“Al final conservaremos sólo lo que queremos; y querremos sólo lo que entendamos; y entenderemos sólo aquello que se nos enseñe” (Baba Dioum, conservacionista senegalés)
VALÈNCIA. Mis dos paisajes vitales los relaciono con dos elementos naturales. València es una ciudad de agua, aunque en ocasiones se nos olvide: el Mediterráneo al este, la marjal y la Albufera al sur, el Túria que, serpenteando, desciende desde el oeste y la compleja red de acequias que se extienden como un paisaje neuronal por toda la huerta al norte de la ciudad. Mi otro espacio sería la Marina y desde que era niño la he relacionado con la piedra y particularmente con los bancales. Una piedra que es sustrato natural sobre la que se asientan sus poblaciones y un material del que se ha hecho necesidad virtud, siendo empleada en innumerables construcciones desde los íberos a nuestros días. Los castillos nazaríes que se diseminan estratégicamente por las encrespadas e innumerables montañas, los bancales imprescindibles para aterrazar y excavar un terreno en ocasiones demasiado vertical, las infinitas parcelas que hoy habitan toda clase de cultivos desde los frutales en tierras bajas, que reciben de lleno el influjo marino, hasta los de secano como el olivo, los almendros o la vid más hacia el interior, las torres de vigilancia junto a las costa y los molinos, riu-raus, lonjas, lavaderos, iglesias, edificios públicos, escolleras…
En dos capítulos me gustaría acercar este mundo de piedra sin, una vez más, poder ser mínimamente exhaustivo por los numerosos ejemplos que hallamos a nuestro paso. Hoy tocará hablar de castillos porque, ante todo, la Marina es tierra de castillos.
Junto con las tierras del sur de la Comunidad, esta parte de las llamadas "comarcas centrales", son de las de mayor densidad en este aspecto. La razón es sencilla y se debe a la singular orografía caracterizada por innumerables pasos estrechos, valles, crestas y una llanura litoral controlable desde las montañas cercanas. En concreto, en la provincia de Alicante se han censado cerca de 400 fortificaciones. En pocos quilómetros a la redonda de donde me hallo, localizo una docena de ellos, o mejor, de vestigios de lo que fueron, salvo el castillo de Dénia y el de Forna que se encuentra en un buen estado. Se trata de un rico y todavía poco conocido patrimonio, representado por un conjunto de arquitecturas defensivas que fueron construidos a partir de la conquista musulmana del siglo VIII, pero sobre todo durante los últimos siglos de dominio islámico. Muchos han perdido la mayor parte de sus estructuras, conservándose sólo los cimientos de muros, aljibes y algunos escasos fragmentos de cerámica en superficie. De hecho, y sirva esto como humilde llamamiento, pocos de nuestros castillos han tenido un estudio arqueológico como merecen.
Si bien la mayoría de las fortificaciones se localizan en lugares difícilmente accesibles controlando los valles y las rutas naturales, muchas veces encontramos torres fortaleza junto a fuentes o manantiales naturales o en espacios más planos siempre y cuando se asociasen a una alquería preexistente
Antes de nada, un poco de historia es aquí fundamental. Son muy escasos los restos andalusíes anteriores al siglo X encontrados en la Marina Alta, y desde ese momento, a grandes rasgos podemos hablar de tres etapas: la de reinos de taifa en la que Dénia desde el 1010 controla un enorme territorio desde Orihuela por el sur hasta el Júcar por el norte e incluso las Baleares. De hecho, en el siglo XI comienza la fortificación de la actual capital de la Marina Alta. La segunda coincide con la llegada de los almorávides acaban con la taifa de Dénia, que empieza a depender de Zaragoza, y una tercera en la que los almohades logran la expulsión de los almorávides y con ello un nuevo impulso para la ciudad de Dénia, cuyo castillo alcanza las monumentales dimensiones de la actualidad con la construcción de una alcazaba.
El fin del periodo andalusí llega, como se sabe, con la conquista cristiana, llegando Jaime I a la Marina en el año 1244 y conquistando su ciudad más importante, Dénia. A pesar de ello, el complicado interior montañoso y los castillos quedaron bajo el dominio de Al Azraq, aunque diversas desavenencias producirán su definitivo aplastamiento en 1277 pasando todo el territorio a manos cristianas. Esto es importante para explicar el estado en el que hoy en día, lamentablemente, se encuentran muchas de estas construcciones, ya que, iniciado el período cristiano, únicamente se decide mantener las más importantes (Dénia es un claro ejemplo), y el resto ir desmantelándolas, pues el costo que suponía la enorme red de fortalezas andalusíes no era asumible además del peligro que supondría para un eventual enemigo hacerse con ellas de nuevo.
En cuanto a la función, además del control del territorio, los castillos andalusíes estaban asociados a un incontable número de alquerías, que se levantaron a su alrededor y el castillo era un espacio de refugio para los habitantes de estas en caso de peligro. Según esta función, la estructura de estas fortificaciones suele ser bastante repetitiva: en la parte superior está la celoquia donde reside el “Caid” que era algo así como el encargado de la fortaleza y donde se situaba un aljibe con agua. Alrededor de ello el Albacar servía para acoger a la población que buscaba refugio. A partir de ahí, habitaciones, corrales, cocinas, etc, que en mayor o menor medida existían según la importancia o la humildad de la fortaleza.
