Las personas no sólo viven en casas. Las personas habitan vecindarios y comunidades. Ocupan edificios pero también lugares en un tejido social. La vivienda es un espacio de cobijo, pero también de estatus. Es un bien de consumo, pero también un producto de inversión. La ciudad son las casas y lo que pasa entre ellas. La vivienda y su mercado de producción y consumo influye decididamente en la estructura económica, social y espacial de las ciudades.
La tranquilidad de una vivienda es esencial para lo que el psiquiatra R.D. Laing llamó seguridad ontológica. La seguridad ontológica nos permite encontrarnos a gusto en nuestro entorno y en casa en nuestra vivienda. Como sensación subjetiva, depende de unas condiciones estructurales. Presupone el acceso estable a un alojamiento bajo el control propio del residente. Implica una economía doméstica en funcionamiento. Está apoyada por los derechos legales que sacralizan la vivienda como el dominio de la soberanía personal. Es, en esencia, el corolario psicosocial de una ciudadanía política y social competa. Sin un nivel mínimo de seguridad ontológica se vuelve imposible construir familias, emprender, invertir o involucrarse en los procesos sociales y cívicos.
Desafortunadamente, el sistema de vivienda, hoy día, como en tantas otras épocas, parece estar diseñado para generar en muchas personas la alienación residencial en lugar de la seguridad ontológica. El derecho a la vivienda es un derecho incumplido que no ha llegado a tener un significado total en el sentido ético y político.
La construcción, como sector económico, vivió hipertrofiado en el periodo previo a la crisis. El crecimiento sin precedentes del parque de viviendas no sirvió para resolver los problemas graves de acceso a la misma.
Hoy en día los desafíos más importantes, para una ciudad como Valencia, son múltiples. Comparada con otras urbes del entorno aún no recibe, pero lo recibirá, capital inversor foráneo en una escala suficiente como para hacer distorsionar el mercado; la gentrificación y la turistificación —vía apartamentos turísticos en alquiler— son aún fenómenos relativamente incipientes. Nos enfrentamos a una nueva burbuja inmobiliaria empujada por estas nuevas fuerzas.