VALÈNCIA. Las cifras de asistentes a los grandes festivales de referencia del país este año están cayendo en miles y miles de personas. Ni el FIB, ni el Sónar, ni el Primavera Sound, ni el Mad Cool han podido igualar o mejorar sus números del año pasado. Desde que empezó su particular 'edad de Oro', los críticos musicales y diferentes profesionales del sector han hablado de una "burbuja de festivales" por la atomización de la oferta y los carteles clónicos. Pero nada más lejos de la realidad, hasta este mismo año (que aún no ha acabado) no ha habido signos de resentimiento en estas citas.
Hay una excepción en la Comunitat. Un festival que vendió todos sus abonos en 14 horas sin apenas haber desvelado nada del cartel. El Arenal Sound surgió hace ahora diez años, a la sombra de ese fenómeno. Su cartel en 2010 poco tenía que ver con el movimiento indie, incluyendo nombres como Miguel Bosé o Macaco. El año siguiente, redigieron su producto y configuraron una selección pensando en el público nacional sin olvidar poner en las letras grandes unos cuantos internacionales. Y en 2013 se produjo el fenómeno Steve Aoki, un concierto multitudinario que llevó a la ciudad castellonense a gente de toda España y demostró un potencial que no ha dejado de explotar. El Arenal Sound se ha convertido, año tras año, en la cita musical de aquellos que no acudirían a ningún otro festival, un evento hecho para una generación nueva de público cuyo modelo no encaja en prácticamente cualquier otra propuesta musical a nivel nacional, y que guarda más relación sociológicamente con Tomorrowland que con Glastonbury.
Esta semana que viene será la culminación de la temporada mainstream, de la que algunos de los nombres más relevantes podrán verse en el festival. Es el caso de Martin Garrix, considerado uno de los mejores DJs del mundo en la actualidad y responsable de algunos de los éxitos discotequeros más laureados de los últimos años como Animals o Tremor. También Thirty Seconds to Mars, la banda liderada por el también actor Jared Leto, que si bien presentaron su último disco hace más de 15 meses, siempre son un imán para su nutrida legión de fans en España. Don Diablo, Oliver Henders, Anitta, Karol G, Morat o Farruko son algunas de las otras referencias con cientos de millones de reproducciones en YouTube y Spotify que no paran de sonar en las verbenas y en los altavoces portátiles de adolescentes y veinteañeros. No es un sonido, es una sociología. En el terreno de la música nacional, destacan -en el mismo sentido- Don Patricio (que ha dado un salto de gigante a la escena más comercial), Beret, C. Tangana, Dellafuente, Bad Gyal, Lola Índigo. El triunfo del Arenal Sound es el de juntarles en un festival, una propuesta que acaba siendo prácticamente irresistible para el joven medio.
Pero más allá de la letra grande, el festival de Burriana también incluye en su cartel algunas de las tendencias sonoras independientes (en el sentido más literal de la palabra, artistas que han impulsado sus carreras por virales o desde cero, aunque ahora sean superestrellas). Son potenciales one-hit-wonders o influencers, que desde sus cuentas en redes sociales han conseguido llegar más allá que con un contrato discográfico, y que refuerza claramente el perfil joven del festival. Hablamos -por ejemplo- de David Rees, Rayden, Melo Moreno, Arnau Griso o Sofía Ellar, nombres que posiblemente no le sonarían al 90% del público del Primavera Sound.
Y la cuarta pata serían grupos que confluyen en el imaginario del público objetivo del Arenal Sound perteneciendo a géneros más periféricos. Sería el caso del indie (Vetusta Morla, Iván Ferreiro, Second, Dorian, Zahara, Carolina Durante), el petardeo (Fangoria, Nancys Rubias, Ladilla Rusa), el hip hop (Natos y Waor, Ayax y Prok, SFDK, Toteking), el pop-rock (Pignoise, Pol 3.14), y -por supuesto- La Pegatina.
Con todo esto, el Arenal Sound acaba siendo -realmente- lo más parecido a un Coachella made in Spain en dos sentidos: primero, el de mirar al pop más relevante del país y juntarlo en un mismo cartel; segundo, por acabar suponiendo una cita casi aspiracional para la juventud. Los treintañeros están dejando de ir a los festivales, las nuevas generaciones no parecen querer escuchar a Oasis, ni a Blur, ni a Franz Ferdinand. El nuevo pop (diverso en género, pero no en sonidos ni en formas) parece marcar el destino de "la burbuja de los festivales", cuyo 'trono de hierro' ocupa indiscutiblemente el Arenal Sound.