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En Godella, tras una casona símbolo de la vida en el pueblo, se esconde el centro de restauración donde la artesanía y la ciencia bailan juntas. Vamos allá…
Lugar: Quercus Restauración Dirección: C/Cervantes20, Godella Metros cuadrados: 225m2 Año de inauguración: 1995 Trabajadores: 4, a veces 6
La de rendijas que tiene el cinturón perimetral de València. Colémonos, otra vez, por las grietas que abren el paso a continentes donde ocurren silenciosamente -o no, aquí hay ruidos, saltan las clavijas, suena la bossanova- actos creativos. Porque la creación, a veces,también viene por recrear lo que fue, restituir lo que quedó viejo y traerlo devuelta.
Eso lo que hacen en Quercus, el centro de restauración y preservación. Obras de parte. Pinturas. Escultura. Mobiliario. Portones. Bienes Culturales. La casa, una casona de principios del XX, la síntesis misma del simbolismo del pueblo, es un cinturón que sujeta un léxico propio: policromías, corlas, esgrafiados, enea, mallorquinas, vigas, barandillas, rejillas.
Donde hasta hace un puñado de décadas hubo una carnicería, con gallinas correteando,hoy piezas finas y grandes objetos pululan como flotando, amarrados por Mireia, Cristina, Eduardo o Alejandro. Especializados en la conservación y restauración de manifestaciones artísticas. Si pones esa denominación en tu tarjeta de visita, directamente conquistas el mundo.
Alejandro (Álvarez) vino de México cuando sus padres tomaron València como su plaza para el doctorado. La búsqueda de la belleza y el arte a partir de la recuperación ha estado presente desde entonces. Fortuitamente acabó en esta casa de Godella. Mosaicos, suelos hidráulicos y esa pátina de los hábitats alrededor de donde Pinazo pintó nuestras vidas.
Trabajar desde este flanco, al otro lado de la ciudad, garantiza la armonía de una dualidad: la dedicación por la artesanía, la antigüedad (barnices de otro tiempo, tapicería…) y por otro lado el afán por los avances científicos, las cualidades para identificar pigmentos y maderas.
Y Godella. El encuentro fortuito con su espacio de trabajo (llamarle oficina parece una ofensa) garantiza una distancia respecto a la vorágine. El resguardo. La tranquilidad necesaria y la cercanía justa. “Las distancias son psicogeográficas”, enuncia Alejandro. El equipo recuerda aquella ocasión en la que, por su colaboración con Erasmus+, recibieron a una estudiante alemana que amanecía en València, iba a la playa, en bici se acercaba a Godella, desarrollaba el trabajo de restauración metódicamente, aprendió español y valenciano en un mes al mismo ritmo en el que les lanzaba: “aquí trabajáis muy poco”.
Fotos: EVA MÁÑEZ.
Suena el jazz, suena la bossanova. Dos pinturas murales de la antigua carnicería protagonizan el espacio. En la sala principal se atrincheran los muebles sometidos a un intenso tratamiento. En la sala blanca piezas más delicadas se afrontan con pulcritud. En el patio quedan las piezas todavía más grandes.
Una sensación final: en lugar del pasado parece que se reconstruya el futuro. Es la restitución de nuestro propio porvenir. Las obras de arte que solidifican el tiempo.
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