opción: convocó elecciones.
El año es perfecto para empresas de demoscopia, para sociólogos y expertos en análisis de datos y elecciones, para politólogos [como los que conformamos AVAPOL] y en general para periodistas, tertulianos y por supuesto, columnistas. Tenemos carnaza a todas horas y en todas las direcciones, por ello es recomendable que todos dosifiquemos la cantidad de información que podemos digerir vía sonora, verbal y visual, o podemos terminar en la lista de espera de algún hospital, porque ni las reversiones han acabado con ellas, perdón, creo que en algunos casos incluso las han aumentado.
La empresa es de envergadura, con todo lo que supone una convocatoria a elecciones generales, en una época en que España se encuentra inmersa en una difícil encrucijada planteada por el independentismo catalán, no por su virulencia o peligrosidad, que también, sino por la falta de unión, coherencia y sentido común del resto de partidos políticos que deberían tener un mensaje unívoco y rotundo frente a la subversión de la ley. La cuestión es que se plantean unas elecciones con el eterno (e insufrible) problema del independentismo catalán de fondo y con un nuevo escenario donde cincos fuerzas políticas van a repartirse los 350 escaños del Congreso y otros tantos en el Senado (ahí se da una batalla oculta pero fundamental).
En esta situación y con estas cuestiones sobre la mesa, en estos días hay dos discursos que protagonizan la estrategia política de PP y PSOE. Los socialistas utilizan el anuncio de Ciudadanos en boca de José Manuel Villegas de que no pactarán con el PSOE de Sánchez, para ubicarse en la moderación y la centralidad y acusan a Ciudadanos de sólo querer pactar con PP y VOX, que como todos sabemos practican la antropofagia (valga la ironía) a ojos de los socialistas. En definitiva, el PSOE encuentra un hueco para venderse como única alternativa de izquierda y centro porque Ciudadanos sólo tiene legitimación si pacta con ellos, en ese caso, el PP y VOX llaman a los de Albert Rivera, la “veleta naranja”, por aquello de que según sopla el viento se arriman a unos u otros.
En el bando de la derecha, donde parece querer entrar Ciudadanos pero que lo tienen copado el PP y la fuerza emergente VOX, se ha lanzado una micro-campaña, también vía mensaje de WhatsApp, “desinteresado” y a efectos informativos, recordando aquello del voto útil, o sea, que si eres de derechas o conservador tienes que votar al PP porque son los fetén. A estas alturas y tras la experiencia andaluza, la gente ya está cansada de que le digan a quien tiene que votar y se espera que cada uno haga lo que le de la real gana y que salga el sol por Antequera.
Los partidos deberían pedir el ‘voto utilitario’, es decir, el voto de la inmensa mayoría de españoles que poseen un utilitario, un coche normal y corriente y con más de cinco o diez años de antigüedad, que pagan los impuestos religiosamente y las multas de los radares que machacan a los conductores (también personas y también peatones), esa inmensa mayoría que no quiere que le digan cómo tiene que hablar, ni cómo tiene que educar a sus hijos, ni cómo tiene que desplazarse, esa España libre que tiene una ocasión de pronunciarse el domingo 28 de abril.