El responsable de Discurso y Argumentario de Podemos ya se encargaba de ayudar a Pablo Iglesias con sus discursos antes de que se gestara la formación
VALENCIA. Cada vez que escuchamos un discurso del secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, podemos mirar de reojo a Jorge Moruno (Madrid, 1982). Conocía a Iglesias antes de que Podemos fuera una realidad. "He trabajado con él en intervenciones en televisión, en la manera de introducir nuevos discursos acorde a los tiempos que rigen en los medios, que son los tiempos de atención", explica este licenciado en Sociología por la UCM yresponsable de Discurso y Argumentario de Podemos, un área esencial para cualquier formación política.
Postgrado en Políticas Sociales y comunitarias en el IGOP-UAB (Instituto de Gobierno y Políticas Públicas adscrito a la Universidad Autónoma de Barcelona), ha escrito La fábrica del emprendedor. Servidumbre y subversión en la empresa-mundo (Akal, 2015). Moruno, de verbo fácil y con agudos y envidiables reflejos mentales, denuncia cómo la actual sociedad intenta poner todas las expectativas de éxito en el desarrollo personal, creando una generación de ganadores y perdedores que nos pone siempre al límite.
- Es usted el encargado de argumentario y discurso de Podemos y comentan que muchos de sus discursos son también para Pablo Iglesias.
- He trabajado mucho con Pablo, antes incluso de que surgiera Podemos. En discursos y también en la manera de introducir nuevos mensajes acorde a los tiempos que rigen la televisión y que son los tiempos de la atención. Cómo combinar una síntesis de análisis y estudios profundos pero traducidos para que lo pueda escuchar el conjunto de la población, atraer esa atención y poder introducir mensajes alternativos a los que son oficiales.
- Pero Podemos empieza a hacerse mayor, ¿esto no dificulta mantener la frescura del discurso?
- Claro. Uno cuando surge nadie le conoce y por lo tanto apareces en escena y eres como más disruptivo en ese sentido. Yo creo que lo que ha pretendido a grandes rasgos el Estado es ponernos una carrera de vallas desde las elecciones europeas hasta las generales, que es el objetivo bajo el que nacimos.
Sin embargo, no creo que por ello hayamos perdido la frescura sino que hay que reinventarla de nuevo.
Hay gente que apunta a lo que decíamos en las Europeas, pero es que éstas se daban en un contexto totalmente distinto. Es cierto que hemos crecido, nos estamos estructurando, y tenemos una doble tarea que es formarnos y crecer al mismo tiempo que queremos ganar. Por lo tanto es doblemente complicado, algo que afrontamos encantados y siempre dispuestos a renovar las formas y nunca perder la frescura ni olvidar de dónde venimos, además de recordarles a los que aplican las políticas de austeridad que aquí estamos y que somos los mismos que cuando empezamos.
- A veces esa frescura también se pierde al crecer la estructura orgánica. ¿Eso supone una cortapisa a la hora de construir un relato? ¿Le pone más límites?
- No es la misma situación cuando te ves con las posibilidades de llegar al Gobierno. Eso nos obliga a ser todavía más responsables y más audaces. Pero eso no nos puede hacer perder ni un ápice la frescura y las intenciones por las que estamos aquí. Tenemos esa necesidad de caminar entre precipicios que es combinar al mismo tiempo una eficacia adaptada a los tiempos electorales en los que estamos inmersos y al mismo tiempo ser la plataforma o la organización más democrática que existe.
A veces es difícil hacerlo al mismo tiempo porque los tiempos electorales son de rapidez y no de tanta deliberación. Pero tenemos que mantenernos en ese equilibrio de formular los discursos ahí donde el adversario no nos quiere encontrar. Porque el adversario lo que nos quiere decir ahora mismo es que somos todos iguales. Más que ellos ponerse una virtud quieren decir que nosotros somos como ellos. Nos quieren hacer envejecer para precisamente equipararnos a ellos y nosotros queremos precisamente dar la batalla. Queremos dar los márgenes, las fronteras donde se establece la propia disputa política.
Nosotros seguimos diciéndolo, hay una minoría que se va enriqueciendo, que va acumulando más poder en menos manos y que tiene a su servicio una serie de mayordomos que instrumentalizan esas instituciones al servicio de esa minoría. Queremos devolver esas instituciones para ponerlas al servicio de la gente, defender cosas que el conjunto de la ciudadanía entienden que son básicas como los derechos sociales, servicios públicos y dignidad humana. Y lo mismo podríamos decir en clave europea, lo que pasa es que se ha trasladado tanto el margen a una deriva oligárquica a nuestras democracias que decir cosas como que todo el mundo tiene derecho a la asistencia digna se tornan profundamente radicales. Pero es que las elites viejas que están gobernando se han emancipado de su condición de representantes de la ciudadanía.
- En algunos foros y medios existe el debate de si Podemos ha virado hacia el centro. ¿En qué punto se encuentra?
- Hay sectores del poder que aún comprendiendo el sentido que se da a la idea de centralidad, lo dicen. Solo hay que ver una de las últimas editoriales de El País en la que nos recomendaban conformar un frente de izquierdas por nuestro bien y que nos decía que teníamos que ubicarnos en el espacio que está a la izquierda del PSOE. Desde que nacimos dijimos que esa distribución del campo político nos escoraba a un espacio donde podíamos ser lo alternativos que quisiéramos pero nunca con capacidad de alterar las relaciones de poder. Entonces ahí nos van a respetar y a querer.
Lo que les pone nerviosos a las élites es que estemos disputándoles la posibilidad de llegar a las instituciones. Nosotros lo hemos repetido mil veces: centralidad no significa centro. El centro es una metáfora, para empezar. Quien define lo que es el centro, define quién está a su izquierda y quién está a su derecha. La propia distribución del campo entre izquierda y derecha también es una construcción política, no es una naturalidad. No es una cuestión meteorológica. Cuando decimos centralidad queremos decir que hay que poner en el centro del debate, de la agenda política, el conjunto de las preocupaciones de la población que nosotros pensamos que son: el paro, la precariedad, derechos sociales, servicios públicos y los derechos humanos.
Eso no tiene nada que ver con el centro. Ha habido históricamente gente que se ha llamado de centro y que podíamos decir que eran de extremo centro y que era Tony Blair. ¿Era de centro, de extremo centro? ¿La gente que provoca guerras se llama de extremo centro? Nosotros lo que queremos es cambiar el eje de lo que ocupa esa centralidad. Pero no tienen nada que ver con lo que se considera el centro político.