NOSTÀLGIA DE FUTUR  / OPINIÓN

En defensa radical de la familia

7/11/2019 - 

No sé como hemos dejado a la familia en manos de reaccionarios. La familia se utiliza como arma arrojadiza, definida como elemento estructurante de una determinada manera, la conservadora, de vivir. Familia(s) como centro de las política(s), familia(s) como muro(s) de contención ante inexistentes amenazas. La familia, para otros, se da tan por supuesta que se olvida. Hay quien la considera, incluso, una institución de deseable obsolescencia. 

Aquellos que más se llenan la boca defendiendo la familia lo hacen pensando, casi únicamente, en la familia tradicional. Solo tienen en mente, en el proceso de su defensa, su forma y los valores que se supone que representa; pero olvidan la verdadera economía y moralidad de lo que una familia supone. 

No es una idea mía. El profesor y amigo Pau Rausell, en uno de sus episodios de brillantez que por su sentido del humor disfraza de casuales, se la sacó entre cervezas de la chistera: la familia es de izquierdas. 

Puede parecer contra-intuitivo. Por un lado, los conservadores se han apropiado del concepto de familia, desde la visión reducida a la formada por un hombre y una mujer y cuantos más hijos mejor. Por otro lado, los progresistas han asociado esa visión estrecha al constreñimiento de la libertad sexual o a la reproducción de valores y educaciones religiosas que consideraban que se deberían superar. 

Pero si entendemos el concepto de familia a través de las razones que la hacen posible, viable y útil, más allá de cuestiones biológicas o reproductivas, la cosa se empieza a ver diferente. La familia, como estructura intermedia entre el individuo y la sociedad, significa muchas cosas más allá del amor romántico y la descendencia.

La familia es una micro-comunidad de apoyo mutuo radicalmente redistributiva donde todos aportan tanto como pueden y reciben aquello que necesitan, según los momentos vitales y las etapas de la vida. La familia sirve de seguro de emergencia y de apoyo en momentos duros. Canaliza el ahorro en inversión cuando es necesario. Es entidad de supervivencia pero también de desarrollo. Sin las familias, las situaciones de crisis económicas serían todavía mucho más devastadoras. 

En momentos donde el mercado se introduce en todos los rincones de nuestro vivir: desde la habitación de invitados al asiento de detrás del coche, de airbnb a blablacar; cuando las relaciones son de usar y tirar por un narcisismo a golpe de app; la familia representa un generoso compromiso de renovación continua, que no eterna, de una alianza. Es un aprendizaje constante. Es un marco para la aceptación de la diversidad dentro de un mundo común.

Cuando se anunció la previsión de que nuestro país se convertiría en el de más esperanza de vida del planeta, muchas personas se sorprendieron. Ni somos los que comemos de manera más equilibrada ni los que practicamos más ni mejor deporte. Es un fenómeno complejo, pero me gusta pensar que morimos más tarde porque, en general, no morimos solos. La familia es una antídoto contra la soledad. 

Defendamos la familia de hoy —elegida o biológica, tradicional, poli-amorosa o monoparental, con o sin descendencia, heterosexual o queer— entendida como el grupo de personas que de manera generosa y con un compromiso a largo plazo deciden co-habitar el mundo. No hay nada más progresista. Hay pocas cosas más transformadoras.