Más allá de una metrópoli, existe un mundo por descubrir. Una autonomía no es una ciudad, sino lo que le rodea. Tenemos una gran riqueza natural e histórica al margen de redes sociales y centros comerciales. Muchas generaciones se la están perdiendo
Desde hace varias legislaturas hemos venido escuchando a políticos de todo el arco parlamentario hablar del impacto y protagonismo del turismo cultural rural como reto y opción más allá de las órbitas de las metrópolis para descubrir paisajes, etnografía, ecología, historia, presencia, vida costumbres, yacimientos, riqueza natural…como reclamo económico y social que podría paliar lo que ahora se llama la España vaciada, ahora ya hasta con subdelegación gubernamental, aunque sin objetivos visibles, pero colocados. Muchos discursos, tantos como gobernantes, han pasado por cargos responsables de aplicar políticas concretas. No he visto aún soluciones y mucho menos planes de actuación. Al final, simples mensajes, comisiones de trabajo para lucir en fotografías y esa cuestionable voluntad que jamás se traduce en hechos.
Durante estos días también he venido escuchando el lamento de padres y madres en torno a qué hacer con los niños durante las jornadas no lectivas o las vacaciones escolares.
Yo animaría a muchas de esas familias, siempre que no exista riesgo vírico, a que una vez superada esta crisis abandonasen en su tiempo libre la realidad cotidiana, urbanita y virtual para cambiar de aires, saltar a otros escenarios y, al mismo tiempo, descubrir a los más jóvenes que hay mucho mundo ahí fuera alejado de sus barrios de confort y esa cultura de consumo o wasap que nos comprime. Estamos a tiempo de cambiar hábitos laborales, sociales y familiares. Es lo que está generando o proponiendo esta crisis, como la anterior, un cambio.
Visto lo visto, les aconsejaría descubrir los manantiales de Montanejos, el Penyagolosa, el Montgó, la ruta prehistórica y rupestre de la Valltorta o el Pla de Petracos, el castillo de Guadalest, el puente romano de Chelva y la ruta del agua por sus montañas horadadas, los yacimientos y restos romanos e íberos de Llíria o el castillo y complejo romano y judío de Sagunt, Morella, y si me apuran hasta las salinas de Torrevieja, el Rincón de Ademuz, o el Valle de la Valldigna visto desde lo alto del puerto de Barx, así como su monasterio o la cueva prehistórica del Parpalló, o incluso el abrigo rupestre de Cullera y el balcón fotográfico del litoral que recorre visualmente desde el observatorio toda su línea geográfica y el parque natural, por poner unos simples ejemplos a los que ustedes pueden añadir sugerencias. Por ejemplo, la cárcel de Sant Vicent o los baños del Almirante en nuestra ciudad de Valencia. Pasen de la propaganda política. No saben de nada.
Digo esto porque, culturalmente, nos olvidamos de que más allá de centros comerciales, museos y espacios culturales de nuestro entorno subvencionados graciosamente por nuestras instituciones para ganar titulares complacientes hay vida, cultura y gastronomía muy local, pero también altamente valiosa; serenidad y paisajes; sol y silencio…Imágenes increíbles. Pero sobre todo historia, arte y una cultura que recorre siglos y muchas generaciones se están perdiendo.
Nos están engañando. Por ineptitud y mediocridad política. Es evidencia.