Ya advierto que la relación desordenada que viene a continuación tiene muchas más ausencias que lo contrario, no obstante, una vez más lo que se pretende es despertar el interés, y a partir de ahí explorar las incontables posibilidades que este mundo ofrece. Cronológicamente, las primeras fortalezas importantes de la zona sería la Bastida de Pego, de grandes proporciones y a unos 350 metros sobre el mar y el Cocoll mucho más arriba, en Castell de Castells a casi 1000 metros cuyo muro es uno de los primeros ejemplos de la piedra en seco. Ambas habría que situarlas entre los siglos VIII y X. Podemos citar también el tossalet de Pere Antoni junto a Beniarbeig en la base de la Segaria y el de Xillibre a más de 700 metros en Almiserá del siglo X. El castillo de Alcalá o Benissili, del siglo XI, fue otra importante defensa por su especial ubicación puesto que controlaba la entrada desde el interior (el Comptat) por la salida natural hacia el mar, que incluso se divisa desde este, que no es otra que la Vall de la Gallinera.
Sin duda el espectacular castillo de Forna es el mejor conservado de la Marina Alta al margen del de Denia y recomiendo desde aquí vivamente su visita. Como todos, está estratégicamente situado, para dominar el cañón dibujado por el rio Gallinera hasta abrirse al plano en Oliva y tras esta, el mar. Dada su importancia, pues posee gran patio, torres y variadas estancias, fue empleado también en época cristiana. Dada su importancia y su fácil acceso, en 2003 el castillo fue en parte restaurado y puede observarse en la parte superior de los muros el contraste entre lo original y lo “reintegrado”. Como dato curioso de la Baja Edad Media nos han quedado pinturas murales en una de las habitaciones.
Otro castillo que muestra el dominio estratégico del terreno es el de Ambra que controla el extenso valle de Pego que finaliza en la marjal del mismo nombre y más allá toda la costa de Vergel y Oliva. Si llegaba alguien indeseado por el mar, desde este castillo lo divisaban con mucha antelación para tomar las medidas oportunas de defensa. Se trata de una construcción tardía (siglo XIII) más destinada a la defensa durante la Reconquista que a defenderse de posibles enemigos andalusíes a la vista de las fechas de las monedas y fragmentos de cerámica aparecidos tanto en los estratos más antiguos como en los más nuevos.
El castillo de Ocaive se halla en un paraje especialmente atractivo y su espectacular emplazamiento sobre un saliente rocoso a más de 300 metros sobre el mar, domina todo el valle que baja desde Llosa de Camacho y finaliza en Pedreguer, pero por carecer de impedimientos orográficos va más allá hasta las localidades de Ondara, Jesus Pobre y Denia. Frente al mismo se alza imponente la mole del Montgó. Pertenecía a varias alquerías. Su magnífico emplazamiento hizo que una vez reconquistado se prolongara su utilización hasta el siglo XIV. A un par de quilómetros se levanta la torre de Benimarmut, planta rectangular construida previamente al castillo y que hoy se encuentra desmochada. También dependía del castillo de Ocaive el tossal del Moro, a 389 metros de altura. En este caso su enorme campo de visión se extiende a Jávea, Benissa, etc.
Otros dos castillos del siglo XI son el de les Atzavares y el de Orba. El primero controla la entrada indeseada al Valle de Laguar que conecta el mar con las tierras del interior y el segundo tiene un majestuoso dominio sobre el amplio valle de la Rectoría, los últimos quilómetros del río Girona y las poblaciones de Beniarbeig, Benidoleig, Tormos, Sagra o Sanet i Negrals y tras ellas, la costa.
Penetramos en el valle del Pop que se abre tras la primera línea de montañas y que es recorrido por el río Xaló. La curiosidad del castillo del Pop, que se situaba en la localidad de Benigembla, es que estando muy documentado en tratados y documentos de donación desde la Reconquista sin embargo no queda resto alguno del mismo. Posiblemente los materiales empleados para su levantamiento se emplearon en otro menester.
En Xaló se encuentra el castillo de Aixa a 600 metros de altura sobre el mar y pertenecía a cinco alquerías. Dado su magnífico emplazamiento, este lugar ya estuvo ocupado con anterioridad a la ocupación andalusí habiéndose hallado restos romanos e íberos. Podríamos estar citando fortalezas y vestigios en forma de torreones en localidades como Xàbia, Benissa, Alcalalí etc.
Hay que aprovechar cualquier oportunidad para citar a aquellos que de forma desinteresada se preocupan por el patrimonio. Documentándome para este artículo he recordado la reciente donación al Museo de Xàbia de una colección de planos de más de 50 castillos de la comarca de la Marina Alta. Este gesto lleno de generosidad lo realizó sobre el año 2015 el británico (destaquemos este significativo dato) residente en la comarca Michael Stephenson que junto a los amigos Anne Scott y Ted Adams ha estado visitando y estudiando los castillos en ruinas de nuestras comarcas. Curioso de dónde le nació el interés por un mundo desconocido para él: "De siempre me resultó interesante el número de castillos que veía desde la carretera, cuando conducía hacia Valencia. Esto, combinado con la mi estima por andar sirvió de estímulo para el proyecto" según sus palabras no exentas de cierto humor inglés. Todo un ejemplo en lo que se refiere a apreciar y valorar algo inicialmente ignoto, a través de la curiosidad y el conocimiento.