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EL CUDOLET / OPINIÓN

En València casi nada está en su sitio

20/10/2018 - 

El derecho a decidir es un organismo vivo en la ciudad de València y un hecho irrefutable, gracias a la disposición del gobierno municipal en su consulta ciudadana de los presupuestos participativos para mejoras y acondicionamientos de los barrios. La democracia está más viva que nunca. València ha dejado de ser una ciudad amordaza. Votar es un ejercicio saludable, una práctica de yoga democrática. Las consultas de participación deben extenderse como un acordeón a más ámbitos de la vida capitalina. El plebiscito debe llegar al callejero, no solo constreñido a una Ley, la de la Memoria Histórica, o al capricho o placer ideológico de los gerifaltes de colocar rótulos a los suyos en la guía urbana. Ni rojos ni azules, ni izquierdas ni derechas, ni mesías ni salvapatrias, memoria histórica sin aditivos. La pacificación del centro histórico tras los fuertes cambios en movilidad está afectando a la composición de calles y plazas del Cap i Casal. Se atisban sendas reformas interiores en Ayuntamiento y Reina, y no solo deben afectar a su arquitectura o paisaje, también a su toponimia. 

Casi nada está en su sitio, es el novedoso álbum del cantante Víctor Manuel y en una de sus canciones, 'Elegir rumbo', invita musicalmente a la ciudadanía a manifestarse, a no quedarse en casa. En València casi nada está en su sitio. Empezando por La Estación del Norte que partió la polis en dos, o la desafortunada ubicación de la segunda pinacoteca más importante de España, el Museo de Bellas Artes de València, o la Casa Museo de Joaquín Sorollla desplazada a la capital de España, la lista es demasiado larga para enumerarla en este artículo. Recientemente se ha publicado un libro titulado Biografía de la humanidad (Ariel), de José Antonio Marina y Javier Rambaud y el texto reflexiona sobre "cómo los países fracasan por decisiones que se tomaron en un momento dado de la historia, por lo que deberíamos conservar la memoria de nuestras equivocaciones".

Nuestra Grand Place, la del Ayuntamiento, es un espacio sembrado de liturgias abonado a rituales de celebraciones y actos. La toponimia y el diseño interior de la Plaza del Ayuntamiento es uno de nuestros grandes errores del pasado. El nombre que ofrece la guía urbana a nuestra Gran Plaza es insípido y sirve de peluquín a un cap de genoll, insano prejuicio del que no acepta su calvicie. La idea de la mal llamada Plaza del Ayuntamiento me la sugirió una amiga en un paseo vespertino por la playa. C. es una de esas personas que te obsequia la vida y reforma tu interior a base de una inyección de mediterraneidad. C. es un personaje de novela, de fábula, de dibujos animados, inmortalizada en cualquier historia labrada en la Bajada de San Francisco. Aquella pintoresca calle desapareció de nuestra guía tras colgar el cartel de derribo a mediados de los años veinte del siglo pasado. El polifacético y alma mater de la fiesta fallera en los año cuarenta, Luis Martí Alegre, Luisito, declaraba que poco después de faltar su padre en 1926 fue cuando el Marqués de Sotelo llevó a término la gran reforma de la Gran Plaza, de 1928 a 1929. “Tenían que derribar nuestra casa y andábamos de papeleo, pero de repente vino el Rey a Valencia y el alcalde me dijo: 'Mira, mañana empiezan con la piqueta porque quiero que el Rey lo vea'. Yo le contesté: vosté em tira de casa però demà estic despachant"Aquella vía dio ciudadanos ilustres de la talla de Juan Carbonell, Pepito Villalonga o Ull de bou, entre otros. Aquella Bajada vio nacer en el Bar Torino al Valencia CF. Aquel carrer desembocaba en una Grand Place que durante siglos habitó el Convento de San Francisco. Aquella plaza durante siglos honró el título de Plaza de San Francisco donde hoy se encuentra bien ubicado el Ayuntamiento, no su placa. Gracias C. por tu reflexión sobre San Francesc.

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