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crítica de concierto

Emoción bajo el influjo de la guerra

4/03/2022 - 

VALÈNCIA. La imagen de una gran bandera de Ucrania presidía el escenario del auditorio por razones que no hace falta explicar. Previamente al inicio de la música el concertino de la orquesta Enrique Palomares pronunció un breve pero directo discurso de denuncia ante los graves acontecimientos que están sucediendo en el país del Este de Europa, haciendo extensiva esta a todos los conflictos que se desarrollan en el mundo.

El concierto se abrió con una excelente obra contemporánea firmada por el compositor barcelonés nacido en 1976 Ferrán Cruixent que se hallaba en la sala, a pesar de no ser un estreno absoluto, y que fue reclamado por Slatkin a escena a recibir los más que merecidos aplausos. El director norteamericano es un defensor de la obra de este estupendo músico español habiéndola dirigido previamente con su orquesta en Detroit, de la cual existe una magnífica grabación en youtube con explicación de la partitura por el propio Slatkin incluida. La escritura denota una excelente factura de orquestación en la que se alternan pasajes de gran violencia sonora con el lirismo más íntimo. Un pasaje estremecedor es aquel en que los músicos cantan una letra que no pude identificar y tras ello encienden sus teléfonos móviles de los que emanan unos sonidos que nos remiten al carácter más alejado de lo humano propio de los Cyborg mientras, sobre estos tonos que se repinten hasta el infinito, la cuerda frasea humana y cálidamente creándose una atmósfera distópica entre lo emocionante y lo inquietante. Si bien la idea que envuelve a esta obra nada tiene que ver con los momentos que vivimos en la actualidad, era inevitable pensar en los pasajes de sonoridades más extremas en el acero de blindados avanzando por las carreteras ucranianas sembrando el terror entre la población. Excelente la traducción de Slatkin que conoce la obra y toda la orquesta luciendo un sonido poderoso y denso, si bien sin estridencias en los enormes crescendos y lirismo extremo en los pasajes finales.

Foto: LIVE MUSIC.

Hay que decir que no resultó especialmente conmovedor el concierto de Ravel, bastante plano y frío en su discurso general. George Li se mostró como un pianista de gran técnica y seguridad pasmosa, sin embargo, dejó patente el principal defecto de muchos pianistas orientales: la gelidez de su discurso, cierta timidez en los volúmenes y el mecanicismo perfecto más propio de los Cyborg. El concierto en general se movió en un rango dinámico bastante estrecho en los movimientos extremos y escasamente conmovedor se mostró el pianísmo del solista en el magistral y célebre movimiento lento que por muy perfecta y poética que sea su escritura, no es suficiente para obtener unos buenos resultados obedecer al pie de la letra al papel, sino que el discurso precisa ser elevado con una ejecución que le haga total justicia. Sin caer en lo excesivamente azucarado, pero tampoco pasar de puntillas, sin hacer ruido como lo hizo el pianista oriental. Cumplió la orquesta sin tomar demasiados riesgos, así como sus solistas en todas las exclamativas aunque breves intervenciones, en un contexto en el que Slatkin, él sabrá porqué, optó por una lectura de perfil bajo en todos los sentidos (volumen, histrionismo, control…).

Volvimos a vivir instantes conmovedores con unas notables variaciones Enigma que nos volvieron a poner el corazón en un puño por ese aliento lleno de melancolía british que poseen. Slatkin supo arrastrar a los músicos a una lectura conmovedora. Tras una primera parte de la velada desgarradora y un concierto raveliano que no pasó de ser un intermezzo por los resultados obtenidos (nunca por la magistral partitura que es), volvimos a la conmoción por obra y causa de la inspiración que Elgar deja patente en estos pentagramas en forma de variaciones. Aunque los temas que inspiraron a Elgar cada una de las “Enigma” pueden ser de lo más banal, no podemos obviar que toda esta hermosa música tiene también, por su naturaleza sinfónica, su indiscutible carácter abstracto y por tanto envuelta en sentimientos más complejos y profundos para los oyentes. No tiene porqué ser erróneo que haya quien le pudiera inspirar la belleza por momenos desgarradora de esta música, en el desolador contexto en que nos hallamos, el final de una guerra que esperamos que llegue cuanto antes. Un desenlace que será inevitable suscite sentimientos encontrados, como los producen estas 14+1 variaciones y que se mueven entre la alegría contenida que siempre conlleva el fin de una contienda y la melancolía y desolación por todo lo que se ha quedado por el camino. A esta ultima idea pertenecería el Andante inicial, o la primera variación entre otras, poseedoras de un aliento más sombrío. Pueden transmitir una idea más positiva y esperanzadora la número II, la III, la X (Dorabella) o la que cierra en tono triunfal la serie. Especialmente emocionante dadas las circunstancias fue la celebérrima Nimrod (variación IX), si bien Slatkin evitó la emotividad fácil y relamida a la que se ha sometido en ocasiones esta inspiradísima variación (¿podría haber caído el mismísimo Bernstein en su lentísima grabación en esta última percepción?). En cuanto a los solistas y familias de la orquesta debemos destacar las maderas en la citada Dorabella o en las variaciones III y VIII, el timbal de Javier Eguillor y los metales en la variación VI y la XIV, el violonchelo de Ivan Balaguer en la XII y toda la familia en esta variación y en la V entre otras muchas participaciones que llevaron la partitura a buen fin.


Ficha técnica:

2 de marzo de 2022, auditorio del Palau de les Arts

Obras de Cruixent, Ravel y Elgar

George Li, piano

Orquesta de Valencia

Leonard Slatkin, dirección musical

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