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Elena Sanz, la cantante de ópera que enamoró al rey

19/12/2018 - 

VALÈNCIA. Pasar a la historia como ‘la otra’, como la amante, no debe ser nada sencillo. Mucho menos si eres una de las cantantes líricas con tesitura de contralto más importantes del siglo XIX. Esa mujer fue Elena Armanda Nicolasa Sanz y Martínez de Arizala, más conocida como Elena Sanz, es decir, ‘La Favorita’ del rey Alfonso XII.

Elena nació en Castellón de la Plana. Hay ciertas dudas acerca de su fecha de nacimiento. En una breve biografía que escribió Benito Pérez Galdós sobre la cantante se afirmaba que había nacido “por los años 1852 ó 53”; sin embargo, más adelante, el escritor insinuaba algo que dejaba cierto halo de misterio en su origen: “(…) y no doy más referencias de su progenie, ni puntualizo la fecha de su nacimiento, porque ello ni quita ni pone un ardite en el valor documental de esta verídica historia”. El dato de su nacimiento era importante porque significaba que era muchos años mayor que el rey, su amante. Esta diferencia de edad marcaría gran parte de su historia. 

Las leyendas urbanas y los datos falsos acerca de la vida de Elena han sido numerosos. Así lo afirma, por ejemplo, Miren Urgoiti, autora de La Favorita. La verdadera historia de Elena Sanz:

Hay algo en todo lo relativo a Elena Sanz que extraña y es que nunca se haya intentado profundizar en sus orígenes y en su familia; su persona, a pesar del tiempo transcurrido, sigue siendo una especie de champiñón silvestre que amaneció a los pies de un vetusto roble tras una tormenta otoñal: ayer no estaba, hoy sí.

Así, como un champiñón, se definen sus orígenes. Unos que tenían a José María Sanz como abuelo materno:

D. José Mª había nacido en Burgos hacia 1778 y de una familia noble, los Martínez de Arizala, solía recalcar ella con mucho orgullo, aunque sus ascendientes eran maños y mallorquines. Ingresó en el ejército en el año 1801 como guardia de corps y después fue pasando, sucesivamente, por varios regimientos hasta para en Cádiz. Fue allí donde conoció a su futura esposa, Isabel, que llevaba los sonoros apellidos de Luna y Porcel: belleza andaluza a cuyos antepasados se podía rastrear entre Sevilla y Sanlúcar.

Elena se sintió atraída por la ópera y la música. Se educó en el Colegio de las Niñas de Leganés y muy pronto su voz destacó en el coro. Su fama llegó hasta Isabel II que decidió convertirse en su protectora. Unos años después, comenzó en el Real Conservatorio de Madrid, donde su padre fue trasladó por motivos laborales. Será discípula de Baltasar Saldoni, el compositor y musicólogo español. En la novela La Favorita. La historia de amor entre Alfonso XII y Elena Sanz (Aurora García Mateache, Esfera de los Libros), se ficciona así una conversación con Saldoni:

Saldoni me dijo ayer: « ¿Sabes, Elena? Ayer bajaba por la calle del Clavel y escuché a un grupo de gente hablando de ti. Tiene gracia que aunque ya hayas cantado en los teatros de Francia, se te siga conociendo como la Niña de Leganés». Y yo le dije: « ¿Cómo deben llamarme, profesor, la fille parisiense?» -terminó Elena, imitando a una sofisticada parisina exhalar el humo del cigarrillo.

Fue Saldoni quien le proporcionó la audición con Enrico Tamberlick, el tenor italiano que en el año 1857 participó en la apertura del mítico Teatro Colón de Buenos Aires cantando La Traviata. Saldoni le recomendará que vaya a París, la ciudad que le vería triunfar en el año 1868 cuando debuta en el Teatro Chambery, representando el papel de Azucena en El trovador. Este sería sólo el papel inicial de una larga lista de personajes que representaría en Milán, Argentina, Brasil o San Petersburgo, convirtiéndose en una de las cantantes de ópera más conocida de su época.

La belleza de Sanz llamó la atención de los hombres y mujeres. Si Galdós la definía como una “elegantísima, guapetona, de grandes ojos negros fulgurantes, espléndida de hechuras, bien plantada”, Emilio Castelar -político, historiador, periodista y escritor español- la definió de la siguiente manera:

(…) de labios rojos, de piel color morena, la dentadura blanca, la cabellera negra y reluciente como de azabache, la nariz remangada y abierta, el cuello carnoso y torneado, una maravilla, la frente amplia como la de una divinidad egipcia, los ojos negros e insondables cual dos abismos que llaman a la muerte y al amor.

En 1876 fue contratada por la Ópera de París durante dos años y allí representaría sus papeles más importantes; Maddalena de Rigoletto y Brangäne en Tristán e Isolda. En esos años estrenará también en el Teatro Real de Madrid. Sin embargo no fue en Madrid sino en Viena cuatro años antes, en 1872, donde conocería a Alfonso XII que, por aquel entonces, todavía no era rey. Una vez iniciado el idilio, el rey vivirá una vida paralela en Riofrío donde Elena tendrá dos hijos de Alfonso.

José María Zavala, autor del libro Elena y el Rey. La historia del amor prohibido entre Alfonso XII y Elena Sanz (ed. Plaza & Janés), afirma que fue Isabel II quien actuó como celestina, animando a la cantante a que visitara en Viena a su hijo. Él tenía 14 años y ella 27. Años después, ya siendo rey, volvieron a verse en el Teatro Real y comenzó su gran historia de amor, repleta de ausencias y momentos truncados.

Cuando murió el rey y Maria Cristina de Habsburgo  enviudó, la cantante tuvo que renunciar a cualquier derecho que pudieran tener sus hijos. Pudo negociar, eso sí, gracias a Nicolás Salmerón -un político, abogado y filósofo español que fue presidente del Poder Ejecutivo de la Primera República- un exilio en condiciones. La viuda del rey le quitó la pensión que Elena recibía. Sanz murió en París en 1898 en un triste exilio, con una olvidada carrera profesional y convertida ya para siempre en amante del rey.

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