Los coreógrafos Alberto Cortés y Rosa Romero proponen el movimiento como factor de cambio en el Espacio Inestable y con un taller en Espai LaGranja
VALÈNCIA. El confinamiento vivido en nuestro país del 15 de marzo al 21 junio del año pasado estuvo repleto de preguntas sin respuesta que provocaron una zozobra emocional generalizada. La pandemia disparó la ansiedad, el miedo, la depresión, el insomnio y los malos hábitos en la alimentación. La actividad cerebral ha sido inversamente proporcional a la física durante el estado de alarma y en las cuarentenas punteadas a lo largo de estos 21 meses. Los cuerpos se quedaron varados entre el teletrabajo y la evasión que procuran las pantallas, mientras los pensamientos, mayormente angustiados, se disparaban.
Ante el anquilosamiento propio y ajeno, los coreógrafos y bailarines Rosa Romero y Alberto Cortés pusieron en marcha una nueva creación durante el encierro, a través de Zoom y con apremio. Les urgía volver a activar el movimiento y con este meneo estimular una reacción en cadena que propulsara el cambio. ¿Y que parte de nuestro organismo es el eje de ese ajetreo que puede propulsar la transformación? Su centro.
“El movimiento pélvico es un motor muy importante, porque está en el inicio del impulso, es el principio de activación del caminar. Pero no sólo eso, sino que es un centro esencial, con funciones asociadas al sexo, el parto y la vida”, expone Cortés.
El tándem de creadores ha formulado La teoría de la pelvis, una propuesta que en primer momento fue audiovisual online y documento, tras la reclusión forzada, pieza escénica, y desde este próximo domingo, 5 de diciembre, taller.
El Espai LaGranja acoge una práctica de cuerpo y pensamiento donde los y las participantes tendrán que pensar y defender teorías científicas en torno a la actividad corporal. El taller forma parte de la programación expandida de la Red de Teatros Alternativos y Proyecto Inestable. Durante la jornada, Alberto Cortés y Rosa Romero van a instar al alumnado a proponer teorías que partan de otros segmentos anatómicos. En la formulación de sus hipótesis tendrán que calcular sus posibles efectos en el mundo, que bien pueden ser sanadores, bien, devastadores.
“Nos preguntamos si decidir creer en la fuerza del movimiento y el cuerpo implica que tengamos que demostrarlo al mundo a través de la validez que da la ciencia. Si sólo se nos va a creer a partir de la demostración de una tesis entonces tendremos que crearlas para ser tenidas en cuenta”, concluyen los docentes.
La práctica será mixta, pues la exposición de las distintas teorías se completará con una comunicación escénica de sus conclusiones.
Se trata de un taller muy relacionado con la gestación del montaje La teoría de la pelvis, que la pareja representará los días 4 y 5 de diciembre en el Espacio Inestable.
La obra es un trabajo que mezcla el trabajo de video y la representación. La parte narrada está ligada a la teoría que los creadores han desarrollado y la física, de la danza en su interrelación con las imágenes.
Entre las conclusiones teóricas, Cortés y Romero plantean que la pelvis “puede funcionar como aspiradora, volcán, silbido y cortacuellos, pero como bebé recién nacido, cachorro y paisaje en calma”.
Estas deducciones poéticas se complementar con un collage de audiovisuales donde Elvis Presley convive con John Travolta, Jamie Lee Curtis y las bailaoras de flamenco del barrio sevillano de Triana. “Hemos tenido que buscar lugares comunes de movimiento pélvico como motor y hemos dado con conexiones interesantes que nos llevan a concluir su valor universal”, explica Cortés.
La teoría de la pelvis surgió como una llamada a la acción en un contexto de parálisis, pero sus artífices no creen que la obra pierda vigencia con el fin del confinamiento. Su propuesta invoca a Diógenes y a Antonio Machado, al movimiento se demuestra andando y al se hace camino al andar.
“Es un discurso incendiario que nunca caduca. Para que las cosas ocurren hay me moverse. La necesidad del cambio se resignifica siempre”.
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