En tu ofi o en la mía: Nave Miss Panamá
Cuando un colectivo teatral necesita un acomodo a partir del cual hacer desfilar sus próximos desvelos
Dentro del gabinete del ilustrador Demano. Cerca del dormitorio, las estancias desde donde crea sus personajes punzantes y bellos
Lugar: Estudio Luis Demano Dirección: Calle Matemático Marzal Metros cuadrados: 100 m2 Trabajadores: Uno.
VALÈNCIA. Luis Demano palpa con las yemas de sus deros el último libro para el que ha trabajado, Historia ilustrada del rock, junto a la periodista Susana Monteagudo. El rock, de perfil, su trayecto desde el origen hasta la actualidad. El estilo del ilustrador, Demano, varía ostensiblemente según el trabajo de destino. Le gusta sentir que no hay un cánon prefijado que se repite obra a obra como un tic autómata, aunque todos los personajes que crea tengan la virtud de la complejidad y de representar la carga emotiva de maneras diversas. Un gato camina, casi repta, por la mesa acariciando el ejemplar con su cola. “Ya estamos con el tópico de los gatos y los ilustradores…”, advierte Demano.
Es la hora posterior a la siesta y esta vivienda del inicio de la calle Matemático Marzal, con sus trazas de retícula a la vera de una estación, se ve golpeada por el sol y por cierta modorra que abriga. La terraza de Demano, que da la perspectiva de afrontar València como desde una mirilla, se transforma en el mejor retiro para la rutina. Una hamaca sobre la que volcarse.
Los espacios de trabajo que son, a la vez, vivienda, donde vivir y trabajar presentan el reto de tener que bifurcarse, ofrecen la oportunidad bien visible de observar cómo uno mismo compartimenta los usos. Demano, cuyo trabajo suele ser explosivo, punzante y hermoso, a partes iguales, ha levantado en su vivienda su particular gabinete, justo en la dependencia lateral al pasar la puerta de acceso al piso.
Alrededor de su mesa, como un escritorio trinchera, texturas de papel. Donde la tinta vence a la digitalización. Montañitas de ejemplares camino de la veneración. New Yorkers apelotonadas a la espera de desembalarse. “A ver cuando nos tengamos que mudar…”. El bombardeo de inspiraciones materiales parece lógico en el caso de Demano. Su énfasis en evitar los corsés (esencialmente los del estilo propio), la diversidad de sus publicaciones (de la prensa generalista al fanzine, de las revistas económicas a las obras infantiles…), le dan la alerta. Muchas mañanas, mientras despuntan las líneas, el ilustrador escucha podcast de política internacional y orden mundial. Aunque en su vertiente desordenada, el lugar de trabajo del ilustrador parece un tablero abierto al mundo.
Un poquito más allá está la cama. Siempre hay un conato de incomodidad en ir a ver un espacio de trabajo y acabar en la mesilla de noche. Vamonos. De nuevo en la entrada, justo bordeando el escritorio, una suerte de altar que Demano ha montado espontáneamente (o no) para agrupar aquellas obras, amuletos de lo artístico, que le representan. También hay una foto de Luis Demano de niño con un mono.
El espacio matriz de un tipo autodidacta que, sin explorar algunos de los recorridos más típicos, ha acabado viviendo como trabaja, ¿o era a la inversa? Entre los comportamientos, Demano pasa parte de algunos días en la biblioteca preparando sus clases como docente, va a nadar… y al regresar, dibuja en la terraza, en manga corta, aunque hace frío. Gajes del ilustrador fotografiado.
Los personajes punzantes a los que da vida no tienen presencia obvia en este hogar, como si no hubieran sido dibujados desde aquí. Pero latentes, como un volcán inactivo, deben revolotear cuando cerremos la puerta.
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